Educar en la fascinación, no en la frustración

domingo, 29 de enero de 2017
"Las investigaciones en neurociencia y educación demuestran que el proceso de aprendizaje es mucho más efectivo y rico cuando combinamos calidez humana, emociones, buen ánimo, cooperación y elementos sorpresa." Marta Ligioiz en Neuromitos en educación


Crédito imagen: ©Quino
¿Por qué la escuela tiene que ser aburrida y frustrante cuando podría y debería ser fascinante?

Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, la palabra fascinación tiene dos significados distintos, contrapuestos, que nos pueden ayudar a entender cómo es y cómo debería de ser la educación: 1. Engaño o alucinación. 2. Atracción irresistible.

Tradicionalmente (y siempre teniendo en cuenta de que ha habido y hay excepciones), la educación ha sido "fascinante" según la primera acepción de la palabra. Es decir, se ha basado en el engaño de que la escuela debe seleccionar a los mejores, en la farsa de que aprobar es siempre lo mismo que aprender, en la falacia de que "la letra con sangre entra", en la mentira de que un examen sirve para evaluar el aprendizaje. En realidad, la educación que se ofrece en nuestras escuelas debería ser "fascinante" según la segunda acepción porque debería provocar una atracción irresistible en los alumnos.


© Nicolás Pérez, Wikimedia Commons, License CreativeCommons
Para entender mejor lo que hemos explicado, imaginemos que la escuela es un pavo real. Para la mayoría de nuestros alumnos la escuela es como un pavo real que no tiene desplegada su cola, por lo que no le parece atractiva, no capta su atención, no le resulta motivadora.

En cambio, la escuela debería ser siempre como un pavo real mostrando las plumas multicolores de su cola, es decir, debería ser atractiva, interesante y motivadora para los alumnos.

Lo memorístico, lo repetitivo, lo mecánico, lo monótono... no resulta nunca fascinante. Lo significativo, lo sorprendente, lo novedoso, lo creativo, sí.

Los niños no son tontos: un "descubrimiento" que cambiará la educación

domingo, 22 de enero de 2017
"Todas las personas mayores fueron al principio niños, aunque pocos de ellos lo recuerdan." Antoine de Saint-Exupéry

¡Qué gran descubrimiento para el mundo educativo! Tras arduas investigaciones (leer este párrafo en modo "sarcasmo") hemos averiguado, al fin, que nuestros niños y niñas ni son tan tontos ni tan dependientes ni tan irresponsables como creíamos.

Y esto supone un grave problema porque la educación que les ofrecemos, en casa y en la escuela, está basada en este falso supuesto, con lo que nos vemos obligados a replantear nuestra forma de educar.

La primera consecuencia es que debemos dejar de educar a los niños para el futuro, para el adulto que serán, y debemos empezar a educarlos para el presente, para la persona que son. Nuestra forma de enseñar se basa erróneamente en que los niños son seres incompletos, imperfectos, que deben tomar forma para convertirse en hombres y mujeres de provecho. La infancia es una etapa de la vida que tiene valor por sí misma, no es solo un periodo de tránsito.

Hay que dejar de sobreproteger a los niños, de darles todo hecho, de hacerles las cosas demasiado fáciles. Hay que proponerles desafíos y retos a los que deban enfrentarse con autonomía. Hay que permitir que experimenten, que se equivoquen, que se levanten cuando hayan caído... hay que educarles para que participen de manera activa y responsable de su aprendizaje en la vida. Solo así serán adultos creativos, con capacidad de tolerar la frustración, tendrán espíritu crítico e iniciativa para emprender proyectos vitales que les permitan ser felices en la vida. 

Antoine de Saint-Exupéry escribió también que "Los niños han de tener mucha tolerancia con los adultos" porque, aunque los educan como si fuesen incapaces de hacer nada por sí mismos, lo hacen con la mejor de las intenciones. Lo malo es que, aun haciéndolo con la mejor de las intenciones, el daño que se les hace repercute para toda su vida.

Los niños y las niñas no son tontos, nos lo demuestran cada día, aunque no parece que nos demos cuenta. Por eso hay que dejar de llevarles siempre de la mano para que no se pierdan y hay que empezar a enseñarles a que, como Pulgarcito, dejen pistas por el camino para que puedan regresar por ellos mismos. Hay que dejar de educar a los niños como si fueran incapaces de hacer nada por sí mismos, para que puedan ser creadores de su propio conocimiento y responsables de sus actos presentes y futuros.
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Todo el mundo sabe de educación

domingo, 15 de enero de 2017

"El ignorante afirma, el sabio duda y reflexiona." Aristóteles

Tener en casa un ordenador y usarlo como usuario, no me convierte en informático. Que una vez, ante los primeros síntomas de un resfriado decidiera tomarme un analgésico y remitieran los síntomas, no me convierte en médico. Tener mi dinero en un banco y buscar que me dé el máximo rendimiento, no me convierte en economista. Peinarme todos los días antes de salir de casa, no me convierte en peluquero...

Entonces, ¿por qué todo el mundo cree saber sobre educación por el simple hecho de haber ido a la escuela?

Quizás esta sea la causa del desprestigio que estamos sufriendo los profesionales de la educación. Aquellos que hemos dedicado buena parte de nuestra vida a estudiar todo lo que nos permite conocer cuál es la mejor de transmitir conocimientos, saberes, valores, habilidades, destrezas somos continuamente cuestionados sobre nuestra manera de educar, por personas que creen saber más que nosotros sin más argumento que el hecho de que ahora se pretende enseñar de manera distinta a como ellos fueron enseñados.

Es habitual que nos tachen de charlatanes, vendehúmos, ignorantes, embaucadores y otras faltas de respeto parecidas, que en ocasiones incluso provienen de personas de están en cargos públicos de alto nivel. Se desprecia nuestra forma de entender la práctica educativa, aunque esté basada en teorías, investigaciones y experiencias contrastadas.

La educación es mucho más que la memorización de datos, fechas y definiciones. A aquellos que dicen que los niños de ahora "no saben nada" les preguntaría de qué les ha servido en la vida conocer de carrerilla la lista de los reyes godos, o cualquier otra lista que les hacían aprender.

La educación debe aportar mucho más y debe servir para compensar las desigualdades sociales; la equidad es uno de sus principales propósitos. La educación debe servir para transmitir el conocimiento y la cultura conocidos, pero también para transformarlos y mejorarlos. Para ello debe dotar de las herramientas que permitan un aprendizaje permanente y autónomo que nos permitan desarrollar todo nuestro potencial como seres humanos. Y eso no se hace simplemente obligando a los alumnos a recibir pasivamente unos conocimientos... hay que hacer que ellos mismos sean capaces de construirlos y saber qué hacer con ellos.

Para finalizar, me gustaría hacer un poco de autocrítica. No ayuda nada a cambiar ese concepto negativo del que hemos hablado el hecho de que exista tanto "papanatismo tenoeducativo", Se ofrecen continuamente soluciones mágicas y recetas milagrosas a los problemas de la educación sin antes realizar un trabajo previo de fundamentación y una posterior evaluación de los resultados. En demasiadas ocasiones, se innova por el hecho simple hecho de demostrar que soy un educador "moderno" y eso es narcisismo educativo. Esa forma de hacer las cosas no ayuda a que recuperemos nuestro prestigio.

Si los arquitectos construyen edificios, los médicos curan enfermedades, los fontaneros reparan tuberías, los jueces se encargan de aplicar las leyes... confiemos en docentes y pedagogos para que enseñen.
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Decálogo para tener éxito educativo

domingo, 8 de enero de 2017
Todos sabemos que, en educación, no existen recetas mágicas e infalibles para alcanzar el éxito. El problema se agrava cuando ni siquiera somos capaces de ponernos de acuerdo en lo que es el "éxito educativo".

Aunque tengo la esperanza de que algún día escolarización y educación sean dos conceptos sinónimos, lo cierto es que hoy en día no es así. Personalmente estoy convencido de que el éxito educativo no coincide necesariamente con un expediente académico excelente; creo que tiene que ver con todo aquello que nos permite vivir con plenitud y autonomía.

Para tener una vida plena  y autónoma es necesario que la educación nos aporte contenidos y conceptos, cuantos más y más complejos, mucho mejor: sin tener una cabeza "bien amueblada" es imposible ser crítico, creativo... Pero también es fundamental que la educación que recibimos posibilite que utilicemos lo que sabemos para crear cosas, para afrontar retos y desafíos, para adaptarnos a los cambios, para tener espíritu crítico. Por ello, es necesario saber, pero también saber hacer; es necesario ser, pero también convivir.

A continuación, enumeraré 10 consejos que pueden conducir a docentes y alumnos al éxito educativo, tal y como lo he definido:

1. Conócete, valórate. La educación solo puede comenzar a edificarse sobre unos buenos cimientos de autoconocimiento. Tanto el que enseña como el que aprende debe ser consciente de sus fortalezas y de sus debilidades. Tener confianza en uno mismo nos debe llevar a marcarnos unas altas expectativas en nuestras posibilidades de aprendizaje.

2. Lee todo lo que puedas, todo lo que caiga en tus manos. Además de la lectura, hay otras muchas formas de alcanzar el conocimiento. Pero la lectura nos aporta un plus, nos abre la posibilidad de visitar y conocer otros mundos, otras realidades, otras gentes, otras culturas... lo que despierta nuestra curiosidad y nuestra imaginación, que son dos elementos fundamentales para alcanzar el éxito educativo.

3. Emociónate y emociona. Tanto para enseñar como para aprender, es importante tener en cuenta las emociones. Sin emoción es muy difícil motivarse y es casi imposible lograr un aprendizaje significativo. También es imprescindible saber identificar y poder controlar nuestras emociones, que seamos resilientes, que seamos tolerantes a la frustración.

4. Busca tu elemento. Nunca debemos dejar de perseguir nuestros sueños, nunca debemos dejar de dedicar tiempo y esfuerzo a aquello que nos gusta y que nos hacer sentir realizados. Esfuérzate, sin esfuerzo no hay resultados; rétate, desafíate... disfruta de ese esfuerzo. Cuando hacemos lo que nos gusta el esfuerzo es placentero pero también nos ayuda a que nos cueste menos sacrificio hacer cosas que no nos gustan, pero que son necesarias.


5. Menos es más. No debemos pretender enseñar ni aprenderlo todo. Es mejor abarcar menos pero de forma profunda que pasar superficialmente por muchas cosas. Tenemos que buscar causas, efectos, consecuencias, relaciones en todo lo que enseñamos o aprendemos.

6. Más allá de los contenidos. No solo los contenidos, los datos, las informaciones son importantes. También lo es potenciar las habilidades no cognitivas (meticulosidad, perseverancia...) que fortalezcan nuestro carácter y nos doten de las herramientas y destrezas que nos permitan perder el miedo a equivocarnos y que un fracaso no sea motivo de frustración, sino un paso más hacia el éxito.

7. Colabora para ser competente, para ser mejor tú y hacer mejores a los demás. Se puede ser competente sin ser necesariamente competitivo, en la colaboración está la base del progreso de la sociedad. La suma de los talentos, esfuerzos y el trabajo común de un grupo de personas nos hace llegar más lejos, ser mejores como equipo y como individuos.

8. Comunícate. Debemos dominar la capacidad de expresarnos tanto oralmente como por escrito. Debemos cuida la forma de comunicarnos con los demás, es fundamental para mostrar quiénes somos en realidad.

9. Crea, no solo digas y consumas. Si nos limitamos a enseñar y a aprender aquellos otros ya han enseñado o aprendido, no tendremos una educación completa. Es necesario que seamos creativos, que miremos las cosas desde distintos puntos de vista, desde diferentes perspectivas para aportar algo nuevo: es la base del progreso.

10. No dejes nunca de aprender. Esta es la consecuencia final de una educación exitosa. Cuando creemos saberlo todo, es cuando no sabemos nada. No hay que tener miedo al cambio. Hay que tener siempre la capacidad de aprender y de desaprender cuando sea necesario.
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