La educación que merecen nuestros hijos

domingo, 27 de noviembre de 2016
"La educación no es preparación para la vida, la educación es la vida en sí misma." John Dewey 


En demasiadas ocasiones olvidamos que educar exige prestar atención incondicional a la persona con la que estamos. Es igual si es nuestro hijo o nuestro alumno... educar es un acto de amor incondicional.

No existen recetas infalibles para educar. Quizá por eso todo el mundo "sabe" de educación y se siente capacitado para decir a los docentes cómo tienen que hacer su trabajo. Me gusta pensar que lo hacen por ese sentimiento de sobreprotección que invade la relación de muchos padres con sus hijos. Pero, ¿le pedirías a un economista que te operara de apendicitis o a un médico que construyera un rascacielos? El respeto por la labor docente es fundamental para mejorar la educación, pero ese respeto también hay que ganárselo día a día ofreciendo la educación que merecen nuestros hijos.

¿Qué educación es la que merecen nuestros hijos? Aquella que entiende que las personas no tenemos una única forma de aprender, que tienen en cuenta que todos tenemos unas destrezas y habilidades distintas que deben ser tratadas de forma personalizada. Es imperativo ofrecer una educación que no excluya a nadie, en la que cada persona pueda llegar lo más lejos posible, alcanzar sus metas y, porque no, sus sueños.

Una educación que les enseñe a pensar y les dote de espíritu crítico, que les permita desarrollarse como seres humanos, que les dé las herramientas necesarias para ser autónomos en todos los sentidos, que sean capaces de adaptarse a los desafíos que les depara y les deparará la vida, que les prepare para la vida.

Además, esa educación debería hacerles disfrutar del proceso. Sí, disfrutar aprendiendo. La educación debe ser un camino lleno de cosas maravillosas por conocer, de lugares fantásticos por visitar, de personas increíbles por conocer. Por supuesto que aprender requiere de un esfuerzo por parte de los alumnos, de una constancia y una perseverancia... pero ese esfuerzo puede y debe ser gozoso y no un sacrificio.

La educación es inevitablemente imperfecta. Nada de lo que hacemos o enseñamos es eterno, todo cambia con el tiempo. Por eso es tan importante que la educación que reciban nuestros hijos vaya mucho más allá de prepararles para aprobar exámenes, de sacar notas excelentes. Nuestros hijos merecen que la educación que les ofrecemos les haga mejor persona, que les permita tener una vida los más plena posible. Decía Carl Rogers que "la única persona que está educada es la que ha aprendido cómo aprender y cambiar".

A veces tengo la sensación de que la educación actual es un gigante con pies de barro... y que se va a desplomar de un momento a otro. Solo con la máxima colaboración entre docentes y familias conseguiremos que la educación que ofrecemos a nuestros hijos tenga unos sólidos cimientos.

La educación como utopía (siempre persiguiendo sueños)

domingo, 20 de noviembre de 2016
"La utopía está en el horizonte. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se desplaza diez pasos más allá. Por mucho que camine, nunca la alcanzaré. Entonces, ¿para qué sirve la utopía? Para eso: para caminar." Eduardo Galeano

Perseguir utopías nos obliga a avanzar siempre, a estar en continuo movimiento, nos permite conseguir metas y perseguir otras nuevas. ¿Qué es la vida sino la búsqueda permanente de la utopía? ¿Cuántas cosas antaño consideradas utopías hoy son realidades cotidianas?

Por ese motivo, los buenos docente son perseguidores de sueños, de utopías. Son docentes que se caracterizan por no dejar de proponer y llevar a cabo un sinfín de proyectos, uno detrás de otro (o varios a la vez). Y no lo hacen por lucimiento personal sino para que sus alumnos y alumnas aprendan más y mejor. Consiguen que aprendan ciencias, matemáticas, literatura... pero también que aprendan a hacer, a ser, a convivir, a colaborar, a compartir.

Los docentes que persiguen utopías contagian su entusiasmo. Por eso son muchos y cada vez son más.

Estos docentes saben que la educación no tiene fin, por lo que lo interesante es el proceso, el camino, y no los resultados a corto plazo. Saben que lo realmente importante es dotar a sus alumnos de las herramientas que les permitan aprender durante toda la vida, que puedan adaptarse a los cambios y afrontar los retos que encontrarán en el futuro. Justo por ello les preparan para el presente, para que sean ahora y no para lo que serán.

La educación de una persona a lo largo de su vida necesita ser como el bolso de Mary Poppins. En él cabe todo, desde lo más grande y trascendente a lo más pequeño y mundano. Cada persona debe meter en su bolso todo lo que le posibilite afrontar su vida con éxito... y no todos necesitamos lo mismo.

Para rellenar cada uno de los bolsos de los alumnos propongo que en la escuela se ofrezca una educación que sea transparente, permeable, maleable, líquida, personalizable, abierta al mundo y no limitada por los muros del aula. 

A aquellos que no entienden la labor de los docentes que persiguen utopías y se dedican a hacer el troll en las redes sociales les dedico estas palabras de Víctor Hugo: "¿Sabes cuál es mi enfermedad? La utopía. ¿Sabes cuál es la tuya? La rutina es el porvenir que se esfuerza en nacer. La rutina es el pasado que se obstina en seguir viviendo."
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¿Es la educación la llave que abre todas las puertas?

domingo, 6 de noviembre de 2016
Dicen que la educación es la llave que abre todas las puertas...
La educación que ofrecemos en la mayoría de las aulas de nuestros centros escolares se basa en la creencia errónea de que se puede enseñar lo mismo a todos los alumnos y alumnas, de la misma forma y con el mismo grado de exigencia.

Esto es así porque entendemos la educación académica como un proceso de selección "natural" de los más capaces, excluyendo a los menos capaces. ¡No se puede tener una visión más inadecuada de los que es la educación escolar!

Imaginemos, como suele ser habitual, que la educación es una llave. La creencia más extendida es que existe una llave maestra capaz de abrir la puerta del aprendizaje a todos los alumnos. No deja de ser curioso que este tipo de llave se conozca como "maestra", la misma palabra que designa a las personas que enseñan en un aula... 

Pero el día a día en la escuela se empeña en demostrar que esto no así, que no existe una única llave. Cada alumno y alumna necesita una llave distinta para abrir su puerta del aprendizaje. A cada uno debe se le debe ofrecer la llave adecuada para su tipo de cerradura (llámese inteligencias múltiples, talento, habilidad...).

Al utilizar distintas llaves (al personalizar el aprendizaje) se pretende que cada alumno desarrolle al máximo su potencial, no que se enseñen mínimos para que todos puedan alcanzarlos. Se trata de que aquellos que pueden aprender más deprisa y llegar más lejos puedan hacerlo. Dicen que en cada aula hay algún alumno de altas capacidades... suelen ser ignorados sistemáticamente permitiendo que se aburran, cuando debería posibilitarse que aprendieran a su ritmo y llegaran tan lejos como pudieran.

Ya he dicho en otras ocasiones que la escuela no puede excluir, ni seleccionar, ni limitar. Todo lo contrario, la escuela debe ser inclusiva y potenciar al máximo los talentos de cada alumno. Puede y debe hacerse.

En las escuelas que enseñan de ese modo se produce un efecto muy curioso: al sonar el aviso de que la clase ha finalizado, los alumnos no salen corriendo despavoridos, sino que, en ocasiones, hay que insistir en que deben dejar la tarea que están haciendo. Y eso demuestra que se puede aprender trabajando intensamente sin necesidad de que ello supongo un sacrificio.

Para finalizar quisiera recordar que el post que estás leyendo está publicado en un blog de reflexión educativa, donde no se pretende ofrecer recetas para aplicar en el aula. La pretensión es que quien lo lea dedique un tiempo a pensar en su manera de afrontar las clases y que decida por sí mismo qué es lo mejor para sus alumnos y alumnas.
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