Vamos a establecer una premisa: Educar es difícil... Si no compartes esta opinión no hace falta que sigas leyendo.
En cambio, si compartes esta afirmación, a continuación enunciaré algunos de los aspectos que hacen de nuestra profesión uno de los más complejos trabajos que se pueden encontrar hoy en día. Identificar estos aspectos nos puede ayudar a que sea un poco menos complejo.
Educar es difícil cuando no es una prioridad social. Cuando no se entiende que la educación es el motor de la sociedad, como sí que sucede en otros países como Finlandia. Cuando nuestros gobernantes afirman que la supresión de miles de profesores, y de otros múltiples recursos, no afectará a la calidad de la enseñanza. Cuando un 25% de los menores de nuestro país están en situación de pobreza, cuando somos el país europeo con más ni-nis, cuando nuestros valores de éxito tienen como referente los realitys tipo Gran hermano.
Es difícil porque nuestro sistema educativo está sujeto a cambios políticos y no a criterios pedagógicos. Un sistema educativo muy rígido, incapaz de dar una respuesta rápida y eficaz a las necesidades sociales que se generan cada vez a mayor velocidad. Necesitamos un sistema educativo "líquido", capaz de dar respuesta a los cambios. Es esta una tarea complicada, pero posible.
También es complicado enseñar porque siempre hay un desfase generacional entre educadores y educandos. Siempre lo ha habido, pero en la sociedad digital en la que vivimos se ha acentuado notablemente. La única forma de compensar este desfase es formación, formación y más formación para los docentes. Estar siempre al día de las nuevas didácticas, tener conocimientos de las novedades tecnológicas con las que conviven nuestros alumnos, estar siempre en movimiento, no quedarse nunca parado.
Educar es difícil porque afecta tanto al ámbito individual como al social. Porque tenemos que formar personas (individuos autónomos) que sean capaces de vivir en sociedad en armonía con los demás y, a su vez, tener espíritu crítico y emprendedor para mejorar el mundo en el que vivimos. En muchas ocasiones, esta situación conlleva conflictos entre las familias y la escuela. La coherencia entre ambas instituciones en los criterios didácticos y en los valores que se transmiten es vital para el aprendizaje de nuestros alumnos. Escuela y familia están condenados a entenderse... de lo contrario nunca se alcanzarán los mejores resultados educativos.
Además de todo lo dicho, educar se hace muy complicado cuando se entiende que la escuela es un lugar donde aparcar a los hijos mientras los padres trabajan; cuando algunas decisiones que afectan a la calidad de la enseñanza se toman teniendo en cuenta este aspecto y no criterios de calidad educativa.
Algunas veces educar es mucho más difícil de lo que debiera, cuando se confunde adoctrinamiento (ya sea religioso o político) con formación. (Me reservo desarrollar este punto en próximas entradas del blog.)
Educar será un poco menos difícil si somos capaces de aplicar una nueva didáctica, una nueva manera de aprender y enseñar. Pero esto solo tiene sentido si es la comunidad educativa en su totalidad la que demanda este cambio como resultado de haber detectado una necesidad y no por imposición.
Educar es tan difícil como apasionante... espero que algún día (no muy lejano) sea un poco más fácil.
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