La creatividad como motor de la educación

lunes, 25 de agosto de 2014
En un momento en el que el devenir de los sistemas educativos está condicionado de forma evidente por las evaluaciones estandarizadas (PISA, PIRLS, TIMSS...), puede resultar paradójico plantear que la creatividad debe ser el motor de la educación. Pero, en realidad, es de sentido común.

Hoy, aunque muchos se empeñen en negarlo, se enseña (o al menos eso se prioriza desde la legislación educativa) para la prueba, lo que se conoce como teaching to the test. El objetivo último es mejorar posiciones en el ranking de PISA. La consecuencia es que no siempre se valora el proceso a través de cual se ha llegado a una conclusión, focalizando la atención en el resultado final. Los test de respuesta múltiple penalizan el error, lo que, a la larga, coarta la capacidad de los alumnos de buscar respuestas nuevas a situaciones cambiantes.

Educar en el conocimiento estandarizado responde a un concepto de la escuela como institución de control social. En cambio, educar en la creatividad responde a una escuela cuya función es la de transformar la sociedad. El primer modelo de escuela daba respuesta a las necesidades de la sociedad de siglo XXI; el segundo modelo debe dar respuesta al mundo actual.

Una de las tareas en las que un docente debe poner más empeño es luchar cada día contra el impulso de automatizar rutinas. La divergencia debe convertirse en un valor fundamental en la educación escolar (a diferencia de lo que sucede con la escuela tradicional), solo así formaremos personas capaces de adaptarse a un mundo cambiante.

Para conseguirlo, el primer paso es comprender que un aula no es un auditorio, sino una comunidad. Hay que dejar de tratar a los alumnos como espectadores (receptores pasivos de conocimiento) para darles el papel de actores (creadores activos de conocimiento).

Una educación basada en el pensamiento creativo es mucho más motivadora para los estudiantes (y debería serlo también para los profesores) ya que les permite poner en juego capacidades como la imaginación y la originalidad, y posibilita satisfacer continuamente su impulso por descubrir cosas nuevas, su curiosidad.

La enseñanza creativa tiene como eje central a la persona, con sus talentos y limitaciones, en tanto que individuo y como miembro de un grupo o colectivo. Por este motivo, se potencia de forma notable el trabajo colaborativo, donde la responsabilidad compartida es un elemento esencial.

En el contexto de una escuela que tenga a la creatividad como motor que la impulse, hay que entender el nuevo rol del profesor, donde este ya no es el portavoz del saber. En palabras de Gustavo Dessal:

Un maestro no es simplemente aquel que detenta un saber. No es un experto, tal como acostumbramos a concebir en la actualidad a los representantes del saber. Un maestro es quien sabe conservar vivo el espíritu socrático de la pregunta, y su enseñanza consiste en darnos la mejor prueba de su amor: lograr que aprendamos la única lección magistral que nos pone en el camino de un saber verdadero, y que consiste en percatarnos de que ninguna palabra puede decir toda la verdad.”*

*Bauman, Zygmunt; Dessal, Gustavo: El retorno del péndulo. Madrid, Fondo de Cultura Económica de España, 2014.

El docente como líder del aula

miércoles, 6 de agosto de 2014
Afirmar que el docente es un líder para sus alumnos puede parecer una perogrullada, es decir, algo tan obvio que no merece especial atención. La cuestión cambia cuando lo que hacemos es definir qué tipo de líder es (o debería de ser).

Tradicionalmente el docente ha sido un líder autoritario con capacidad para suspender y castigar. Su liderato se basaba en el respeto ganado a base de disciplina (entendida esta en sentido pseudomilitar). El temor era el sustento de la autoridad. Pero ese no es tipo de líder que necesitan las escuelas del siglo XXI.

El docente debe ser un líder "observador". En todo momento debe estar atento a sus alumnos (a sus expresiones faciales, su tono de voz...) para captar pistas emocionales reveladoras que le permitan saber si lo que está explicando o haciendo despierta el interés o, por el contrario, despierta indiferencia e incluso desdén. El docente debe ser un líder empático capaz de analizar las actitudes individuales de los alumnos y también las del grupo clase.

Obviar el ambiente emocional del aula es uno de los errores más habituales de los docentes. Lo importante para muchos docentes es que los alumnos aprendan, pero se preocupan poco o nada de cómo lo hacen. Es eso que en otras ocasiones he comentado: "los docentes deben dejar huellas, no cicatrices."

El docente debe ser un líder motivador, capaz de hacer cada uno de sus alumnos saque lo mejor de sí mismo. Un líder que no imponga, que no detente un poder absoluto, sino que sepa escuchar, que sea flexible, que sepa trabajar en equipo (con sus alumnos y con otros docentes).

Ojalá en nuestras escuelas se diera una educación que no basara su esencia en el suspenso, sino en el aprendizaje. Eso permitiría a los docentes ser mejores líderes para sus alumnos.
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