Educar es actuar y transformar, no acumular y repetir

domingo, 28 de junio de 2015
La responsabilidad de un docente es enseñar a cada uno de sus alumnos y alumnas como si de él o ella dependiera el futuro de la humanidad o, al menos, como si pudieran aportar alguna cosa que mejore de un modo u otro nuestro mundo.

Alguno de ellos podrá hacer algún importante descubrimiento científico, encontrar la cura de alguna enfermedad, descubrir la manera de teletransportarnos, averiguar el modo de viajar al espacio a la velocidad de la luz... o puede que sea capaz de escribir una obra literaria a la altura del Quijote, componer música que perdure en el tiempo, pintar cuadros que lleguen al alma de las personas... quién sabe qué es lo que pueden hacer nuestros alumnos. Lo único cierto es que merecen que los eduquemos como si cada uno de ellos sea especial y pueda hacer algo importante en la vida.

Hay un conocido dicho que afirma que "a veces se gana, a veces se pierde, pero siempre se aprende", por ello, es importante que la educación no limite a las personas sino que permita que desarrollen al máximo sus potencialidades y talentos. 

Yo quiero estudiantes que sepan matemáticas, física, tecnología, literatura, filosofía... pero quiero que también sean creativos, capaces de controlar sus emociones, capaces de tolerar la frustración que aprendan de sus errores, que conviertan sus fracasos en un paso más hacia el éxito. En principio, el conocimiento por sí mismo no sirve para nada, lo que realmente importa es que podamos utilizarlo para resolver problemas, adaptarnos a los cambios, tener espíritu crítico, crear cultura...

La educación debe orientarse hacia el ser y no hacia el tener. Cada día estoy más convencido de ello. Al igual que sucede con el dinero, la acumulación de información, de datos no da la felicidad, depende de cómo y para qué se use. Ni yo, ni nadie sabemos cómo serán la sociedad y la educación del futuro. Se está construyendo, pero por desgracia no hay ningún plano que dirija esta inmensa obra. Se están levantando de manera descoordinada las diversas partes del edificio sin preocuparnos de hacer una buena planificación, unos buenos cimientos ni utilizar los mejores materiales. Da un poco de miedo pensar en lo que puede llegar a ser la educación del futuro si no somos capaces de elaborar unos buenos planos que nos guíen.

¡Comprometidos!... con la educación

lunes, 22 de junio de 2015
Es verano (en España) y durante algo más de dos meses las aulas permanecerán cerradas por vacaciones. Las escuelas e institutos se vacían de alumnos pero no de trabajo... los docentes (al menos la mayoría de ellos) aprovechan para formarse, para reciclarse, para hacer balance del curso y para preparar el próximo.

Cierran las aulas pero la educación no hace vacaciones, porque no solo educa la escuela sino que también educan la familia, los amigos, los medios de comunicación, las redes sociales... la “curiosa” lista de tareas para el verano de un profesor italiano de la que estos días la redes sociales y la prensa se hacen eco es una hermosa muestra de ello. 

Porque la educación es cosa de todos, porque se educa en todo momento y en cualquier lugar, todos y cada uno de nosotros debemos estar comprometidos con ella. Padres, abuelos, docentes, monitores de tiempo libre, políticos, psicólogos, deportistas, payasos, cantantes, ingenieros, peluqueros... debemos adquirir el compromiso de tener un comportamiento, una actitud, una manera de hacer y de ser que esté en consonancia con la manera adecuada de educar a nuestros niños y jóvenes.

Lo primero que deberíamos hacer es consensuar unos valores fundamentales basado en los derechos humanos y el respeto a las personas que nos sirvan de guía en todos y cada uno de nuestros actos y acciones. Yo propongo estos 10 valores: flexibilidad, curiosidad, autonomía, emprendimiento, creatividad, tolerancia, cooperación, responsabilidad, transparencia y entusiasmo.

También es necesario que nos comprometamos a dialogar, es decir, que seamos capaces de hablar y escuchar, que aprendamos a debatir siendo capaces de argumentar nuestras opiniones y de escuchar respetuosamente las de los demás. Debatir no es lo que lo que hacen los políticos y menos aún lo que hacen los tertulianos de las televisiones... eso como mucho es discutir o polemizar. El diálogo es la base para una buena convivencia.

Muy relacionado con el punto anterior, debemos ser capaces de proponer, de convencer con argumentos, en lugar de imponer. Tenemos que dejar a un lado el “porque lo digo yo” ya que con este argumento se consigue casi siempre el efecto contrario al deseado. Lo que se impone por la fuerza de la autoridad suele causar rechazo.

Nuestro compromiso con la educación pasa por innovar en todos los aspectos de la vida, es decir, por la búsqueda constante e incansable de nuevas maneras de afrontar los retos, los problemas. La capacidad de afrontar los cambios es una necesidad básica en nuestros días, donde nada permanece donde todo parece estar programado para convertirse en obsoleto en poco tiempo. Por ello, las personas comprometidas con la educación deben ser capaces de crear nuevas ideas, nuevos objetos más allá de lo establecido.

Compartir (en todos los sentidos), más que competir, debería ser el sustento de nuestros actos. No solo compartir para que nadie viva en precario, sin lo necesario para una existencia digna, sino compartir ideas, experiencias. Colectivamente somos capaces de multiplicar nuestras capacidades individuales... ser conscientes de que vivimos en comunidad nos ayudará a comportarnos y a actuar de manera más ecuánime y equitativa.

Estar comprometidos con la educación es ser conscientes de que nuestro ejemplo es un modelo para los demás, de que todos y cada uno de nuestros actos tienen una consecuencia. La escuela es un espacio privilegiado para educar pero no el único, la educación es cosa de todos.
LEER MÁS...

Aprender creativamente: tiempo libre y aburrimiento

lunes, 15 de junio de 2015
"Aburrirse en el momento adecuado es signo de inteligencia." Clifton Paul Fadiman

La educación que como padres y docentes ofrecemos a nuestros hijos y alumnos no puede ser igual a la que les ofrecíamos hace una década.

Esta afirmación, que parece obvia y de sentido común, topa con uno de los inconvenientes más grandes que tenemos los educadores si no estamos permanentemente atentos a nuestra labor y formándonos continuamente: tenemos tendencia a enseñar de la misma forma como nos han enseñado a nosotros, reproduciendo así modelos obsoletos que no pueden dar respuesta a las necesidades de la sociedad y de las personas de nuestro tiempo.

Hoy sabemos que tener pleno acceso a grandes cantidades de información, a todo un océano de datos, no es lo mismo que tener acceso al conocimiento, no es lo mismo que generar sabiduría. Este es uno de los grandes retos de la educación actual.

Por ese motivo, parece evidente que la educación ya no puede tener como objetivo que los alumnos tengan acceso a la información, que la memoricen y la reciten. Si la información está al alcance de cualquiera, en cualquier momento y en cualquier lugar, lo importante no es retener esa información en nuestro cerebro sino saber qué hacer con ella, cómo utilizarla para resolver problemas, para plantear y responder preguntas. Lo fundamental es que la educación nos enseñe a actuar, a hacer, a dudar, a cuestionar, a convivir, a comunicarnos.

Para que esto sea posible una de las cosas que debemos hacer es permitir que los niños tengan más tiempo libre y, en consecuencia, tengan la oportunidad de aburrirse. Esto no significa que en la escuela deban hacer actividades que no les motiven ni que en casa se pasen horas mirando la televisión sin prestarle atención. ¡Todo lo contrario!

Que tengan más tiempo para el ocio y que lo dediquen en lo que ellos quieran les da la posibilidad de que busquen por sí mismos recursos, soluciones, opciones para entretenerse... Sin duda, el aburrimiento (o mejor dicho, el buscar no caer en él) despierta la creatividad de los niños posibilitando un aprendizaje más autónomo, más emprendedor.

Dejemos a nuestros hijos y alumnos un poco más de espacio, permitámosles que se equivoquen, no se lo demos todo hecho, no tomemos todas las decisiones por ellos... y, sin duda, aprenderán mucho más creativamente ahora y en el futuro.
LEER MÁS...

Los peligros de una escuela hostil

domingo, 7 de junio de 2015
"El trabajo de un profesor no es enseñar asignaturas, sino enseñar a los estudiantes." Ken Robinson

Conviene tener siempre presente que la educación, de un modo u otro, nos afecta a todos (como docentes, como padres, como alumnos, como ciudadanos...). Del mismo modo, no podemos olvidar que todos podemos hacer algo por cambiar la educación, por mejorarla. No valen excusas, no podemos escudarnos en leyes obsoletas y políticas económicamente malintencionadas, no podemos ampararnos en yo solo soy un alumno o un padre, no podemos escondernos detrás de la excusa perfecta: las cosas son así. Afortunadamente hay muchos docentes, directores de escuelas, padres e incluso alumnos que demuestran cada día que una escuela distinta es posible.

La escuela de los estándares, de las reválidas y de PISA corre el riesgo real de convertirse en una escuela hostil, en una escuela para unos pocos, dejando fuera del sistema a un gran número de alumnos, a una gran cantidad de futuros ciudadanos. Es por ello que, más allá de sistemas educativos y de políticas educativas afiliadas a ideologías políticas concretas, la escuela debe ser inclusiva, rica en su oferta, heterogénea en sus planteamientos, rica en lenguajes, variada en sus inteligencias..., es decir, una escuela diversa.

Dice Tonucci que "En esta escuela el maestro no será ya quien posee la verdad y la garantiza, sino quien proporciona el método, el experto que sabe hacer trabajar conjuntamente a los alumnos con sus diferencias, sacando partido de esa diversidad y respetando las potencialidades de cada uno". De ese modo la escuela podrá cumplir con su verdadero cometido que es el de formar personas capaces de participar en la sociedad de manera activa, crítica y constructiva; formar personas capaces de entender y apreciar su cultura y valorar y respetar las de los demás; formar personas capaces de desarrollar todo su talento y de vivir su vida con dignidad y disfrute con independencia económica.

Los peligros de una escuela hostil son demasiado importantes como para cruzarnos de brazos y dejar pasar el tiempo sin hacer nada. En cualquier momento, desde cualquier lugar todos y cada uno de nosotros tiene la capacidad y la posibilidad de cambiar la educación, sino es así... ¡cuánto talento desperdiciado a diario en nuestros centros educativos!
LEER MÁS...

Aprobar o aprender, esa es la cuestión

lunes, 1 de junio de 2015
¿Es lo mismo aprobar que aprender? Siempre he oído decir que las cosas importantes de la vida no se aprenden en la escuela y llevo mucho tiempo esperando que deje de ser cierto. Lo mismo sucede con la universidad... se dice que se aprende más en el bar de la facultad, compartiendo conversaciones y debates con los compañeros que en la mayoría de las aulas. Y lo triste es que posiblemente sea verdad.

Esto sucede porque en realidad los sistemas educativos están pensados para que los alumnos aprueben no para que aprendan. Es decir, la escuela y la universidad tienen como objetivo que los alumnos se preparen para sacar la mejor nota posible en unos exámenes, que solo consiguen medir el grado de memorización de lo que el profesor ha explicado, y así demuestren ser mejores que sus compañeros.

Y es que no es lo mismo aprobar que aprender. Aprobar no demuestra necesariamente que se ha aprendido, ni suspender demuestra que no se haya adquirido aprendizaje. Memorizar datos, cifras y definiciones para luego recitarlas, solo demuestra tener una buena capacidad mnemotécnica pero no es síntoma de aprendizaje alguno. Ese contenido que se introduce en la cabeza de los alumnos debe servir para algo: resolver problemas, plantear preguntas, crear cosas, dar respuesta a dudas, saciar la curiosidad... debe ser un contenido capaz de ser aplicado en distintos contextos y situaciones. Y eso es lo que deberían hacer los centros educativos en cualquier nivel.

El peligro de la educación de nuestros días es que se convierta en una preparación para aprobar unas pruebas externas, eso sería limitar el desarrollo de los alumnos y limitar la función de la educación. Si dejamos que la educación que impartimos en nuestras escuelas esté dirigida exclusivamente a mejorar nuestros resultados en las pruebas de evaluación internacionales, estaremos cometiendo un error muy grave que pagarán las generaciones futuras.

Si no somos capaces de llenar la educación de valores y contenidos que sirvan realmente para que los alumnos lleven una vida plena y sepan adaptarse a cualquier situación nueva y puedan desarrollar al máximos sus talentos, sean estos cuales sean, lo que estaremos haciendo en nuestros centros educativos deberá dejar de llamarse educación para pasar a llamarse formación o "aprobación". Y es que tristemente muchos confunden la excelencia educativa con la habilidad de aprobar exámenes.

Nos irá mucho mejor cuando decidamos pasar del ¡Aprobad, si queréis ser algo en la vida! al ¡Aprended, si queréis vivir con plenitud!... Y esa es nuestra tarea: cambiar la educación para ayudar a nuestros alumnos a ser mejores personas.
LEER MÁS...
Con la tecnología de Blogger.
Subir