¿Cómo educar "a los que lo tienen todo demasiado fácil"?

domingo, 29 de marzo de 2015
"Si eres innovador, la sumisión no está en tu naturaleza." Tony Wagner

Parece que padres y docentes hemos olvidado que el aprendizaje se lo tienen que ganar nuestros hijos y alumnos y que no podemos dárselo todo hecho. Tenemos una preocupante tendencia a evitar que se esfuercen por conseguir las cosas, ya sean materiales o abstractas (pensamientos e ideas).

Queremos protegerlos pero, en realidad, les dejamos indefensos: no queremos que se equivoquen, que sufran, que se hagan daño, que se aburran... pero llevamos esto hasta extremos que impiden que los niños aprendan a tener la más mínima tolerancia a frustración, que aprendan de sus errores, que sepan buscar soluciones creativas a los problemas que se les plantean, que sepan ser autónomos.

Para educar correctamente no podemos perder de vista que todo aprendizaje requiere de esfuerzo y sacrificio. El problema es que confundimos "esfuerzo y sacrificio" con "sufrimiento y angustia" y aquí es donde empiezan nuestros problemas. Ante esta confusión, hay algunos que exigen de los niños una disciplina educativa férrea e inflexible; y otros, que les dan libertad absoluta para que hagan lo que les apetece cuando les apetece sin ningún tipo de obligación. Ambos extremos son igualmente dañinos para la educación de los niños.

Dice Ferran Salmurri, en Razón y emoción. Recursos para aprender y enseñar a pensar, que la educación se basa en "señalar errores, evidenciar fracasos y remarcar culpas y culpables." Eso tiene como resultado niños con una baja confianza en ellos mismo y con una pobre autoestima. Para evitarlo, debemos ser innovadores y huir de lo establecido.

Hay que ser valientes y entender que lo importante en la educación de nuestros hijos y alumnos es que aprendan y no que aprueben. Debemos ponérselo un poco más difícil a nuestros hijos y alumnos, debemos darle la oportunidad de que ellos sean los protagonistas de su aprendizaje, que se equivoquen, que prueben, que experimenten, que se aburran (cuando los niños se aburren es cuando suelen ser más creativos). Solo así serán adultos capaces de dar respuestas a los retos a los que deberán enfrentarse y serán capaces de aprender en todo momento y de adaptarse a situaciones cambiantes.

Para ser capaces de hacer todo esto hay que ser "educativamente incorrectos", hay que ser insumisos con lo establecido como norma aceptada socialmente. Ir contracorriente no es una tarea fácil, ni agradable... pero para ser buenos educadores, la insumisión debe estar en nuestra naturaleza.

El mejor profesor es aquel que...

domingo, 22 de marzo de 2015
"El profesor mediocre dice. El buen profesor explica. El profesor superior demuestra. El gran profesor inspira." William Arthur Ward

El pasado día 19 de marzo tuve el privilegio de participar en el debate sobre educación del programa de televisión Para todos La 2 (@ParaTodosLa2). Junto a Miquel Ángel Prats (@maprats) comentamos un reportaje en el que un grupo de alumnos de distintas edades explicaban cómo sería para ellos la escuela ideal. Aquí podéis acceder al vídeo del programa.

Muchas fueron las cosas que podrían destacarse, pero me gustaría centrarme en la opinión de los chavales sobre cómo sería el mejor profesor. Aquellos que dudan de la importancia de escuchar a los niños y tener en cuenta sus opiniones para en buen funcionamiento de los centros escolares, deberían leer con toda atención lo que dijeron.

Juanjo Pardo (@juanjopar5), conductor del programa, les pidió que completaran la frase El mejor profesor es aquel que..., y estas fueron sus respuestas:
- ... escucha.
- ... escucha más.
- ... explica mejor.
- ... da un modelo a seguir.
- ... enseña mejor.
- ... siempre te ayuda cuando lo necesitas.
- ... no grita.
- ... está por ti.
- ... nos quiere.
- ... se suelta un poco.
- ... te ayuda en cualquier cosa.
- ... enseña de forma entretenida.
- ... nos explica bien las matemáticas.
- ... hace la clase bien.
- ... da oportunidades cuando te portas mal.

No conozco ningún estudio pedagógico que explique mejor cuáles deben ser ser las características de los docentes de las escuelas del siglo XXI. Los niños y niñas de este reportaje nos hablan de un docente cuya principal virtud debe ser la empatía. Un docente que escucha y tiene en consideración las necesidades y los intereses de sus alumnos, que les ayuda en lo que necesitan, que los conoce y los reconoce. Un docente que les muestra afecto y les da la oportunidad de aprender de sus errores, que es un modelo a seguir, cuya autoridad no se impone sino que se gana.

Me sorprende que los alumnos casi no hagan referencia al dominio de las asignaturas, del conocimiento, por parte de los profesores. Lo que les piden tiene más que ver con los valores, los sentimientos y las emociones. Puede que debamos tener en cuenta lo que nos demandan...

Pero si hay una petición de los alumnos que resume de manera definitiva aquello que deben hacer los profesores es "que deberían soltarse un poquito, divertirse". Si los docentes disfrutan con su trabajo, los alumnos disfrutan aprendiendo. Los alumnos nos piden unos docentes que sean capaces de comunicar con ellos, de acompañarles en el difícil camino del aprendizaje, de ayudarles a disfrutar de la escuela, que les transmitan ilusión por ir a la escuela.

Ahora os pido que completéis vosotros la frase: El mejor profesor es aquel que...
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Cambiar la educación para cambiar el mundo

domingo, 15 de marzo de 2015
"[...] demasiados alumnos se gradúan en institutos y universidades sabiendo cómo superar los exámenes, pero nada motivados a aprender, y completamente faltos de capacidades esenciales." Tony Wagner: Creando innovadores.

La educación que impartimos en nuestras escuelas va a condicionar de manera notable el tipo de sociedad que tendremos en las generaciones venideras. Por eso es tan importante que la escuela sea capaz de captar las características y necesidades del mundo en el que vivimos para adaptarse a ellas y ofrecer un tipo de educación que sirva para dar respuesta a esas situaciones nuevas y cambiantes.

Si educamos exclusivamente a nuestros alumnos para que sean capaces de aprobar exámenes y que tengan un excelente expediente académico... les estaremos haciendo un flaco favor. Ese expediente brillante les abrirá las puertas que permitirán que tengan éxito académico, pero puede que no les estemos dotando de las habilidades para triunfar en la vida. Todo cambia tan deprisa que no tenemos ni la más remota idea de qué conocimientos les serán necesarios para tener éxito en el futuro.

Con esto no estoy diciendo que no se deban trabajar conceptos en nuestras aulas. Deben trabajarse y con rigor. Lo que no debe hacerse es convertir a la educación en una transmisión directa al alumno del saber que posee al docente. El alumno no puede ser una figura pasiva y receptora de conocimiento. Deben trabajarse los conceptos de las distintas áreas del conocimiento de una manera práctica, reconociendo su aplicabilidad en situaciones que supongan un reto para el alumno.

Debemos pasar de una enseñanza de la retención, almacenamiento y recitación de información a una enseñanza de análisis, aplicación y creación de saber. Para ello es indispensable fomentar la curiosidad y la imaginación de los estudiantes. La curiosidad porque sin ella no hay motivación por aprender. La imaginación porque para dar respuestas distintas a situaciones problemáticas requiere poder ver las cosas desde nuevas perspectivas.

La escuela no debe ser el lugar de transmisión del conocimiento, sino el lugar donde los alumnos acceden a la información y son capaces de analizarla, valorarla y aplicarla. En esta escuela, el pensamiento crítico y la resolución de problemas se convierten en elementos esenciales.

Las consecuencias de no cambiar la manera de enseñar en nuestras escuelas son tan nefastas para las personas y para la sociedad que el hecho de que no hacerlo es un acto de irresponsabilidad que los docentes no pueden permitirse.
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¿Hacia dónde va la educación?

domingo, 8 de marzo de 2015

¿Querrías enseñar en un sistema que mide tu valía como educador por cuánto de lo aprendido pueden replicar tus alumnos en un examen de respuestas múltiples y que ha reducido casi todos los contenidos del currículo a ejercicios preparatorios para dichos test?” Tony Wagner: Creando innovadores.

Si seguimos enseñando como siempre no va a cambiar nada… Y eso que la educación está en un momento de transición, de cambio imparable que la va a transformar de manera notable.

La cuestión es que hay dos fuerzas aparentemente antagónicas que están conduciendo a la educación hacia un nuevo paradigma. La educación será de una manera u otra en función de la fuerza que empuje con más intensidad.

La primera fuerza podríamos llamarla PISA. Es una fuerza que está llevando a la educación a una especie de competición por mejorar en los rankings. La educación está siendo dirigida según unos intereses concretos (los de la OCDE).

La segunda fuerza tiene que ver con la apertura de la escuela a la creatividad y la innovación, a los valores y a las emociones.

Ambas fuerzas tienen cosas en común. La memorización de contenidos deja de ser el motor único del aprendizaje. Ya no solo se evalúa que se conozcan los contenidos. En el caso de PISA, estos contenidos son evaluados en función de su aplicabilidad. En el caso de la escuela creativa, estos contenidos se evalúan en tanto que son utilizados para dar nuevas respuestas a situaciones conocidas o dar respuesta a situaciones nuevas.

También coinciden en plantear un  nuevo rol para los docentes. El profesor ya no es el poseedor del saber, sino que es el guía que debe ayudar al alumno a encontrar su propio aprendizaje.

Pero lo que realmente nos importa no es lo que tienen en común, sino sus diferencias. El peligro que se plantea con PISA es que la educación se convierta en una preparación para ese tipo de prueba, dejando de lado otros aspectos fundamentales.

En cambio, una educación que se base en la creatividad, en la innovación y en los valores es una apuesta segura para conseguir que nuestros niños y jóvenes puedan ser adultos capaces de adaptarse a los cambios, capaces de proponer soluciones efectivas a situaciones problemáticas.

Todos debemos decidir hacia dónde queremos que vaya la educación. Tú decides hacia dónde quieres empujar.
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La educación no puede ser perezosa

domingo, 1 de marzo de 2015
Los perezosos siempre hablan de lo piensan hacer, de lo que harán; los que de veras hacen algo no tienen tiempo de hablar ni de lo que hacen.” Goethe
 
No hay nada más contario a la educación que la pereza. Pero, por desgracia, la pereza es un mal endémico en la educación de nuestros días.

La pereza ha llevado a la educación a convertirse en una especie de juego de Tres en raya. En este juego llega un momento en que el nadie gana, en el que es imposible ganar. Lo mismo sucede con la educación tal como está planteada en la actualidad, nadie gana... ni los alumnos, ni los docentes, ni la sociedad.

Para eliminar la pereza hay que luchar cada día contra el peso de la tradición; y eso no es fácil, ni cómodo. Para que esto sea posible, propongo transformar la educación de perezosa a diligente. Si nos fijamos en la definición que de estos dos adjetivos da el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, tendremos las primeras pistas para comprender lo necesario de transformar la educación:

perezoso, sa.
1. adj. Negligente, descuidado o flojo en hacer lo que debe o necesita ejecutar.
2. adj. Tardo, lento o pesado en el movimiento o en la acción.
diligente.
1. adj. Cuidadoso, exacto y activo.
2. adj. Pronto, presto, ligero en el obrar.

La pereza es contraria a la acción, lleva al aburrimiento y, en consecuencia, causa que el cerebro se desconecte. En cambio, la diligencia es movimiento, provoca la motivación, despierta la curiosidad, que es el motor del aprendizaje. Se trata de pasar de una enseñanza pasiva a una enseñanza activa.

En una educación perezosa, el docente habla a sus alumnos; en una educación diligente, el docente habla con sus alumnos. En una educación perezosa, el docente enseña a sus alumnos; en una educación diligente, el docente enseña con sus alumnos.

Pero, ¡cuidado!, no debemos confundir la pereza con la calma, con la pausa, con los momentos de reflexión y concentración… que son muy necesarios en nuestros días. Ni tampoco hay que confundir la diligencia con la hiperactividad y el exceso de multitarea, que muchas veces conducen a la superficialidad y a la falta de rigor.

En conclusión, la educación tiene que ser diligente ya que, según comenta Michel Serres en su obra Pulgarcita, en el mundo actual “hay que rehacerlo todo otra vez, está todo por inventar.” Por eso, transformar la educación de perezosa a diligente no es una opción, es una necesidad imperiosa e ineludible.
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