Dicen que la educación no puede dejar un mundo mejor a nuestros niños y niñas, pero sí mejores personas para nuestro planeta. Y esa es una tarea fundamental para la supervivencia de este mundo frágil y enfermo.
La emergencia es tan grande, el problema es tan grave, que hoy en día es tan importante hablar sobre qué, cómo y cuándo educar como conseguir que nuestros alumnos aprendan cómo cuidar el medio ambiente y hacer un uso responsable de los limitados recursos que nos ofrece la naturaleza... porque si destruimos nuestro planeta nada tiene sentido, ni siquiera hablar de educación.
No se trata de querer incluir una asignatura más en nuestro ya de por sí extenso currículo, se trata de incorporar en toda la esencia educativa los valores y los conocimientos que nos permitan dar respuesta a esta necesidad social, como leí que la definía Víctor Cuevas en una entrevista. Si no somos capaces de hacer que los hombres y mujeres del futuro tengan un comportamiento sostenible, la labor de los educadores nunca será completa.
Que la educación sea sostenible significa que debe ser perdurable en el tiempo... y eso debe ser aplicable tanto a los valores que transmite como a los aprendizajes que adquieren los alumnos. La educación debe quedar al margen de modas y contenidos vacíos, la educación debe incidir en lo más profundo de las personas.