La receta de la buena educación

miércoles, 23 de octubre de 2013
La educación y la cocina tienen mucho en común. Un buen profesor y un buen cocinero son aquellos que saben mezclar los ingredientes adecuados y en la proporción justa para conseguir el resultado deseado.

Los mejores cocineros: Adrià, Arzak, Berasategui... destacan por su capacidad de innovación, son capaces de convertir un plato tradicional en algo totalmente distinto, en una explosión de sensaciones para los cinco sentidos que conserva al mismo tiempo la esencia de la cocina de toda la vida. Lo mismo sucede con los profesores. Los mejores docentes son aquellos capaces de reinventarse cada día en función de las necesidades reales de sus alumnos, son aquellos que no repiten esquemas año tras año, curso tras curso.

Aunque parezca una contradicción con el título del post, no hay una única receta para la buena educación, pero sí que podemos dar algunas pistas que nos permitan crear siempre un buen "caldo educativo".

El gran truco está en los ingredientes. En toda receta educativa, hay dos ingredientes que no pueden faltar nunca: vocación y profesionalidad. Estos dos ingredientes deben estar siempre bien compensados: mucha vocación y poca formación dejan al alumno demasiado dulce; y, al contrario, poca vocación y demasiada formación lo dejan demasiado soso.

Todo esto debe ir aderezado con un buen puñado de entusiasmo, que es el ingrediente esencial para no desfallecer nunca en el intento de conseguir los mejores platos educativos. El entusiasmo es la sal de la educación.

Lo importante es saber siempre cuál es el plato que conviene preparar para cada ocasión. Algunas veces será un plato con mucha TIC, otras con muchos valores, otras será una fuente llena de historias fantásticas... pero siempre debe ser un plato que cumpla con su cometido: educar a nuestros alumnos.

¿Quién quiere acabar con la educación pública?

domingo, 20 de octubre de 2013
Un profesor que no enseña y un alumno que no aprende deberían ser tan extraños y absurdos "como un belga por soleares" (Joaquín Sabina: Así estoy yo sin ti); pero desgraciadamente son más habituales de lo deseable.

El futuro de la educación no debería verse "vacío como una isla sin Robinson, oscuro como un túnel sin tren expreso..." (Joaquín Sabina: Así estoy yo sin ti); sino que debería verse como el motor que permitirá navegar a las personas por el agitado océano de un mundo inestable. El futuro de la educación no debe estar al alcance de unos pocos, debe ser para todos y cada uno de los seres humanos que habitamos este frágil planeta.

La educación pública y de calidad está sufriendo un ataque neoliberal sin precedentes. Les asusta que todo el mundo pueda acceder a una escuela de calidad y que seamos personas con espíritu crítico: es más fácil manejar a ciudadanos sin formación y derrotados por la perspectiva de una vida vacía.

Bajo la excusa de una oportuna y sospechosa crisis económica, el capitalismo de los mercados está ganando la batalla al capitalismo social y está socavando de manera imparable el corazón mismo de los derechos sociales. Nos envían mensajes, nada sutiles, como que ahora debemos tener iniciativa emprendedora porque "papá-Estado" ya no está dispuesto a protegernos más.

Desde que la gran amenaza del capitalismo cayó junto con el muro de Berlín, ya no tienen la necesidad de invertir parte de sus beneficios en mantener contento a los ciudadanos, pues estos ya no corren el riesgo de caer bajo el influjo del demonio comunista.

Ante este ataque despiadado y salvaje, ¿podemos afirmar que la educación pública tal y como la conocemos hoy está muerta? Creo (o espero) que no. En estos momentos está herida, gravemente herida, pero depende de nosotros, de los ciudadanos y de los profesionales de la educación, de nuestra inteligencia y de nuestra capacidad de luchar contra la injusticia... que la escuela no muera y permanezca fuerte y sana para siempre. 
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Enseñar a desaprender, enseñar a olvidar

lunes, 14 de octubre de 2013
A diferencia del conocimiento, la sabiduría no envejece.” Zygmunt Bauman

Desde tiempos inmemoriales, una de las máximas de la educación ha sido la memorización de contenidos. Esta es una herencia directa de los tiempos en los que no existía la escritura y, por tanto, la transmisión oral era fundamental para que los avances culturales y tecnológicos pasaran de una generación a otra.

Muy lentamente, con el paso de los siglos, al consolidarse distintos métodos para conservar y transmitir el conocimiento, especialmente la imprenta, la memoria ha ido perdiendo protagonismo en la educación hasta quedar relegada en la actualidad a un recurso más sin especial preponderancia. Por primera vez en la historia disponemos de una inagotable memoria externa, donde almacenar todo el conocimiento de la humanidad e ir actualizándola constantemente, pudiendo dedicar nuestra actividad cerebral a otras tareas.

En esta primera década del siglo XXI se está produciendo un cambio de paradigma: la función de la educación no es fijar el conocimiento, es decir, enseñar a recordar; sino que la educación tiene como objetivo enseñar a olvidar, o sea, a identificar y desechar los conocimientos caducos.

En palabras de Bauman: “Olvidar por completo y con rapidez la información obsoleta y las costumbres añejas puede ser más importante para el éxito futuro que memorizar jugadas pasadas y construir estrategias basadas en un aprendizaje previo”.

Enseñar a desaprender significa dotar a nuestros alumnos de las herramientas, destrezas, competencias y conocimientos necesarios para reconocer en todo momento lo que está vigente. Enseñar a olvidar no significa vaciar la enseñanza de contenidos, más bien al contrario, pero sí que supone una revisión de los contenidos que deben enseñarse en función del objetivo que pretendemos conseguir.

De hecho el aprendizaje en el siglo XXI se parece mucho a lo que hace Ferran Adrià con la cocina: hay que deconstruir los conocimientos adquiridos, replantearse todo el saber tradicional, desmontarlo para volver a edificarlo.

De este modo, en la educación actual debemos manejar conceptos clave como adaptación, incertidumbre, aprender a aprender, aprendizaje permanente, asertividad, educación emocional, valores… Debemos sentirnos cómodos en un entorno cambiante, debemos aprender a entender la labor docente como una guía con la que acompañar a nuestros alumnos en un mundo inestable.

Podemos resumir todo lo dicho hasta aquí con las palabras del genio Albert Einstein: “Educación es lo que queda después de olvidar lo que se ha aprendido en la escuela.”



Las dos citas de Zygmunt Bauman están extraídas de Tiempos líquidos. Tusquets editores, Barcelona, 2013.
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Usos y costumbres en educación

viernes, 11 de octubre de 2013
Si me lo permitís, quisiera compartir con vosotros una historia que ilustra de manera clara la importancia de replantearnos por qué educamos de la manera que lo hacemos o cómo hay usos y costumbres en los procesos de enseñanza que tienen que ver más con “siempre se ha hecho así” que con la efectividad y la eficacia de sus resultados:

Hace unas semanas invité a toda mi familia a comer en mi casa. Siempre me ha gustado cocinar y decidí prepararles una receta bien sabrosa: Dorada al horno.

Siguiendo la receta tradicional de mi familia, copiando los pasos que había visto cientos de veces hacer a mi madre, empecé a preparar el pescado en presencia de mi sobrino de 12 años. Pelé y corté las patatas, piqué la cebolla y lo puse todo en una bandeja. A continuación, cogí una enorme y fresca dorada, le corte la cola...

-¿Por qué cortas la cola del pescado, tío? -me cuestionó mi sobrino.

-Porque este pescado se prepara así. Así se lo he visto hacer siempre a mi madre.

-Pero, ¿para qué se le corta la cola?

-Pues no lo sé, pero seguro que si lo hace mi madre debe de ser por algún motivo: para que se cocine más rápido, para que tenga mejor sabor...

-En realidad, tío, no sabes por qué hay que cortar la cola de la dorada.

En ese momento entró mi madre a la cocina y le pregunté el motivo por el que hay que cortarle la cola al pescado. Ella tampoco lo sabía pero me comentó que lo hace porque así se lo ha visto hacer siempre a su madre.

En eso entró mi abuela en la cocina:

-¡Mira qué oportuna! Abuela, ¿por qué hay que cortar la cola de la dorada antes de meterla en el horno? ¿Es para que se cocine más rápido, para que tenga mejor sabor...?

-Pues no hijo, por nada de todo eso -contestó mi abuela-. Le corto la cola al pescado porque mi horno es muy antiguo y muy pequeño y no cabe una dorada entera. Ese es el único motivo.

Así fue como me di cuenta que hay que replantearse los usos y costumbres de nuestra forma de educar, porque muchas veces reproducimos actitudes, formas y maneras de hacer porque tradicionalmente se ha hecho así, sin tener en cuenta que los tiempos cambian y las necesidades y los recursos de los que se disponen evolucionan.

Creo que es un ejercicio necesario para cualquier docente dedicar un tiempo a cuestionarse el porqué de su manera de enseñar y sí lo que hace en el día a día cumple con los objetivos que pretende o simplemente lo hace por tradición.
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Aquiles, la tortuga y la educación (la educación como objetivo inalcanzable)

miércoles, 9 de octubre de 2013
Todos hemos oído hablar de Zenón, el filósofo griego discípulo de Parménides, y sus aporías o paradojas. Una de las más conocidas es la de Aquiles y la tortuga:

Aquiles, llamado "el de los pies ligeros", decide salir a competir en una carrera contra una tortuga. Ya que corre mucho más rápido que ella, le da una gran ventaja inicial. “Aquiles comienza a correr hacia la tortuga, la tortuga comienza a correr en la misma dirección que Aquiles. (…) a pesar de que Aquiles corre mucho más aprisa que la tortuga, no podrá nunca cogerla. Cuando Aquiles alcanza el puesto donde estaba la tortuga cuando Aquiles comenzó a correr, la tortuga ha recorrido un poco desde ese punto. Aquiles, por tanto, ha de alcanzar el punto donde está ahora la tortuga; y cuando alcanza ese punto, la tortuga desde luego se ha movido a otro punto (…) y así continuará hasta el infinito.”

Aunque es una argumentación aparentemente lógica, es una paradoja porque la experiencia nos dice que Aquiles sí que alcanza a la tortuga.

Pero en el caso de la educación lo que dice Zenón es exactamente lo que sucede. Cuando se alcanza un objetivo, ya han cambiado las condiciones sociales, las necesidades, la tecnología, las personas… de modo que, aún alcanzado el objetivo, ya se ha planteado inevitablemente otro nuevo y así hasta el infinito. Por ese motivo la educación no puede ser más que un proceso, un camino cuyo objeto es no detenerse nunca, no dejar nunca de caminar. Las personas que se detienen pierden el tren que nos conduce por la vida...

Por tanto, la educación es un objetivo inalcanzable y ahí reside su grandeza. El aprendizaje es necesariamente permanente, continuo, porque vivimos en un mundo de incertidumbre.

Las personas y la sociedad no son inmutables sino cambiantes, por tanto, la educación también lo es, por mucho que nos resistamos a creerlo pues para muchos supone abandonar la seguridad de lo estable para adentrarse en el caos de lo cambiante.

Hasta que no entendamos que esto es así, no será posible cambiar el paradigma educativo para que responda a las necesidades del mundo actual y de las personas que vivimos en él.


El texto de la paradoja de Aquiles y la tortuga está extraído de la página 21 de:
Hartnack, Justus: Breve historia de la Filosofía. Ed. Cátedra, Madrid, 1982.
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Internet en educación: ¿un caramelo infoxicado?

lunes, 7 de octubre de 2013
Tenía el post escrito a punto de ser publicado en el blog, cuando recibí la alerta del post de Dolors Reig (@dreig) en El caparazón: Ventajas de la infoxicación:cuando el tiempo pasa más despacio. En ese momento, decidí cambiar el título de mi artículo, pues el adjetivo “infoxicado” adquiría un valor positivo, que no siempre se le concede, a la vez que mantiene esa similitud con “intoxicado”, que me permite señalar el miedo que sienten muchos docentes ante lo que significa la incorporación de las TIC en educación.

En su artículo, Dolors Reig afirma que según investigaciones recientes:

"(…), resulta que cuando la información es familiar se procesa de forma rápida pero cuando es caótica, nueva, cuando no entra por nuestros sentidos en el orden correcto, necesita ser reorganizada y procesada para que la entendamos, generando la sensación de que el tiempo pasa mucho más despacio.”

Realmente me sorprendió la afirmación de que en el océano de información en que navegamos el tiempo pase más despacio… tenía la “intuición” errónea de que sucedía todo lo contrario.

La afirmación de @dreig me parece un argumento más a sumar a la larga lista de ventajas que supone la utilización de Internet en los procesos de enseñanza/aprendizaje. La lista que yo había elaborado incluía:
-Facilita el proceso de socialización de los alumnos porque facilita la participación activa.
-Supone una puerta abierta a información, acontecimientos… complementando así la educación que el alumno recibe en el ámbito escolar.
-Favorece la interacción y el trabajo colaborativo, pues permite intercambiar ideas, opiniones…
-Convierte el aula escolar en un espacio sin paredes, abierto al mundo.
-Mejora la motivación de los alumnos ante las tareas escolares y, según parece, se mejoran los resultados académicos.

Por tanto, en mi opinión la incorporación de Internet y las TIC en el mundo de la educación es indiscutible e irremediable. El problema está en que hay docentes que ven Internet como una manzana envenenada (como la del cuento de Blancanieves), es decir, apetitosa pero muy peligrosa.

Yo creo que internet en educación es un caramelo infoxicado, que además de una fuente inagotable de información y datos supone un cambio estructural revolucionario, un cambio paradigmático sin precedentes.

La infoxicación, como ya he dicho, no es en sí misma un aspecto negativo. Valorar o discriminar la información significativa en el maremágnum de información es uno de los contenidos más relevantes de la educación actual. Esto requiere tiempo y conocimiento. Las redes sociales juegan un papel importante. Pero, ¿cuántos docentes tienen perfiles activos de carácter profesional en las redes sociales para compartir información con otros docentes?

Ante los cambios que supone la integración de Internet en la educación, muchos docentes se sienten como si estuvieran al borde de un abismo, como en las películas de exploradores en las que el héroe aguanta a duras penas el equilibrio y está a un suspiro de caer a un precipicio sin fin. Sienten esa sensación de vértigo, de angustia vital, esa especie de mareo que causa sentir que puedes caer al vacío.

La sensación de inseguridad es tal que cuando intentas ayudarles a aguantar el equilibrio, cuando los sujetas para que no caigan, ellos tienen la sensación de que pretendes darles un empujón hacia el abismo.

A lo largo de la Historia, todas las revoluciones tecnológicas han causado vértigo a las personas que las han vivido y siempre se han superado los miedos.

De todos modos, no debemos cegarnos y cometer con las TIC los mismos errores que se han cometido con otras tecnologías que se han ido incorporando al mundo de la educación. No se trata de borrar de un plumazo todo aquello que se ha hecho tradicionalmente en la escuela y sustituirlo por lo digital, se trata de saber combinar adecuadamente las posibilidades que nos dan todos los recursos a nuestro alcance.
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Pequeña historia de una buena profesora

jueves, 3 de octubre de 2013
Esta es la historia de una profesora que puede llamarse Laura, Esperanza, Miriam, Mercedes... Una maestra tan abnegada que sus alumnos aprenden casi sin darse cuenta y con alegría. Tan buena es esta profesora que muchas veces se hace invisible y sus alumnos continuan trabajando sin que ella esté presente. Pero eso sí, cuando algún alumno la necesita ella siempre está allí.

Una maestra afable, de sonrisa ligera pero permanente, siempre atenta a los pequeños detalles y a los gestos de reconocimiento. Despierta y entusiasta porque su profesión coincide con su vocación.

Recuerda el nombre de cada uno de los alumnos y alumnas a los que ha dado clase. También conoce cuáles eran sus virtudes y sus defectos lo que le permite orientarlos para conseguir lo mejor de ellos como personas y como ciudadanos.

Una profesora con la capacidad de embelesarte contándote el cuento más fantástico del mundo y, al mismo tiempo, sorprendente con su dominio de los aparatos tecnológicos más modernos. Domina el arte clásico de la enseñanza y conoce las pedagogías más emergentes.

Así es con sus alumnos, pero también con sus compañeros de claustro, a los que escucha, a los que ayuda y anima... y cuando puede los embarca en los más diversos proyectos para innovar la manera de enseñar en su centro.

Así es esta profesora..., ¿crees que podrías ser tú?
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5 maneras fáciles de frustrar a un alumno

martes, 1 de octubre de 2013
Si eres docente: ¡No te enfades antes de continuar leyendo el post!

Estoy absolutamente convencido de que no hay ningún profesor, ni uno solo en cualquier lugar del mundo, que pretenda limitar voluntaria y conscientemente a alguno de sus alumnos. Creo que no hay un solo maestro que no quiera que sus alumnos  alcancen el máximo desarrollo personal y social.

Aclarado este punto, me gustaría comentar que involuntariamente se producen situaciones en los procesos de enseñanza/aprendizaje que pueden llevar a resultados no deseados, pudiendo tener una influencia muy negativa en los alumnos.

A continuación, enumeraré cinco de estas situaciones educativas que pueden tener como nefasta consecuencia la frustración del alumno y, por tanto, incidir de una manera brutal en su educación:

1. Etiquetar a los alumnos suele provocar lo que se conoce como efecto pigmalión negativo, lo que puede provocar una autoestima baja. Deberíamos desterrar de la escuela (y también de la educación en el ámbito familiar) expresiones del tipo "No te enteras de nada...", "No sirves para nada...", "No sabes hacer nada...", "Nunca llegarás a nada...".

Es importante tener siempre presente que las expectativas que un docente tiene sobre sus alumnos suelen acabar cumpliéndose.

2. Impedir sistemáticamente a los alumnos desarrollar aquello que les gusta o aquello para lo que están especialmente dotados es otra de las formas de frustrar sus expectativas. Es importante recordar que existen distintos tipos de inteligencia y que no es conveniente valorar uno o dos tipos de forma preponderante. En la escuela, la inteligencia lógico-matemática y la lingüístico-verbal están especialmente sobrevaloradas, dejando de lado a los alumnos que destacan en cualquiera de los demás tipo de inteligencia.

3. Otra manera muy efectiva de desilusionar a un alumno es no hacerle partícipe activo de su aprendizaje, no permitirle ser generador de contenidos, en definitiva, no tratarlo como un sujeto responsable. Dar lecciones magistrales o "dictar" una lección son los caminos más fáciles para que a los alumnos les aburra la escuela y renieguen de su educación.

4. Muy relacionado con el punto anterior, no proporcionar a nuestros alumnos un aprendizaje significativo, es decir, pedirles que memoricen sin comprensión, que aprendan sin ningún tipo de emoción, les conduce inevitablemente a la desidia más absoluta.

5. No enseñarles a ser maleables, a adaptarse a situaciones cambiantes es otro de los caminos directos a la frustración. La educación tradicional tenía como objetivo "completar" al alumno para permitirle alcanzar una vida adulta plena. Ahora la educación debe prepararle para que sepa adaptarse a situaciones nuevas en un mundo lleno de incertidumbre.

Estas son cinco maneras fáciles de conducir a nuestros alumnos a la frustración más absoluta y a la desidia más profunda; es el camino más fácil para convertirles en jóvenes sin ilusión, sin esperanza; en adultos incompletos... y eso es algo que ningún educador debería permitir.

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