Del tachón al Tipp-Ex: innovar la educación

lunes, 16 de junio de 2014
¿Por qué no permitimos que nuestros hijos y alumnos se equivoquen? ¿Por qué castigamos o sancionamos sus errores?

Nunca en la historia habíamos dispuesto de tecnologías que facilitaran la corrección de errores de una manera tan simple y rápida. ¿Recordáis, los que tenemos ya algunos años seguro que sí, lo complicado que era corregir una errata en un texto escrito con una máquina de escribir? ¡Y lo sencillo que es con un ordenador y un procesador de textos que además tiene corrector ortográfico! (Yo mismo, escribiendo estas palabras, no sé cuántas veces podido rectificar y corregir el texto).

Todo empezó con el Tipp-Ex, que sirve para pintar de blanco los errores de escritura y volver a intentarlo encima. No es necesario empezar de nuevo, ni tan siquiera se nota a penas. ¡Qué gran metáfora para la educación!

Tenemos la tecnología para no castigar el error... entonces, ¿por qué lo hacemos? Dicen algunos que es porque la facilidad para enmendar los errores lleva a la improvisación, a la falta de concentración, a la falta de atención... Yo creo, en cambio, que lleva a la creatividad, a la respuesta divergente, a la innovación, a la mejora continua...

Me gustaría que todos los padres y docentes fueran como el Tipp-Ex, que facilitaran enmendar los errores sin castigarlos. Claro que nuestros hijos y alumnos pueden equivocarse, tapar su error con Tipp-Ex y volverse a equivocar... Se trata de que los niños aprendan de sus errores, no que les causen frustración, desánimo, estrés, fatiga o dolor.

Solo os pediría que tengáis también presente que el uso del corrector oculta el error, queda bajo el líquido blanco. Para educar debemos conocer y analizar ese error porque nos aporta información importante para mejorar el proceso de aprendizaje. Por eso, antes de usar el Tipp-Ex, fijaos en dónde falla, evaluad el error, pero no para culpabilizarlo sino para enmendarlo, para proponer pautas de intervención que ayuden a reducir los fallos

Los chicos y chicas de hoy en día están habituados a los videojuegos. En ellos tienen un número de vidas o intentos para conseguir un objetivo e, incluso,  tienen la posibilidad de conseguir más vidas si hacen determinadas acciones o cumplen objetivos... ¿no podemos algo parecido en nuestras escuelas?

Los educadores no somos porteros de discoteca

martes, 10 de junio de 2014
Hoy, como siempre, la viñeta que publica El Roto en el diario El País (10 de junio de 2014) me ha hecho pensar en la gran capacidad de análisis que tiene este genial ilustrador. En la viñeta se ve a un señor bien trajeado sentado en un sillón que dice: "Renovación sí, pero siempre que sea de lo mismo.

Lo que El Roto quiere transmitir a nivel de política general, creo que es totalmente válido en el ámbito educativo. Al margen de encuestas y declaraciones grandilocuentes... ¿Cuántos miembros de la comunidad educativa quieren un cambio real de paradigma? Unos por mantener el estatus, otros por no complicarse la vida, otros por desidia o desencanto... me temo que el porcentaje de miembros de la comunidad educativa que están por un cambio real y radical de la manera de enseñar en nuestras escuelas son (somos) una inmensa minoría.

En mi opinión, no podemos permitirnos "más de lo mismo". Los actuales sistemas educativos tienen la perversión de convertir a los docentes en una especie de "porteros de discoteca" que deciden quién puede entrar y quién no, en función de criterios muy discutibles. Los actuales sistemas de evaluación obligan a los docentes a etiquetar a los alumnos de manera rígida valorando aspectos memorísticos y de recitación de contenidos... por mucho que se quieran evaluar competencias todavía evaluamos principalmente conceptos.

Aplicamos modelos estandarizados para evaluar a nuestros alumnos sin tener en cuenta ni sus talentos ni sus capacidades personales. Castigamos el error, marcándolo como fracaso y no como oportunidad de acercarse al éxito. Creemos que es justo exigir a todos lo mismo... pero eso no es la verdadera educación.

La educación, como las llaves, puede abrir o cerrar puertas... y las puertas, como la educación, sirven para entrar o salir de un lugar.

Nuestra obligación como educadores es la de abrir puertas, la de ofrecer oportunidades, la de mostrar caminos, la de orientar hacia nuevos horizontes. Nuestra función como educadores nunca, jamás, debería de ser la de cerrar puertas.

Innovación y creatividad son los motores para el cambio educativo, pero ¡qué pereza que les da a algunos!
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Cuestionar, compartir, crear: claves de la educación

martes, 3 de junio de 2014
"El progreso se ha convertido en algo así como un persistente juego de las sillas en el que un segundo de distracción puede comportar una derrota irreversible y una exclusión inapelable." Zygmunt BAUMAN: Tiempos líquidos. Barcelona, Tusquets Editores, 2013 (página 21)

Ya he comentado en otras ocasiones que la escuela tradicional estaba pensada para un mundo previsible (permanente). En cambio, la escuela de nuestros tiempos, esa que todavía está por construir, debe dar respuesta a un mundo mutable (movimiento continuo). Por eso, los hombres y mujeres de nuestra sociedad no pueden detenerse nunca, no pueden dejar de aprender y formarse, porque si lo hacen corren el riesgo de "perder su silla" y quedar fuera de juego en la sociedad, tanto laboralmente como personalmente.

José Antonio Marina cree que el conocimiento está al servicio de la acción. En su libro La inteligencia ejecutiva dice que la "Inteligencia es la capacidad de dirigir bien el comportamiento, eligiendo metas, aprovechando la información y regulando las emociones." La escuela del aprendizaje memorístico de contenidos, del silencio y la obediencia, debe dejar paso a una escuela de la acción donde se enseñe a los alumnos a tomar decisiones, a dar respuestas creativas, a tolerar la frustración que supone el fracaso (el error), a adaptarse a nuevas situaciones...

Cuestionar... este es uno de los verbos clave de la educación escolar del siglo XXI. Ya no vale la aceptación ciega del conocimiento que transmiten los docentes en las aulas, ahora se trata de ponerlo en tela de juicio, de verificarlo, de reconocer su provisionalidad. El alumno debe ser creador de conocimiento, debe plantearse preguntas más que dar respuestas.

Para ello, debemos hacer alumnos más competentes... debemos sustituir la competencia por la solidaridad. Compartir... este es otro de los verbos esenciales de la educación en nuestras escuelas. La colaboración es clave en las relaciones que se establecen entre las personas que viven en esta sociedad voluble.

Las personas ya no necesitamos ser depositarias de datos y cifras. Todo eso puede guardarse en una memoria externa a nuestra mente. Eso libera a nuestro cerebro para potenciar otro tipo de capacidades. Crear... y no reproducir es el tercer verbo fundamental para la educación de las personas de nuestra sociedad.

Cuestionar, compartir, crear son las "tres C" que dan forma y sentido a la educación escolar del siglo XXI, son el fundamento para crear una nueva escuela.
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