Elogio de la reflexión: frenar para avanzar

lunes, 29 de abril de 2013
Durante mi infancia, cuando el dedo gordo de mi pie asomaba travieso por la punta del calcetín, mi madre cogía aguja e hilo y lo remendaba con amor y destreza, quedando como nuevo durante una buena temporada. Y así el calcetín era cosido y recosido tantas veces como era necesario. Hoy, cuando uno de mis calcetines está ligeramente desgastado, lo tiro a la basura y me compro otro par.

En nuestra sociedad, donde prevalecen los valores del consumismo por encima de cualquier otro, se potencia el "usar y tirar" (sucede también con los electrodomésticos, con los pañuelos, con los alimentos... e incluso con las ideologías y los valores) y, en mi opinión, eso está afectando también a nuestra manera de entender la educación.

Nuestros alumnos están acostumbrados a acercarse a la realidad con intermediación de la tecnología, por eso, la escuela, mucho más lentamente de lo que sería deseable, está adaptando sus métodos a la realidad de los alumnos que no es otra que la instantaneidad y la simultaneidad.

La multitarea se está imponiendo como característica primordial del aprendizaje. Los jóvenes de hoy en día están acostumbrados a hacer varias cosas al mismo tiempo: tuitean mientras ven un programa en la televisión, mantienen varias conversaciones a la vez a través de WhatsApp, caminan por la calle sin tropezar mientras escriben a toda velocidad un mensaje en el teléfono móvil...; tienen una estructura mental que, a imagen y semejanza de un ordenador, les permite "abrir diversas ventanas" al mismo tiempo para llevar a cabo varias tareas simultáneamente.

No seré yo quien esté en contra de esta manera de aprender, de adquirir conocimientos, pues creo que la tecnología condiciona los procesos mentales, potenciando unas habilidades o destrezas por encima de otras: eso sería ir contracorriente y supondría un grave error por parte de los educadores.

Pero (siempre hay un "pero"), la escuela también debe facilitar un espacio donde se pueda reflexionar, profundizar sin prisas en un tema. Propongo una especie de "educación defensiva" que ayude a preservar aquellas habilidades que también consideramos importantes y que pueden quedar relegadas por los nuevos tiempos, por las nuevas inercias de aprendizaje.

Propongo que se mantenga en las escuelas un espacio para la reflexión, para la calma, para hacer una sola cosa pero en profundidad... sin renunciar a que los alumnos sean habitualmente multitarea.

No estoy del todo de acuerdo con Nicholas Carr (Superficiales. ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?) cuando afirma que Internet nos hace más superficiales; creo que nos hace diferentes pero no peores, nos hace más proactivos, más rápidos, más intuitivos. Pero creo que es necesario que en la escuela convivan aprendizajes multitarea con aprendizajes más lentos, que dejen algún espacio para la reflexión.

A veces es conveniente detenerse o aflojar el ritmo para poder llegar más lejos.

Soy incapaz de imaginar una educación sin libros... (23 de abril, Día Internacional del Libro)

lunes, 22 de abril de 2013
“Hay quienes no pueden imaginar un mundo sin pájaros; hay quienes no pueden imaginar un mundo sin agua; en lo que a mí se refiere, soy incapaz de imaginar un mundo sin libros.” Jorge Luis Borges

El pasado 18 de abril, tuve la fortuna de asistir, en el Instituto Nacional de Evaluación Educativa (@educaINEE), a una conferencia de Antonio Villar, catedrático de Fundamentos del Análisis Económico de la Universidad Pablo de Olavide. En ella, entre otras muchas cosas de gran interés, el profesor Villar afirmó que:

“El número de libros que hay en una casa incide más en los resultados educativos que la renta económica.”

Con el paso de los días, no ha hecho más que aumentar mi interés por tal afirmación, valorando de una manera muy especial que provenga de un reconocido economista y no de un pedagogo, maestro o educador.

Investigando un poco, he encontrado una cita de Cicerón (106 a.C.-43 a.C.), que, mucho tiempo antes, viene a expresar lo mismo:

 
“Un hogar sin libros es como un cuerpo sin alma.”

No cabe duda de que lo que entendemos por “libro” ha cambiado mucho desde los tiempos de Cicerón. Pero lo que es especialmente relevante es la posibilidad de acceder de manera fácil a la cultura, a la información que transmiten esas ventanas abiertas al mundo que conocemos con el nombre de libros.


En este sentido, el Día Internacional del Libro, que se celebra el día 23 de abril, debería ser de obligado tratamiento en todos los centros educativos. Si quieres conocer muchos recursos para trabajar este día en el aula, te propongo que visites el blog de @miriamleiros Para profes y padres .

Probablemente, a la afirmación de Antonio Villar (y lo digo sin disponer de datos estadísticos en los que basarme) deberíamos añadir la posibilidad de conexión a Internet, que hoy me parece de vital importancia para no quedar al margen de la sociedad, en general, y de la educación, en particular.

A mí no me importa si los libros son digitales o si están impresos en papel, sin son interactivos o permiten hacer volar nuestra imaginación, si son científicos o de ficción, si contienen cuentos, poemas o historietas, si son grandes o de bolsillo o caben cientos en una lector electrónico... lo que realmente me importa es que se pueda acceder a ellos con facilidad, que se pueda aprehender aquello o de aquello que contienen. Y, en este sentido, yo soy incapaz de imaginar una educación sin libros.

¡Feliz Día del Libro 2013!
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La escuela: una visión poética

miércoles, 17 de abril de 2013
La escuela no es un edificio, aunque tenga grandes ventanas y un enorme jardín. La escuela es un huerto y los alumnos son semillas de diferentes plantas, puede incluso que algunos ellos, en lugar de lechugas y tomates, sean judías mágicas de las que crecen en los cuentos.

La escuela es un lugar de encuentro para compartir, para aprender, para sonreír, para jugar, para trabajar, para amar y ser amado, para soñar... en fin, para ser. 

La escuela no se puede limitar entre cuatro paredes. La escuela son las personas, los dibujos, los cuentos, las historias, las sonrisas, los sueños, las esperanzas...


La escuela no son cuatro pupitres y una pizarra (aunque sea una de esas PDI súper moderna de última generación). La escuela es un pequeño universo, un mundo elaborado con palabras de futuro, con esperanzas de un mañana mejor.

Por eso el maestro no es una enciclopedia con piernas; es un punto de apoyo, un guía, un mago, un contador de historias, un creador de ilusión. O si lo prefieres es el labrador que cuida la tierra, que alimenta las semillas que un día se convertirán en plantas.

Por eso los alumnos no son recipientes vacíos a rellenar ni trozos de plastilina a modelar... son fuego al que hay que avivar, son sueños a los que hay que alimentar, son libros por escribir.

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La educación en un laberinto: Keep It Simple, Stupid!

lunes, 15 de abril de 2013
Por todos es sabido que la educación es un sistema complejo, ya que intervienen multitud de variables. Por ello, lo que menos necesita es que la compliquemos aún más.

Las personas que intervenimos de uno u otro modo en los procesos educativos formales (docentes, alumnos, familias, orientadores...) nos encontramos justo en medio de un complejo laberinto... y, de momento, no disponemos de ningún hilo de Ariadna que nos ayude a desentrañar lo que en apariencia es caos absoluto y nos ayude a encontrar la salida.

Pero, ¿cuál puede ser nuestro hilo de Ariadna? En mi opinión, la respuesta es obvia: internet y las TIC... pero no a cualquier precio, ni de cualquier forma.
 
A diferencia de lo que sucede en educación, en diseño y en informática se aplica el principio KISS, acrónimo de Keep It Simple, Stupid! (¡Mantenlo sencillo, estúpido!). Se basa en el hecho de que los usuarios de un producto, o de un software, prefieren que sea de uso sencillo y fácil de aprender su manejo. La mejor solución suele ser la más simple, no la más compleja.
 
Todo esto está relacionado con el principio científico de la navaja de Ockham o principio de la parsimonia: en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la más correcta. Ante una situación compleja, debemos dividirla en pequeñas parte que sean comprensibles, para de esa forma poder abarcar su complejidad.
 
El principio KISS aplicado a la educación implica ser humilde o, al menos, no ser pretencioso. Debemos tener la voluntad de anteponer los intereses de los alumnos al lucimiento personal. En ocasiones, las menos afortunadamente, ciertas experiencias relacionadas con las TIC parecen pensadas para el lucimiento del docente más que para una mejora del aprendizaje de los alumnos.
 
Al margen de cuestiones económicas (no hay dinero para nada o eso dicen), creo que uno de los grandes problemas con los que se está encontrando la aplicación de las TIC en educación es que no siempre se está optando por lo más simple por lo fácil, por aquello que ayuda a mejorar los procesos existentes y no los complica o los hace más complejos. ¿Qué sentido tiene tiene utilizar las TIC en procesos que funcionan mejor sin ellas? La aplicación de la tecnología debe suponer una mejora (en algún sentido) de los procesos de enseñanza/aprendizaje, sino no carece de sentido.

Creo que una buena estrategia para hacer una incorporación amable de las TIC en las aulas es que las aplicaciones tecnológicas educativas nazcan de las necesidades de mejora de los procesos educativos, que no sean los procesos de enseñanza/aprendizaje los que tengan que adaptarse a la tecnología. Muchos de los productos que se ofertan desde la empresas tecnológicas no dan respuesta a situaciones que necesitan mejora sino que rompen con la “realidad” existente... con la sensación de angustia que ello provoca a una parte importante de los docentes.
 
Con el tiempo, con el uso “amable” de la tecnología, serán los propios docentes que ahora siente miedo ante las TIC, los que demandarán nuevas vías, nuevas posibilidades más allá del “siempre se ha hecho así”.
 
Nadie que se dedique a la docencia puede resignarse a permanecer anclado en metodologías obsoletas que no dan una respuesta adecuada a las necesidades de los tiempos que corren... pero algunos van a necesitar que les tendamos puentes que les ayuden a cruzar al otro lado del río sin ahogarse.
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¿Cómo educar a una generación sin futuro?

lunes, 8 de abril de 2013

Debería ser obligatorio empezar así las clases cada día:
Buenos días, ¿os ha sucedido algo interesante? ¿tenéis interés por hablar sobre algún asunto en particular?”

Es incuestionable que a partir de ahí, de los intereses reales de los alumnos, es como puede construirse mejor una sesión de aprendizaje, o bien, como puede crearse el clima de motivación adecuado para iniciar la labor docente.

El problema surge cuando los alumnos están tan desorientados, tan “perdidos” que no son capaces de encontrar motivación por nada. Los jóvenes de hoy tienen la sensación de haber llegado a un Point of No Return, y si el futuro no existe, su única preocupación es vivir el momento sin interés por nada que no sea inmediato.

En los tiempos que corren, una de las funciones esenciales de la docencia es recuperar la ilusión por el mañana de los millones de jóvenes que son incapaces de vislumbrar un objetivo de futuro, que no creen en unas instituciones que no les representan (que han acabado con su porvenir), que no encuentran ninguna razón para luchar por un mañana que es demasiado incierto.

Educar a una generación “perdida” es una dificultad más en la ya de por sí difícil tarea de educar.

Educar a la generación del “aquí y ahora” significa intentar que los jóvenes no queden al margen de la sociedad, no opten por una actitud de pasotismo o de destrucción compulsiva. Nuestra obligación como educadores es formar a estos jóvenes para que se enfrenten de forma constructiva y con espíritu crítico a un sistema que no funciona, a una realidad injusta que prioriza el beneficio de unos pocos en lugar del bien común, que facilita que la riqueza se acumule en unos pocos (poquísimos) en lugar de repartirse de una manera más equitativa y justa.

Algunos pensarán que este es un post “político”, pero yo creo que es un texto pedagógico, de justicia social, que no pretende defender ninguna ideología, sino apelar a valores humanos como la solidaridad y la justicia.

Ya lo he dicho en otras ocasiones, por mucho que se empeñen, la educación debe mantener su función de equilibrio social, de ascensor, de facilitar que no se pierda para la sociedad el talento de ninguna persona. La función de la educación no es solo alfabetizar, o preparar para el futuro laboral, educar es también dar esperanza, preparar a los alumnos para un mañana mejor.

No está dentro de las posibilidades de los docentes dotar a la juventud de un futuro mejor, pero sí que lo está el luchar cada día para que estos no caigan en el desánimo, en la desesperación, en el pasotismo absoluto y dotarles de las herramientas necesarias para que tengan espíritu crítico ante una sociedad que no funciona.

Para ello es necesario que los docentes sean cada día más profesionales, es decir, reciban un formación cualitativa y cuantitativamente mejor, y, a la vez, mantengan el entusiasmo intacto... aunque esto no sea tarea fácil en los tiempos que corren.
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Los 7 pecados capitales en la educación

martes, 2 de abril de 2013
Durante los días de vacaciones de Semana Santa encontré una noticia que llamó mi atención: Personajes de Bob Esponja se inspiraron en los siete pecados capitales. Busqué un poco por internet y descubrí que ya hace tiempo que corre por YouTube:


A partir de aquí empecé a reflexionar sobre el hecho de que educar es un proceso que nace, crece, se reproduce y muere, para volver a empezar el ciclo de manera continua y permanente, es decir, la educación se comporta como un ser vivo, más concretamente como un ser humano, pues en ella se reflejan las virtudes y los defectos de las personas.
Dicho de otra forma, cualquier proceso educativo corre el riesgo de caer en alguno de los 7 pecados capitales que señala la tradición cristiana.

De los 7 pecados que todos conocemos (pereza, gula, avaricia, envidia, ira, soberbia y lujuria), 6 de ellos tienen una incidencia directa en la educación y uno, la lujuria, no. Por ese motivo permitidme que cambie lujuria por desánimo.

Pereza. Puede afectar a cualquiera de los elementos que participan en los procesos educativos. La solemos relacionar con los alumnos, a los que casi siempre solemos ponerles la etiqueta (no siempre justa) de vagos. Pero mucho más grave es cuando este pecado afecta a los docentes y estos sienten desgana y desánimo en su quehacer diario. Ni qué decir tiene que este pecado también afecta a los legisladores educativos.
Gula. Afecta a un gran número de docentes, se identifica con la glotonería, con el consumo excesivo de conceptos y datos educativos. Estos docentes, de manera irracional, obligan a sus alumnos a convertirse en "obesos intelectuales", ofreciéndoles "grandes comilonas" en forma de lecciones magistrales con todos tipo de cifras, fechas, listas de nombres y efemérides.
Avaricia. Son los legisladores educativos los más afectados por este pecado capital. Pensar en sus intereses personales o de partido y no en el interés general de la ciudadanía es una de las formas más evidentes en las que se muestra este pecado. También algunos (pocos según creo) claustros que anteponen intereses económicos por delante de criterios pedagógicos.
Envidia. Este pecado afecta de manera directa al trabajo en equipo, indispensable para educar en centros educativos del nivel que sea. El mejor horario del compañero, las simpatías que despierta entre los alumnos, el éxito de sus métodos innovadores... pueden ser causa de celos que impiden colaborar y compartir, dos verbos imprescindibles en educación.
Ira. La agresividad, el deseo de venganza, la intolerancia, la discriminación, el resentimiento son los síntomas más evidentes de este pecado capital. No debe confundirse con la reivindicación legítima de derechos ni con la lucha por mejores condiciones de los centros educativos públicos.
Soberbia. Nos puede afectar a cualquiera sin darnos cuenta. A veces creemos que nuestra manera de hacer las cosas, nuestra forma de enseñar, nuestra manera de comportarnos es la única manera de hacer bien las cosas. Eso nos hace estar cerrados en nosotros mismos y no ser capaces de innovar y probar nuevas maneras de enseñar. (No dedicaré ni un segundo a comentar la soberbia de nuestros dirigentes educativos... no diría cosas demasiado elegantes y el silencio es más que significativo).
Desánimo. Es el pecado más grave para docentes y alumnos. Cuando la realidad educativa no se adapta a los intereses de la sociedad, cuando intentamos educar a personas del siglo XXI con modelos metodológicos del siglo XIX, el desánimo es el pecado más grande pues nos impide realizar nuestra tarea de educadores.

Para finalizar, me gustaría decir que todo pecado tiene como contrapartida una virtud. Estas son las 7 virtudes que deben dirigir los procesos educativos: diligencia, templanza, generosidad, solidaridad, paciencia, humildad y entusiamo. 
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