¿Cantidad o calidad? Del alumno "enciclopedia" al alumno "maker"

domingo, 28 de febrero de 2016
"Buena parte de las actividades escolares, examinadas desde una perspectiva racional, resultan absurdas, inútiles y posiblemente dañinas." Juan Delval

Buscando documentación para el post de esta semana encontré en la red un artículo de Juan Delval publicado en Cuadernos de Pedagogía en 1994. El artículo se titula ¿Cantidad o calidad? y es un buen ejemplo de que llevamos demasiado tiempo dando vueltas a ideas e innovaciones que no acaban de cuajar en la actividad docente. Delval comenta que "La cantidad de conocimientos que se pretende que los alumnos aprendan es tan abrumadora, que si consiguieran entenderlos y recordarlos serían personas realmente cultas, con conocimientos universales, y no tendrían que recurrir a las enciclopedias para consultar algo, porque serían ellos mismos enciclopedias."

Ya es hora de superar el debate sobre lo que debe enseñarse en nuestras escuelas y la manera como debe enseñarse. ¿Cantidad o calidad? no es la cuestión que debería ocuparnos en pleno siglo XXI.

La "cantidad" por sí sola lleva a la memorización mecánica de datos que los alumnos retienen durante el tiempo suficiente para aprobar los exámenes y que como mucho les sirve para vencer a sus amigos en el trivial.

La "calidad" por sí sola lleva al absurdo de pretender que los alumnos reflexiones sobre cualquier tema, como si eso fuera posible sin tener la cabeza bien amueblada con datos, conceptos e informaciones varias.

La buena educación es la que presenta en su justa medida cantidad y calidad.



La realidad es que nos resulta muy difícil hacer significativo el aprendizaje de nuestros alumnos, especialmente en un sistema educativo basado tradicionalmente en la evaluación mediante exámenes que miden la capacidad de retentiva y no la capacidad de compresión.

La innovación es necesaria pero siempre que conduzca a la obtención de un mejor aprendizaje por parte de los alumnos. Cambiar los cosas por el mero hecho de hacer algo distinto es una moda peligrosa que se está imponiendo en nuestros centros educativos. Aquí también debería de haber un punto de equilibrio entre los que pretenden cambiarlo todo y aquellos que no están dispuestos a cambiar nada.

En mi opinión, la escuela actual no es el desastre que algunos pretenden retratar. Todavía cumple una función fundamental en nuestra sociedad a pesar de las nuevas circunstancias de la sociedad. Sin duda tiene muchas cosas que mejorar... le ayudaría ser más permeable a los nuevos tiempos, a las necesidades y exigencias del mundo en que vivimos.

La escuela debe ser una institución donde se enseña más allá de las disciplinas académicas, debe ser un espacio de creación de cultura, de socialización, de convivencia.

Educar en la escuela debe tener como objetivo que los niños descubran un mundo de posibilidades, al mismo tiempo que tienen acceso a su patrimonio cultural. Solo conociendo nuestra cultura seremos capaces de tener un visión crítica y constructiva de la misma y de comprender la de los demás. El alumno de nuestras escuelas debe ser un alumno maker, es decir, debe ser constructor, creador de contenidos. Para ello es necesario conectar con la pasión de los alumnos, al tiempo que debemos ser capaces de hacer que se interesen por conocer su herencia cultural. No es una tarea sencilla.

Lo cierto es que el mundo en el que vivimos es tan complejo que requiere de personas capaces de tener una perspectiva crítica, abierta, creativa... pero también con buenos fundamentos culturales.

La "verdad" sobre cómo educar a nuestros hijos y alumnos

lunes, 22 de febrero de 2016
Hace unos días, un buen amigo mío docente me explicó que en su centro, para optimizar los procesos de enseñanza/aprendizaje, habían encargado a un especialista un estudio sobre cómo aprenden los niños. Las conclusiones de este especialista coinciden en buena parte con la líneas maestras de lo que conocemos como Nueva educación: creatividad, colaboración, corazón (educación emocional), carácter (habilidades no cognitivas)... Hasta aquí no hay nada sorprendente ni destacable en lo que os estoy explicando.

Pero resulta que las primeras reticencias a los resultados de este estudio vinieron de buena parte del equipo docente. Tener que cambiar su rutina, su forma de enseñar significaba hacerles salir de su zona de confort, por lo que se produjo un primer momento de rechazo a los nuevos planteamientos. Con no poco esfuerzo y una buena dosis de liderazgo por parte del equipo directivo se vencieron (al menos aparentemente) las muestras de resistencia la cambio.

Lo realmente destacable sucedió cuando convocaron a las familias de los alumnos para explicarles las conclusiones del estudio y cómo eso incidiría en la educación de sus hijos. Me explicó mi amigo que se produjo una verdadera sublevación, en la que buena parte de los padres pidieron que "se dejaran de inventos" que lo que necesitan sus hijos es memorizar lo que se enseña en las clases para obtener buenas notas, que en el fondo es lo único que importa. ¡Cuánta pedagogía nos queda por hacer para explicar las bondades y ventajas del nuevo paradigma educativo! 

Foto de Martha Silva (Flickr) de un cuadro de Luis Fernando Guevara.
Nos empeñamos en educar a nuestros hijos y/o alumnos como si la vida fuese siempre como una autopista (ancha, bien asfaltada, sin obstáculos) en la que se puede circular a buena velocidad con poco riesgo o peligro. Como mucho, les preparamos para tener que detenerse ante algún peaje en el que hay que pagar para poder proseguir el viaje. Pero, en realidad, la vida transcurre en su mayor parte por carreteras secundarias llenas de baches y curvas.

En otras palabras, se lo damos todo hecho. Como padres, les sobreprotegemos hasta casi anular su personalidad. Como explica Noelia López-Cheda (@NoeliaLCheda) en No seas la agenda de tus hijos, llegamos al punto de hacerles las tareas escolares para que saquen buenas notas o de ir a revisar un examen con el profesor de la universidad (¡Me cuesta creer que sucedan cosas así!).

Como docentes, nos empeñamos en darles el aprendizaje en lugar de facilitárselo; les decimos qué tiene que saber y cómo deben saberlo, en lugar de plantearles retos y aprovechar su capacidad de asombro para que construyan su propio aprendizaje, que duden, que cuestionen, que busquen soluciones.

Pero así no les hacemos ningún favor, eso es educarles en una gran mentira, es proporcionarles una idea falsa sobre lo que se van a encontrar a lo largo de su vida, es privarles de las herramientas y las destrezas necesarias para tener éxito en la vida.

Pretender que nuestros hijos y alumnos estudien exclusivamente de manera memorística para sacar buenas notas en los exámenes, es darles "pan para hoy y hambre para mañana". No permitir que nuestros hijos y alumnos aprendan de sus errores, es privarles de la capacidad de adaptarse a un mundo de incertidumbre. No dejarles que se equivoquen, es impedirles que aprendan a levantarse cuando se han caído. ¿De verdad que esa es la educación que queremos para nuestros hijos y alumnos?
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Aprender es adaptarse, aprender es sobrevivir

domingo, 14 de febrero de 2016
"A la cama no te irás sin saber una cosa más" es un refrán que nos muestra que la sabiduría popular y el sentido común van muy por delante de la pedagogía y de la ciencia. La neuroplásticidad de nuestro cerebro es un descubrimiento relativamente reciente y todavía poco desarrollado en nuestra práctica educativa, pero este antiguo refrán ya nos indica que estamos aprendiendo constantemente.

Credit: Andrés David Aparicio.
Aprendizaje es adaptación y necesitamos adaptarnos constantemente a nuevas situaciones, a nuevos retos. A veces nos olvidamos de que nuestra capacidad de aprendizaje es infinita, que el aprendizaje es necesario para nuestra supervivencia. Y ese es uno de los mayores errores que cometemos los educadores. De hecho, en condiciones normales, es imposible que pase un solo día de nuestra vida sin que aprendamos algo. ¡Afortunadamente!

La plasticidad de nuestro cerebro es una de las capacidades más maravillosas y, al mismo tiempo, una de las que menos aprovechamos. Hay que entender de una vez por todas que el paso por la escuela, el instituto y la universidad no nos "dan forma" definitiva y permanente. Obtener un certificado, un título, un expediente académico brillante... no nos asegura que estemos preparados para afrontar el futuro. Por lo que su objetivo principal es preparar a los estudiantes para que puedan aprender de manera autónoma durante toda la vida, que tengan una gran capacidad de adaptación a los cambios, que tengan una alta dosis de creatividad para enfrentarse a los retos futuros, que posean un espíritu crítico y analítico sin fin.

Nadie puede asegurarnos que los contenidos que se enseñan en la escuela sean para siempre y esa es una realidad que no acabamos de tener presente en nuestra forma de enseñar ni en las cosas que enseñamos. La enseñanza que estamos ofreciendo en la mayoría de nuestros centros educativos tiene fecha de caducidad, perderá vigencia en algún momento de su vida.

Aunque ahora nos parece absurdo, no hace tanto tiempo que la humanidad creía que la Tierra era el centro del universo y además estaba convencida de que era plana. Algo parecido sucederá con el mundo de la educación: en unos años nadie pensará que la escuela es un lugar donde se enseña a todos los alumnos de la misma forma, donde se les estandariza, un lugar cerrado donde los alumnos permanecen inmóviles y en silencio durante horas, un espacio compartimentado con unos horarios rígidos e inflexibles...

Seguimos valorando la educación de nuestros jóvenes bajo la estructura explicativa del mundo del siglo XX; seguimos preparándoles para un mundo que ya no existe. Por ese motivo, el sistema educativo mundial está al borde del colapso; pues no está preparando adecuadamente a los ciudadanos del futuro. Sin excusas: debemos cambiar nuestra manera de enseñar, debemos cambiar nuestra manera de aprender.
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10 cosas que también hay que aprender en la escuela

domingo, 7 de febrero de 2016
La educación que se imparte en la escuela, como los barcos, está diseñada en compartimentos estancos para mantenerse a flote cuando falla alguno de sus elementos. La escuela está dividida en cursos, en asignaturas, tiene horarios rígidos, aulas cerradas... son espacios diferenciados, independientes, cerrados e incomunicados. Se cree que si uno de estos elementos no funciona correctamente, los demás al estar aislado seguirán funcionando con normalidad. Pero eso no es cierto.

La escuela y la educación que en ella se imparte son un conjunto complejo e interconectado, a imagen y semejanza de los vasos comunicantes. Como todos sabemos, los vasos comunicantes son una serie de recipientes de distintas formas y tamaños que están unidos por la base; cuando el líquido que contienen "está en reposo alcanza el mismo nivel en todos los recipientes, sin influir la forma y volumen de estos." Eso es lo que en realidad sucede en la escuela, todo está conectado y tiene influencia sobre la totalidad de sus elementos. La educación es orgánica.

En la escuela organizada en compartimentos estancos el aprendizaje se adquiere por transmisión directa y memorización. En la escuela de los vasos comunicantes, el aprendizaje, para ser eficaz, debe seguir unos pasos:

1. Conocer. La escuela debe ser un lugar de contacto con el mundo, un lugar donde vivir experiencias que permitan conocer la realidad.

2. Aprender. Solo cuando conoces algo eres capaz de aprenderlo. De memorizarlo, de retenerlo en nuestra mente.

3. Aplicar. Ese aprendizaje solo adquiere sentido y significatividad si nos sirve para aplicarlo a situaciones concretas, para dar respuesta a problemas...

4. Evaluar. Cuando somos capaces de aplicar un conocimiento, somos capaces de analizar sus consecuencias y de valorar sus resultados.

5. Crear. Es el último paso, la culminación del proceso. Para ser creativo tienen que darse los pasos previos que hemos descrito.


En esta escuela de vasos comunicados no podemos limitarnos al aprendizaje de los contenidos y conceptos propios de las diferentes asignaturas sino que debemos posibilitar el aprendizaje de otros aspectos que tienen una función fundamental en la capacidad de autoaprendizaje continua necesaria para el éxito en la vida.

A continuación, enumeraré 10 de estos aprendizajes que también debe tener en cuenta la escuela:

1. Perspicacia. La agudeza para ser capaz de ir más allá de lo evidente, de lo habitual, de lo que se espera de uno.

2. Agradecimiento. Tiene que ver con la empatía, con la capacidad de ponerse en lugar del otro, de valorar lo que se ofrece.

3. Resiliencia. La capacidad de levantarse cuando uno se cae, de seguir adelante sin miedo al fracaso. Tolerar bien la frustración al no alcanzar de manera inmediata lo que se quiere.

4. Colaboración. Saber compartir, colaborar, trabajar en equipo, sumar esfuerzos y talentos.

5. Perseverancia. Ser constante en la persecución de nuestros objetivos, no dejar de perseguir nuestros sueños, encontrar nuestro elemento y no dejar de luchar por él.

6. Meticulosidad. La capacidad de ser muy concienzudo en todo lo que se hace, en no conformarse con lo básico, con lo elemental, buscar la excelencia en todo lo que se hace.

7. Autoestima. Tener un buen concepto de uno mismo, tener el convencimiento de que se puede llegar a conseguir aquello que se uno se propone.

8. Iniciativa. No esperar que las cosas suceden porque sí, sino que hay que lanzarse a buscarlas, a conseguirlas con esfuerzo.

9. Espíritu crítico. No aceptar nada como válido sin plantearse sus consecuencias. Ser capaz de pensar por uno mismo.

10. Creatividad. Es la culminación del aprendizaje, la capacidad de crear algo nuevo o de dar una respuesta más eficaz a un problema.

Una escuela que sea capaz de enseñar los contenidos de las materias que marca el currículo y los 10 saberes que hemos enumerado, es una escuela que prepara la vida, una escuela capaz de dar respuesta a las necesidades reales de nuestro tiempo. Una escuela del siglo XXI.
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De qué hablo cuando hablo de educar

lunes, 1 de febrero de 2016
"Así es la escuela. Lo más importante que aprendemos en ella es que las cosas más importantes no se pueden aprender allí." Haruki Murakami: De qué hablo cuando hablo de correr


No es la primera vez que comparo la educación con una carrera de larga distancia (ver post). Estos días, mientras releía De qué hablo cuando hablo de correr de Murakami, he vuelto a reflexionar sobre sus semejanzas y me gustaría compartilo con todos vosotros.

Aunque pueda parecer paradójico, empezaré mostrando mi desacuerdo, al menos en parte, con la afirmación de Murakami con la que he encabezado el post. Es cierto que en demasiadas escuelas, aquellas que no han sabido o podido adaptarse a los nuevos tiempos, no se enseñan a los alumnos "las cosas importantes de la vida".

Pero no es menos cierto que la escuela es un lugar privilegiado para que los estudiantes aprendan esas cosas que van más allá de los conceptos y los datos de una asignatura. Deben aprender matemáticas (¡por supuesto! y con el máximo nivel de exigencia), pero también a identificar y dominar sus emociones; deben aprender ciencias (¡faltaría más! y con el mayor nivel posible), pero también a trabajar colaborativamente; deben aprender geografía (¡sin dudarlo! y con mejor de los criterios), pero también a pensar con espíritu crítico...

El problema es que seguimos entendiendo la educación como un producto y no como un proceso. Al igual que en una carrera de fondo, estamos pendientes de la clasificación y el cronómetro comparándonos con los demás corredores, en lugar de disfrutar de la experiencia y la superación de uno mismo. Murakami afirma: "Porque si hay un contrincante al que deber vencer en una carrera de larga distancia, ese no es otro que el tú de ayer." En nuestras aulas no debe importar si un alumno es mejor o peor que otro, no se trata de una competición, sino que lo que debe importar es si cada alumno es mejor que sí mismo antes de su proceso de aprendizaje, si cada alumno es capaz de conseguir lo mejor de sí.

En una época en la que grandes empresas, como Google, ya no escogen a su personal según su expediente académico sino en función de sus habilidades no cognitivas, la escuela sigue confundiendo las calificaciones con el aprendizaje. La desconexión de la escuela con la realidad social y tecnológica es tan grande que muchos están empezando a dudar de su necesidad. En nuestras manos está la posibilidad de dar la vuelta a esta situación.

Ya es hora de empezar a entender la educación como una gran aventura (como salir a correr por el bosque disfrutando de ello) y no como un mero ejercicio intelectual sin relación con la vida, ya es hora de que en nuestra escuelas se aprendan, también, "las cosas más importantes".
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