Alumnos: ¿aprendices natos o perezosos por naturaleza?

lunes, 28 de septiembre de 2015
"Los buenos profesores desempeñan cuatro funciones principales: motivan a sus alumnos, facilitan el aprendizaje, tienen expectativas con respecto a ellos y les capacitan para creer en sí mismos." Ken Robinson: Escuelas creativas.
Photo credit: Ewa Rozkosz / Foter / CC BY-SA

¿Cómo crees que son tus alumnos: aprendices natos o perezosos por naturaleza? Piensa bien la respuesta a esta cuestión pues de ella depende la metodología educativa que aplicas (o deberías aplicar) en tus clases.

Si crees que tus alumnos son congénitamente holgazanes, tu forma de dar clase estará encaminada a obligar a los alumnos a aprender, les facilitarás el contenido que tienen que hacer suyo, les darás lecciones, les aplicarás la disciplina necesaria para contrarrestar su pereza..., en definitiva, les forzarás a aprender.

En cambio, si crees que tus alumnos son irrefrenablemente curiosos, tu manera de dar clase consistirá en plantearles retos, en posibilitar que exploren, descubran y creen conocimiento. Les invitarás a expresar sus intereses y les guiarás para saciar su capacidad innata de aprendizaje..., es decir, les retarás a aprender.

También puede suceder que aunque creas que tus alumnos son curiosos, te sientes en la obligación de cumplir con un currículo que parece estar pensado para su sufrimiento, con contenidos a los que no les encuentran sentido alguno ni de los que aprecian que tengan incidencia real en su vida cotidiana. No te dejes vencer por la tentación de caer en el conformismo. Se pueden enseñar contenidos curriculares aprovechando la curiosidad de los alumnos y obtener a su vez excelentes resultados en el aprendizaje. Tienes que buscar la manera de conectar esos contenidos con los intereses de los alumnos (¡se puede!) o entender el currículo como algo flexible y prescindir de los contenidos que no se corresponden con la realidad de los alumnos.

Mi consejo para cualquier educador es: ¡no te rindas nunca! Rendirte ante un alumno con dificultades es negar la esencia misma de la educación, es renunciar a los fundamentos de la enseñanza. Es obligación de todo docente establecer una relación empática, un vínculo intenso, con cada uno de sus alumnos. Debes conocer cuáles son sus virtudes y sus limitaciones, debes saber cuáles son sus intereses, sus sueños y sus fobias..., en otras palabras, todo educador debe saber qué esperan sus alumnos de ellos mismos y debe tener claro que espera él de ellos.

Educar es DESCUBRIR no imponer... ya he dicho en más de una ocasión que la educación que motiva a los alumnos es la que les ayuda a provocar cambios. Es por ello que las funciones que desempeñan los buenos profesores son las cuatro que enumera Ken Robinson en la cita que encabeza este post.

P.D.: Si un docente fuera un superhéroe, sus superpoderes serían: ESCUCHAR, DIALOGAR, PROPONER y COMPARTIR.

Los tres fantasmas de la educación

miércoles, 23 de septiembre de 2015
Lo que os voy a contar sucedió hace tan solo unos días. No sé si fue real o fue un sueño... solo sé que sucedió justo la noche de aquel día que estuve comentando en clase con mis alumnos la obra de Charles Dickens.

Aquella noche estaba especialmente cansado. Estaba leyendo el último libro de Ken Robinson y me quedé dormido encima de él. Fue entonces cuando, de repente, noté una presencia... era el mismísimo Ken Robinson. Con semblante serio y un castellano sin acento británico me anunció que esa noche me visitarían tres espíritus: el fantasma de la educación del pasado, el fantasma de la educación del presente y el fantasma de la educación del futuro. Y dicho eso, sin darme a tiempo a que le pudiera decir lo mucho que admiro su visión de la educación, desapareció sin decir ni pío.

Me desperté con la marca del libro en mi mejilla y me fui a la cama con la certeza de haber tenido un extraño sueño. Me dormí casi al instante, como se duermen los niños que han estado todo el día corriendo sin parar. Pero, de pronto, noté que había alguien a mi lado. Me desperté sobresaltado y vi a un señor vestido con un traje oscuro y una corbata negra... en realidad, todo él era en blanco y negro.

-¿Quién es usted y qué hace en mi cama? -le pregunté.
-Soy el fantasma de la educación del pasado. Vengo para llevarte a una escuela de 1960.

Y dicho esto, aparecimos en una escuela donde había una maestra sentada en una mesa que estaba encima de una tarima. Los niños y las niñas estaban sentados de dos en dos en pupitres clavados en el suelo. Justo detrás de la mesa de la profesora había una pizarra con el día y la fecha escritos la parte superior con una caligrafía casi perfecta. En el aula había un silencio sepulcral solo roto cuando la profesora hablaba con voz alta y clara y dictaba a sus alumnos la lección del día.

Estuvimos en silencio viendo cómo se desarrollaba la clase... Me desperté de golpe con el pulso acelerado. “¡Qué sueño más extraño!” pensé. Pero, los sueños sueños son... me di la vuelta e intenté volverme a dormir. Y lo conseguí.

No sé cuanto tiempo llevaba dormido cuando noté que alguien me tocaba el hombro y me decía que despertara. Abrí los ojos y me encontré delante de mi cama a alguien que se parecía mucho, muchísimo, a la directora de mi escuela.

-¿Quién eres? ¿Cómo has entrado en mi casa? -le pregunté un poco molesto.
-Soy el fantasma de la educación del presente. Vengo para mostrarte lo que haces en clase.

Y dicho esto, aparecimos en mi clase. Yo estaba hablando a mis alumnos sentado en el filo de una mesa que estaba frente a ellos. Los pupitres no estaban clavados en el suelo pero la disposición de la clase tenía forma de auditorio. Detrás de mí estaba mi PDI, pero estaba apagada. Los niños y las niñas estaban escuchando, con más voluntad que atención, mi explicación de qué ventajas tiene la tecnología en nuestra vida diaria.

-No te parece extraño... a parte de la pizarra y de los carteles que hay en las paredes del aula, todo se parece demasiado al aula que has visitado con el fantasma del pasado... ¿no es verdad?

Sin tener tiempo para responder me desperté empapado en sudor. “Yo no creo que mis clases sean así... pero ¡si leo los libros de Robinson!”. Pero como había sido un sueño, aunque con una extraña sensación de intranquilidad, volví a quedarme dormido.

No había pasado demasiado tiempo cuando un hombre vestido de manera extraña, con ropa digna de un astronauta, me tiró de la cama de un empujón.

-¿Qué pasa? ¿Quién o qué eres tú? -le pregunté indignado.
-Soy el fantasma de la educación del futuro...

Y de repente aparecimos en un aula de una escuela muy parecida a las que había visitado con los otros fantasmas aunque con más aparatos tecnológicos. Los niños y las niñas estaban sentados en mesas que tenían pantallas táctiles incorporadas, no había cuadernos ni libros de papel. Pero la profesora estaba delante de ellos y les explicaba no sé exactamente qué sobre los viajes en el tiempo y la física cuántica, mientras ellos escuchaban en silencio.

-Te lo advierto -me dijo el fantasma del futuro-. O empiezas a educar a tus alumnos como debes hacerlo, como lees en los libros de Robinson: les dejas participar, ser creativos, colaborar entre ellos, cambias la disposición del aula, les planteas retos, les enseñas a hacer preguntas... o todo va a seguir como siempre para siempre. ¿Eso es lo que quieres?

Sonó mi despertador. Era la hora de levantarme para ir al colegio. No sé si los tres fantasmas me habían visitado o tan solo había sido un sueño... pero solo llegar a clase puse las mesa de los alumnos una en frente de la otra y cuando entraron mis alumnos en clase les pedí que me dijeran qué les gustaría hacer y les di las pautas para que lo hicieran. Desde ese día he cambiado mi manera de enseñar, soy lo que llaman un maestro innovador. No quiero que por mi causa la educación no se transforme y cambie para adaptarse a los nuevos tiempos. Creo que lo he conseguido y que Ken Robinson estará orgulloso de mi.
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Juntos aprendemos más y mejor

sábado, 19 de septiembre de 2015
"Los estudios realizados sobre el aprendizaje muestran que los alumnos entienden y retienen mucho más lo que aprenden cuando han estudiado y aplicado dicho conocimiento en un contexto práctico." Tony Wagner

Muchos son los que creen aún que el silencio es la voz de los alumnos, demasiados los que están convencidos de que solo se puede aprender en un ambiente monacal de silencio, quietud y recogimiento; y que "hincar los codos" es la única forma de estudiar. Esta situación resulta sorprendente ya que, según las investigaciones más recientes en neuroeducación y psicología cognitiva y del aprendizaje, no se aprende así.

En Aprender a aprender, Benedict Carey cuestiona, con el apoyo de numerosas investigaciones, algunos de los mitos sobre la mejor manera de aprender. Para Carey, entre otras cosas, a la hora de aprender hay que huir de la rutina y se obtiene mejor rendimiento cuando se varía los lugares donde se estudia o se practica. También dice Carey que hay algo más importante que cuánto tiempo se estudie, y es cómo distribuir ese tiempo.

El aprendizaje siempre requiere de un esfuerzo por parte del estudiante, pero debemos dejar de hablar de "hincar codos" como sinónimo de ese esfuerzo y sacrificio... hay mejores y más efectivas maneras de aprender. En ocasiones, damos por válidas maneras de hacer las cosas sin plantearnos su eficacia. Por ejemplo, muchos alumnos estudian exclusivamente leyendo un libro o unos apuntes sin tener en cuenta que, según Goleman, la mente de un lector, generalmente, divaga entre el 20 y el 40% del tiempo que se dedica a la lectura.

Además existe la creencia de que para que el aprendizaje sea efectivo debe de ser un acto individual y solitario. Esta creencia tiene un efecto muy negativo en la educación. Lo cierto es que juntos, colectiva y colaborativamente, aprendemos más y mejor. Aprender juntos significa que docentes y alumnos mantienen una relación activa y bidireccional, que la cooperación y el trabajo entre iguales ocupa buena parte del tiempo de clase. Aprender juntos implica:
- Que los docentes deben escuchar más y hablar menos. Por tanto, los alumnos deben tener voz en las aulas para expresarse, para compartir ideas, para crear, para opinar...
- Dialogar para llegar a acuerdos en lugar de imponer la obediencia ciega.
- Proponer, dar opciones y fomentar la participación activa y responsable.
- Compartir en vez de competir.

La educación que motiva a los alumnos es aquella que les ayuda a provocar cambios. Educar no es decir al otro lo que "debe" hacer, sino lo que "puede" hacer. Todo educador debe conocer cuál es el interés y el talento de sus alumnos y trabajar para que estos se conviertan en su elemento (como lo denomina Ken Robinson). La educación no debe crear barreras sino abrir caminos de oportunidades. Cuantos más abra, mejor... más posibilidades de tomar el mejor camino para llegar a nuestro objetivo.

Si alguien piensa que esta forma de aprender es menos exigente y requiere de menos esfuerzo por parte de los alumnos para alcanzar el aprendizaje, en mi opinión, está muy equivocado. Además, si seguimos entendiendo la educación como "hincar codos", la escuela acabará multiplicándose por cero... y perderá todo sentido como institución útil para la sociedad y las personas.
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De mayor quiero ser... curioso

domingo, 13 de septiembre de 2015
"Las personas tienen más éxito cuando hay otras personas que entienden sus talentos, desafíos y habilidades." Ken Robinson: El Elemento.

Los niños son una fuente inagotable de sorpresas. Su inocencia, su sinceridad y su sentido común nos golpean como una bofetada en la cara y nos muestran que, en ocasiones, los adultos somos incapaces de ver lo simple y lo evidente aunque lo tengamos ante nuestras narices.

Hace unos días estaba comiendo en casa de unos amigos que tienen un hijo de 6 años. Como el niño estaba a punto de empezar la educación primaria me puse a hablar con él sobre sus expectativas del nuevo colegio, si quería conocer nuevos amigos, cómo quería que fuese su nuevo maestro... En un momento determinado, demostrando mi poca originalidad, le pregunté:
-¿Tú qué quieres ser de mayor?
-De mayor quiero ser curioso -me contestó dejándome ojiplático y boquiabierto.

Sus padres me explicaron que el niño se pasa el día preguntando el porqué de las cosas, que puede estar horas montando y desmontando cosas para averiguar cómo funcionan, que le encanta leer cuentos y cambiar sus argumentos y sus finales, que es capaz de inventar historias con sus muñecos y vivirlas intensamente... Por todo eso sus padres le dicen a menudo que es muy curioso y como esas cosas son las que más le gustan hacer en esta vida, él de mayor quiere seguir siendo curioso.

Esta vivencia me ha hecho reflexionar sobre la educación y la escuela. La curiosidad de este niño ha sobrevivido a su paso por la educación infantil, pero ¿será capaz de sobrevivir a la educación primaria, a toda su escolarización?

No sé muy bien por qué la escuela es un lugar donde la curiosidad y la creatividad se transforman en monotonía y memorización. Lo que sí sé es que debemos trabajar para cambiar el hecho de que ir a la escuela es una obligación y un sacrificio para los chavales (y para los adultos) y conseguir que la escuela sea un lugar donde los alumnos (y los docentes) quieran ir y disfruten aprendiendo y enseñando en ella.

No se trata de convertir la escuela en un lugar donde los alumnos hagan lo que les venga en gana, en un espacio sin normas, ni se trata de reducir el nivel de exigencia para con ellos. En una educación que no solo tenga en cuenta los contenidos sino también la curiosidad, la emoción, la formación del carácter y la creatividad el nivel de exigencia debe ser alto para obtener buenos resultados. Pero la exigencia es más llevadera si lo que se aprende tiene sentido para los alumnos.

Un alumno no es un robot. Cuando aprende hay que tener en cuenta su "motivación por hacer" y sus "emociones al hacer"; es decir, no tiene ningún valor obligarle a hacer cosas porque sí, porque es su obligación, y no sirve para nada hacer las cosas de cualquier forma sin que sean significativas para ellos. Debemos aprender a utilizar su impulso natural por aprender para que sirva de motor para su vida en la escuela.

Si no cambiamos la escuela, solo si tiene la suerte de caer en manos de uno de esos profes innovadores y disruptivos que siembren cada vez más aulas, el hijo de mis amigos quizá de mayor pueda ser curioso.
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La educación como paracaídas: educación y libertad

lunes, 7 de septiembre de 2015
Los seres humanos, según Sartre, estamos condenados a ser libres. ¡Bendita condena!, aunque ser libre (como todo gran poder) conlleva una gran responsabilidad: la libertad no consiste en hacer lo primero que se nos pasa por la cabeza, sino, que para ejercerla, siempre hay que valorar el efecto de nuestras acciones en los demás.

Al tener la capacidad de tomar nuestras propias decisiones, el libre albedrío convierte nuestra existencia en una especie de salto al vacío, pues siempre corremos el riesgo de errar, siempre sentimos la angustia de la incertidumbre... y la educación es el paracaídas que nos permite tomar tierra sin estrellarnos.

Todos sabemos que un paracaídas es una gran pieza de tela que frena la velocidad de la caída. Este aparato dispone de algunos elementos que permiten dirigirlo para ir en una u otra dirección y, además (esto es fundamental para la educación), tiene un dispositivo de emergencia por si el paracaídas principal falla. Así es (o debería ser) la educación.

Educar es hacer libre a las personas. La educación nos hace libres porque nos proporciona las herramientas necesarias para tomar las decisiones que nos parecen adecuadas en cualquier momento y lugar, y nos dota de los mecanismos necesarios para valorar las consecuencias de nuestros actos. Por ello es tan importante que la educación sea un valor universal y esté al alcance de todos.

Para que estas herramientas sean válidas, la educación debe tener en cuenta ciertos valores. Porque como escribió Julio Cortázar en Rayuela:

"La melancolía de una vida demasiado corta para tantas bibliotecas. Cuando creés que has aprehendido plenamente cualquier cosa, la cosa lo mismo que un iceberg tiene un pedacito por fuera y te lo muestra, y el resto enorme está más allá de tu límite."

El conocimiento es inabarcable y cambiante, por ello, es necesario que la educación transmita unos valores que sean permanentes, que no estén sujetos al devenir propio de nuestros días, que tengan una validez universal y sean el motor que mueva el mundo.

Una educación que solo tiene como objetivo la apropiación (memorización y aplicación) de contenidos es del todo insuficiente. Por muy importante que se considere (y lo es) formar en cuatro disciplinas fundamentales (STEM: ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas), sin una transmisión de valores adecuada es como si para jugar al ajedrez enseñáramos solo las reglas básicas: posición de las fichas en el tablero, cuáles son sus movimientos, qué es un enroque... Para convertirnos en buenos jugadores de ajedrez es imprescindible enseñar jugadas, estrategia, cómo prever los movimientos del contrincantes, aprender de las derrotas...

Y es que, parafraseando a Einstein, la educación es como un paracaídas... solo funciona si se abre.
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10 propuestas concretas para cambiar la educación

martes, 1 de septiembre de 2015
Lo que escribo en este blog tiene como objetivo reflexionar sobre la educación en tiempos de crisis. Mi propósito es "provocar" a los lectores, a través de metáforas, opiniones, experiencias..., para que revisen sus ideas sobre la educación, para que evalúen y (si lo consideran oportuno) replanteen su práctica educativa.

El caso es que, en los últimos días, he recibido algunos comentarios a mis últimos post en los que me piden que vaya un poco más allá y haga una propuesta concreta de alternativas a la práctica educativa tradicional. Aunque no soy partidario de dar "recetas" que puedan aplicarse de manera indiscriminada en cualquier contexto de aprendizaje, me he atrevido a recoger en un decálogo algunas prácticas educativas que pueden llevar a cambiar el paradigma imperante en la educación actual.

Decálogo de prácticas educativas innovadoras

1. Dar más voz a los alumnos. Como norma general, en una clase el docente no debería hablar más de un tercio del tiempo de la sesión. Los otros dos tercios, la palabra debe estar en posesión de los alumnos. Debemos acabar con las lecciones magistrales para convertir las clases en verdaderas ágoras donde todos tienen voz. "Los docentes deben hablar menos para que los alumnos aprendan más."

2. Abrir el aula a otras voces. Es interesante que, al menos, una vez por semana la voz que se escuche en el aula no sea la del docente ni la de los alumnos. Se debe abrir el aula para que otras personas (familiares de los alumnos, otros docentes del centro, profesionales de distintos oficios, autores literarios, etc.) expliquen sus experiencias, sus conocimientos... Es una experiencia muy motivadora y enriquecedora.

3. Plantear retos. Para que el aprendizaje sea significativo no podemos dedicarnos exclusivamente a transmitir datos y conceptos para que los alumnos los memoricen. Debemos despertar su curiosidad a través de retos que deben resolver buscando información, investigando y planteándose interrogantes. Más que enseñar a dar respuesta a preguntas y resolver problemas debemos enseñar a plantear preguntas y problemas. Es importante que los alumnos entiendan la aplicabilidad en la vida cotidiana de aquello que aprenden, que le encuentren sentido.

4. Potenciar el espíritu crítico y el carácter emprendedor. Fue Jean Piaget quien dijo que "El objetivo principal de la educación es crear personas capaces de hacer cosas nuevas, y no simplemente repetir lo que otras generaciones hicieron." Por eso, es importante que, al menos una vez por semana, los alumnos propongan temas de su interés sobre distintos asuntos de su entorno o sobre distintas noticias de actualidad para que los debatan, expongan sus opiniones y planteen posibles soluciones. Por poner un ejemplo, creo que no debería haber una sola aula en la que no se trate el tema del drama migratorio que está viviéndose estos días en Europa.

5. Trabajar las emociones. La escuela, por mucho que les pese a algunos, no es un lugar aséptico donde las emociones y los sentimiento no tienen cabida. Al contrario, la educación emocional es una herramienta básica para evitar problemas de convivencia y un elemento fundamental para una adquisición significativa del conocimiento. Por ello el trabajo sistemático en el aula de aspectos que tengan que ver con las emociones debe ocupar un lugar prioritario en los objetivos de cualquier docente.

6. Más allá del conocimiento de las materias. Sin desdeñar en absoluto la importancia de los conceptos propios de las diferentes asignaturas (ya se trabaje por materias o por proyectos), debemos transmitir unos valores que doten a los alumnos de las herramientas necesarias para tener éxito académico y vital. La perseverancia, la meticulosidad, el rigor, la tolerancia a la frustración... son rasgos de la personalidad que debemos potenciar en el aula para asegurarnos de que los alumnos sean capaces de seguir aprendiendo durante toda su vida y sean capaces de adaptarse a nuevas situaciones.

7. Integrar las TIC. Hacer un uso cotidiano y sistemático de la TIC en el aula es una ventana abierta al mundo que no debe faltar en ninguna escuela. Pero no se trata de utilizarlas porque sí (por esnobismo), se trata de aprovechar aquello que nos aportan para llevar a cabo una didáctica más activa, para facilitar la atención individualizada a los alumnos. En mi opinión, deben combinarse los "métodos tradicionales" con las TIC: los alumnos deben leer en pantalla, pero también en papel; deben escribir con un teclado, pero también con lápiz y bolígrafo.

8. Fomentar la lectura. La comprensión lectora es fundamental para acceder al conocimiento. Por ello, leer debe ser un acto diario en el aula y debe de ser un momento compartido entre alumnos y docentes. Leer lo que les apetezca cada día al menos durante 15 minutos es una práctica imprescindible para adquirir un buen nivel de compresión y fluidez lectora.

9. Fomentar el trabajo colaborativo. El estudio y la adquisición del conocimiento no son exclusivamente una práctica individual y solitaria. El trabajo en equipo, además de ser una herramienta que los alumnos necesitarán dominar en el futuro, es una manera motivadora y creativa de trabajar en el aula. Para ello es necesario, entre otras cosas, flexibilizar el diseño y la distribución de los muebles que hay en el aula. Hay que acabar con las aulas auditorio.

10. Reformular la manera de evaluar. Replantearse la idoneidad de los exámenes que valoran la capacidad de retención de conceptos es fundamental para lograr una nueva forma de enseñar en nuestras aulas. Nada de lo dicho anteriormente tiene sentido si, al final, los alumnos tienen la percepción de que lo único importante es aprobar y que para ello solo tienen que retener los conceptos fundamentales de lo que se ha trabajado en clase. La evaluación debe ser continua y el peso de los exámenes tradicionales mínimo.
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