El sueño de un niño…
La urgencia de esta reflexión se cristaliza en la
experiencia de un niño, cuyo sueño es sencillo y a la vez revolucionario: ir a
una escuela donde sentirse seguro, a gusto y, sí, donde se divierta.
Él anhela un lugar donde sea posible aprender y convivir, donde se
erradique la violencia (física y mental) entre compañeros, y que sea un lugar
de excelencia, sin poner límites bajos al saber y al hacer. Este niño quiere
ir a una escuela donde pueda aprender sin límites y disfrutando del proceso.
Es un sueño de una institución que prepare para vivir el
presente y el futuro, donde las emociones también estén presentes. Este
sueño de un niño es también una visión ambiciosa de la escuela que requiere una
“educación profunda”.
Educación profunda: Cuando el aprendizaje transforma
Existe una distinción crucial que debemos comprender. No
hablamos del aprendizaje profundo (deep learning), un concepto
más centrado en la metodología de adquisición de conocimiento. Hablamos de educación
profunda, un concepto más amplio y holístico.
La educación profunda es aquella donde todo lo que se
adquiere —contenidos, competencias, valores, habilidades, actitudes...— se
incorpora de forma real en el estudiante. Lo esencial es el efecto
transformador de lo aprendido, sirviendo en distintos aspectos de la vida
del alumno.
La crítica implícita en este modelo es que gran parte de la
educación actual se queda en la superficie, en lo transitorio, sin impactar
verdaderamente el ser y el hacer del estudiante.
¿Estamos dando "comida basura" educativa?
Se utiliza una metáfora poderosa para interpelar a las
familias y docentes: la del alimento. Nadie alimentaría a su hijo solo
con golosinas, bollería o pizza. De igual modo, no podemos nutrir la mente de
los alumnos solo con cosas superficiales, sencillas o que no supongan
un reto (por temor a la frustración).
Esta es una crítica necesaria. Necesitamos una escuela que
no solo transmita datos, sino que ayude a entender y actuar sobre la
realidad, preparando a los estudiantes para afrontar los retos y
desafíos a los que se enfrentan y se enfrentarán. En esencia, una escuela transformadora
que convierta a los alumnos en personas, en ciudadanos, en profesionales y en miembros
de una cultura con saberes compartidos.
La misión docente: El "efecto submarino"
Para lograr esta profundidad, creo necesario introducir la
metáfora del "efecto submarino" en la escuela, un espacio
donde los profesores puedan profundizar en el conocimiento y en la percepción
real de sus alumnos. Si queremos explorar las profundidades del conocimiento,
los profesores no pueden sumergirse sin los instrumentos adecuados. Necesitan
de un submarino que les ayude a manejarse en las profundidades.
Este "submarino" no es un objeto físico; es el conocimiento
y las habilidades que el docente necesita. El profesor debe dominar:
- La materia
que imparte.
- La didáctica
(cómo enseñar).
- La comprensión
de sus alumnos (cómo entenderlos).
El submarino, en forma de recursos para clases profundas, es
lo que permitirá al profesor aguantar la presión que ejerce el fondo del
mar (o sea, las exigencias de una enseñanza realmente significativa). Solo con
esta preparación y recursos podremos profundizar en la transmisión de saberes.
Conclusión
La propuesta de la "educación profunda" es
inspiradora y ambiciosa. Para los docentes, implica una llamada a la formación
continua y al desafío constante de elevar el nivel de la enseñanza,
ofreciendo a los alumnos "alimento" nutritivo para su mente. Para las
familias, es una invitación a exigir y apoyar una escuela que no se conforme
con el mínimo, sino que aspire a la excelencia transformadora.


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