Reiniciar la escuela (una metáfora informática)

martes, 26 de febrero de 2013
De la escuela “vigilancia” a la escuela “mentor”.

En el mundo de la informática hay un principio universal para la solución de cualquier problema que se presente: reiniciar. Apagar y volver a encender es la solución que cualquier informático te plantea ante el menor de los contratiempos o la situación más grave.
Mi propuesta de hoy es que como la escuela actual no funciona, no da una respuesta eficaz a las necesidades de la sociedad: ¡reiniciemos la escuela!
Para entender cómo ha llegado la escuela a la situación actual es necesario un poco de historia. En sus orígenes, la escuela moderna tenía que ver con el control, con la vigilancia de los alumnos para el aprovechamiento del tiempo y evitar distracciones, con la anulación del individuo, del yo, del mismo modo que lo primero que se hacía en los cuarteles durante el servicio militar obligatorio era darte un número y dejar de lado tu nombre (creo que algo parecido sucede en las cárceles). Su objetivo era la uniformidad de los alumnos, es la imagen del maestro pastor y los alumnos ovejas.

En la actualidad, la sociedad a la que hacía su servicio la escuela control ha cambiado. Pero, desgraciadamente, aunque está en ello, la escuela como institución no ha seguido el mismo camino y conserva algunas reminiscencias del pasado: su labor tiene todavía mucho que ver con la uniformidad de los individuos.

Pero la sociedad actual demanda y necesita individuos creativos, autónomos, emprendedores, participativos, críticos... Y la escuela y el sistema educativo actual no fueron pensados para eso. De ahí la urgente necesidad de un cambio estructural en nuestras escuelas, de un nuevo paradigma educativo.

Necesitamos una escuela que vaya más allá de su edificio, que trabaje con valores, una escuela abierta, flexible, transparente,de cristal, permeable, que permita comunicarse con el exterior y poder ser observados desde fuera.

Necesitamos una escuela con profesores “mentor” no con profesores “vigilantes”. El profesor tradicional cumplía su cometido a imagen y semejanza del encargado de una fábrica, donde los estudiantes eran como obreros, que debían cumplir con una rígidas obligaciones disciplinarias (no importaban ni sus intereses ni sus necesidades), con un horario rígido e inflexible, marcado a golpe de timbre o sirena y, para mayor escarnio, sin recibir un salario a cambio.

Metafóricamente hablando, los alumnos eran preparados para ser parte de una cadena de montaje industrial. Hoy en día necesitamos prepararlos para que a lo largo de su vida sean capaces de amoldarse a las necesidades cambiantes de la sociedad. La sociedad industrial era poco dada al cambio, en la sociedad digital, el cambio es paradigmático.

La dificultad para reiniciar la escuela reside en que "lo cerrado" puede dar sensación de seguridad, de falso confort, de dominio, el riesgo que se corre en una institución cerrada es muy limitado. En cambio, "lo abierto" puede producir sensación de angustia, de vértigo, de inseguridad, de cierto riesgo; pero a su vez es la condición necesaria para la innovación, la creatividad, es la puerta a lo nuevo, es el camino para sobrevivir en un mundo hiperconectado y globalizado, no sé si un mundo mejor, pero sí que es un mundo distinto.

Desmontando 5 tópicos educativos

lunes, 18 de febrero de 2013
La mayor señal del éxito de un profesor es poder decir: Ahora los niños trabajan como si yo no existiera.” María Montessori

Dicen que las personas somos lo que comemos (cuerpo), y yo añadiría que también somos el resultado del tipo de educación que hemos recibido (mente). Las buenas prácticas educativas dejan huella, dejan la impronta necesaria para que las personas podamos desarrollarnos de forma autónoma a la largo de nuestra vida. En cambio, las malas prácticas educativas dejan cicatrices que impiden que las personas alcancemos nuestra máxima plenitud, limitándonos e impidiéndonos la adaptación a situaciones cambiantes.
Todos tenemos en nuestro interior huellas y cicatrices educativas. Eso es inevitable en un proceso tan complejo como es el aprendizaje. Por ello, es necesario que tratemos de identificarlas: las huellas para seguirlas y encontrar el camino correcto; las cicatrices para intentar curarlas y que no nos impidan avanzar.
El problema para los educadores es saber si nuestra acción educativa deja huellas o cicatrices (entendamos educadores en sentido amplio ya sea desde la familia, la escuela o la “tribu”). Porque partamos de la premisa de que ningún educador pretende dejar cicatrices de forma consciente, sino más bien al contrario todo educador pretende dejar huella.
Al margen de la familia y la tribu, me gustaría desenmascarar 5 tópicos educativos escolares que, sin ser conscientes, pueden causar cicatrices:

1.    El silencio, la quietud y la solitud son condiciones inherentes al aprendizaje. Estudiar, como se ha entendido tradicionalmente, tiene un punto de postración donde todo el esfuerzo requerido es mental y el cuerpo debe permanecer inmóvil. Se premia la quietud y se castiga el movimiento. En realidad, el aprendizaje puede y debe ser compartido, colaborativo y puede y debe requerir de diferentes acciones simultáneas para que resulte significativo para el alumno. La acción lleva al conocimiento.
2.    Aprender en la escuela es necesariamente aburrido y necesita obligatoriamente de un punto de sacrificio por parte del alumno, que debe disciplinarse para sobrellevar el aburrimiento. Quizás sea este el motivo por el que a los alumnos no les guste la escuela. La diversión, la sorpresa, el entretenimiento no están reñidos con el aprendizaje, al contrario, son elementos indispensables para alcanzarlo, pues predisponen y motivan al alumno y lo hacen significativo.
3.    Todos debemos aprender lo mismo y de la misma forma (“porque lo dice el currículum” se justifican muchos profesores). Se tiene miedo a lo diferente, a buscar soluciones personales y creativas, se castiga lo que se escapa de la norma, de lo estipulado. En la educación tradicional se te juzga como bueno si eres mejor que otros y como malo, si eres peor. El referente del éxito educativo nunca es uno mismo. Enseñar a cada alumno para que desarrolle su talento individual y le saque el máximo provecho es lo mejor para el individuo y para la sociedad.
4.    Los alumnos tienen la mente en blanco, vacía si se entiende como un recipiente, y debemos llenarla de datos. Si las cosas no se saben de memoria, los alumnos no saben nada. La memoria es importante y debe trabajarse en la escuela pero como una capacidad más, no como la única capacidad para alcanzar el aprendizaje. Pero hoy, con la infoxicación de datos existentes y su volatilidad, es más importante disponer de las competencias necesarias para manejarse con ellos que no el tenerlos almacenados en nuestra mente.
5.    Los niños sueñan con dragones y pelotas, las niñas con princesas y muñecas. Reforzar estos estereotipos limita el desarrollo, el potencial de los alumnos. Limitar la educación de nuestros niños y niñas a causa de estereotipos sexistas es hacerle un flaco favor a la sociedad, ya que impide que desarrollen su máximo potencial como personas. Dejemos que cada cual desarrolle sus potencialidades en función de sus intereses y no las limitemos a causa de nuestra miopía.
La única forma de cambiar nuestra manera de educar es desmontando lo que sabemos, ponerlo en tela de juicio, deconstruir nuestra práctica docente para poder hacer las cosas de forma distinta, quizás un poco mejor.

P.D.: Añado con fecha 27 de junio de 2013 un video realizado por Dielmer Fdo Giraldo (@Dielmer) sobre este post, con mi agradecimiento:
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La magia de enseñar: el docente como ilusionista

jueves, 14 de febrero de 2013
Los profesores y profesoras hacen magia cada día.
No, no me refiero a los trucos que tienen que hacer para llegar a final de mes a causa de los recortes; ni a la frase que corre por Internet: “Mi profesor es mago. Es capaz de convertir 60 minutos de clase en una eternidad”.
Me consta que hay profesores que aprenden sencillos juegos de manos y pequeños trucos de magia para llamar la atención de sus alumnos. Incluso alguna vez he visto anunciados cursos de “magia educativa”. Pero ahora tampoco quiero referirme a eso.
Hacer magia en el aula significa crear momentos de expectación en los que los alumnos prestan toda su atención porque intuyen que va a pasar alguna cosa. Los docentes siempre han sido verdaderos ilusionistas a la hora de buscar recursos para motivar a los alumnos, a la hora de seducir mediante el factor sorpresa. La sorpresa es un elemento activador del interés de los estudiantes (ya sean estos niños, jóvenes o adultos).
Hacer magia en clase tiene que ver con la utilización de recursos que están a nuestro alcance y provocan un momento "eléctrico", en el que da la sensación de que puede pasar cualquier cosa. Por ejemplo, he visto a maestras de Educación Infantil creando un momento mágico al contar un cuento en clase.
La magia, ya lo he dicho en otras ocasiones, está en las pequeñas cosas. Y esos momentos “mágicos” son lo que posibilitan el aprendizaje. Momentos que pueden obtenerse con recurso como estos, al alcance de todos:
-Juegos de lógica. Recuerdo que en una sesión formativa con profesores se planteó el siguiente acertijo y el revuelo e interés que causó entre los asistentes fue mayúsculo: “El padre de Ana tiene 5 hijas que se llaman: Lala, Lele, Lili, Lolo y... ¿cómo se llama la otra hija?”.
Lo mismo sucedió con este otro: “Un hombre vive en el piso 25 de una casa que tiene 30 pisos. Todas las mañanas, menos los sábados y domingos, se mete en el ascensor, baja a la planta de calle y se va a su trabajo. Por las tardes, llega a casa, toma el ascensor, se baja en el piso 22 y sube 3 pisos andando. ¿Por qué se baja en el 22 en vez de bajarse en el 25?”
Mientras los alumnos hablan y debaten pensado en la solución a estos enigmas, se crea una atmósfera propicia para activar el aprendizaje.
-Juegos “matemágicos”. Los números tienen propiedades constantes que permiten hacer juegos de predicciones que convierten al profesor en un enigmático mentalista. Por ejemplo:
Escoge un número cualquiera de dos cifras, por ejemplo, 26. Construye el número siguiente: 26 + (26×20) = 546. Ahora, el número 546 lo multiplicamos por 481. 
Obtendrás el número que elegiste repetido tres veces.
 
-Efectos ópticos o engaños visuales. Ver que la vista nos engaña es un elemento muy atractivo para los alumnos, ya que les predispone a no prejuzgar ni aceptar prejuicios. Por ejemplo:



En definitiva, los profesores y profesoras que hacen MAGIA son:
Motivadores, Amenos, Generosos, Imaginativos y Audaces.
¿Qué otros recursos utilizas tú para hacer magia en tu clase?
 
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¿Qué es la miopía educativa? Síntomas y prevención

lunes, 11 de febrero de 2013

La miopía educativa es un defecto en la mirada, entendida esta en sentido amplio como la capacidad de analizar, interpretar y evaluar la acción educativa, que impide ver con claridad lo lejano, que provoca que el futuro se vea borroso, difuminado, incierto.
La miopía educativa es una enfermedad que no ha sido muy estudiada, pero que está muy extendida entre las personas que forman parte del sistema educativo español. De hecho, entre algunos de sus miembros se podría hablar de pandemia o de epidemia.
¿Quién sufre esta enfermedad?
Aunque puede afectar a cualquiera de los componentes del sistema educativo, no lo hace con la mismo grado de intensidad:
  • Legisladores educativos. En este grupo la miopía alcanza su grado más virulento. Más que una distorsión de la mirada a largo plazo, se trata de una ceguera casi total, que solo les permite distinguir sombras, siluetas... Esto tiene una enorme incidencia en sus decisiones, lo que provoca que dicten leyes pensando en los beneficios políticos particulares a corto plazo y no en los intereses generales a medio y largo plazo.
    Una de las características más significativas es que los miembros de este grupo no son conscientes de que tienen esta enfermedad, es más, creen que ven perfectamente, por lo que su tratamiento resulta muy difícil, por no decir imposible.
  • Docentes. La miopía educativa afecta a un porcentaje demasiado elevado del personal docente. La dificultad en la visión se acrecienta con la falta de recursos, el descrédito, la falta de autoridad, la desmotivación y las erráticas políticas educativas.
    Al personal docente le afectan otros dos problemas de visión que también tienen una incidencia muy notable en su labor: la hipermetropía educativa y la presbicia docente o vista cansada. La hipermetropía afecta a un número menor de docentes; consiste en todo lo contrario a la miopía, es la incapacidad de ver más allá de lo próximo, de lo inmediato. La vista cansada es la consecuencia natural del desgaste propio de muchos años de profesión, por tanto, es inevitable aunque se pueden paliar sus efectos.
  • Alumnos. Entre el alumnado, que es el elemento más débil del eslabón educativo, la miopía afecta de manera muy superficial. Todavía no se puede hablar de enfermedad sino de síntomas que pueden derivar en ella. La falta de motivación, de posibilidades de futuro, lleva a los jóvenes a ver muy distorsionado su horizonte. Pero solo desarrollaran la enfermedad si la sociedad no es capaz de darles oportunidades para desarrollar su talento.
  • Familias. La miopía entre las familias también tiene un nivel de afectación muy importante. La familia como institución ha delegado sus obligaciones educativas, en muchas ocasiones por la imposibilidad de conciliar vida laboral y vida familiar.
¿Cómo se corrige?
Lo bueno de la miopía es que se puede curar, con cirugía, y también corregir. Pero como que no disponemos de gafas, ni lentes de contacto capaces de enfocar nuestra mirada hacia el futuro, podemos paliar las consecuencias de la miopía educativa con:
  • Formación. Es necesaria, a distintos niveles, para todos los componentes del sistema educativo. Esta formación debe ser de calidad y continua.
  • Recursos. Disponer de recursos adecuados y suficientes es básico para conseguir una educación de calidad. La crisis económica no debería mermar los recursos educativos, sino todo lo contrario. Como sabemos: en educación no se gasta, se invierte.
  • Entusiasmo. Es el motor del desarrollo, sin él sería complicado alcanzar los objetivos que nos propongamos.
  • Adaptabilidad. Es un valor fundamental en el mundo en el que vivimos; perder el miedo al cambio facilita el desarrollo y la mejora de la educación.
  • Responsabilidad. La educación es demasiado importante para la sociedad como para tratarla de manera irresponsable.
  • Respeto. Valorar con justicia la importancia de la educación y la labor de las personas que se dedican a ella es esencial para tener una buena visión de futuro.
  • Colaboración. Todos los miembros del sistema educativo deberían estirar del carro en la misma dirección para conseguir que avance y no estirar cada uno hacia un lugar distinto.
Sería conveniente que todos y cada uno de nosotros revisara su “vista educativa” periódicamente. No siempre vemos con la claridad que creemos y la miopía nos afecta sin ser conscientes de ello.
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Pedagogía de lo efímero

jueves, 7 de febrero de 2013

Una de las características más significativas de la educación actual es que sus contenidos se diluyen, son etéreos, se escapan de entre las manos de profesores y alumnos, de padres e hijos. Hoy sabemos que aquello que enseñamos a nuestros jóvenes está en continuo cambio, en constante movimiento.
Durante mi época de estudiante en la enseñanza formal (hace tiempo que decidí, como actitud vital, que nunca dejaría de ser estudiante) sufrí a profesores que explicaban lo mismo durante muchos, muchísimos cursos, e incluso a algunos que llegaban a dictar los apuntes que habían preparado en su primer año como enseñantes (os aseguro que es real, lo hacía mi profesora de Historia del Arte en COU y un profesor de Metodología del aprendizaje en la universidad). Hoy esto no es posible, o no debería serlo. Los contenidos de la educación han dejado de ser inmutables y se han convertido en efímeros.
Esto no solo ha sucedido con la educación, ha pasado también con la pintura, la arquitectura... es una señal de identidad de la postmodernidad líquida en la que vivimos.
Esta volatilidad de los contenidos convierte al alumno, necesariamente, en un sujeto activo, constructor de su aprendizaje; y al docente en un agente de cambio en transformación adaptativa continua.
Los docentes y los alumnos se han “googlelizado” y “wikipedeizado”, es decir, están hiperconectados en un mundo global y esto nos obliga a repensar la Pedagogía.
Dolors Reig (@dreig) contestaba a esta pregunta en una entrevista:
¿Cómo se puede mejorar, a tu juicio, el sistema educativo actual?
Estas son algunas de las propuestas:
- Valores para una participación que nos haga crecer como individuos y como sociedad (no hay tecnología que no dependa de su apropiación y no hay apropiación que no dependa de los valores del usuario…).
- Alfabetización multimedia (Horizon 2012).
- Gamificación (aprendizaje basado en juegos), storytelling, creatividad..
- Organizar la inteligencia colectiva.
- Analítica de datos (aprendizaje aumentado).
- Metodologías, herramientas, instituciones, profesor... para “dar sentido”.
- Curación de contenidos y sistemas educativos (lugares del saber).
- Innovación y cambio (de la educación para las respuestas a la educación para las preguntas).”
Me parece una interesante invitación a dirigir la mirada de la educación hacia el futuro, hacia nuevos horizontes buscando nuevas didácticas que permitan el aprendizaje a lo largo de toda la vida. Más aún cuando parece que, con la LOMCE, nos quieren obligar a dirigir nuestra mirada hacia el pasado, siguiendo la máxima de que cualquier tiempo pasado fue mejor.
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Qué enseñar y qué aprender en la escuela del siglo XXI

martes, 5 de febrero de 2013
"En pocas palabras, prefiero la profundidad a la amplitud, la construcción a la acumulación, la búsqueda del conocimiento en sí al sometimiento a la utilidad, la enseñanza individualizada a la uniforme, y una educación de carácter público. Prefiero la educación centrada en el estudiante a la centrada en el enseñante y apoyo la que presta atención a las diferencias individuales y de desarrollo. (...) 
Sin embargo, también soy partidario de la educación firmemente enraizada en las disciplinas, de emplear la evaluación con regularidad y de establecer unos niveles de exigencia elevados." Howard Gardner: La educación de la mente y el conocimiento de las disciplinas. Barcelona, Paidós, 2012.
He tenido la tentación de acabar aquí este post. Tan solo con la cita de Gardner, sin más comentarios. Creo que en estos dos párrafos se concentra una gran cantidad de sabiduría pedagógica.
 
Pero como sufro de “incontinencia literaria”, no me he podido resistir a continuar comentando algunos aspectos que creo relevantes.
Quiero empezar con una idea básica, si nuestros alumnos y alumnas llegaran a la educación infantil con las asignaturas de Sentido Común y de Tolerancia a la Frustración aprendidas de casa, los profesores podrían dedicar su preciado tiempo a enseñar otras cosas. De hecho, estas “otras cosas”, en realidad, son las inherentes a la escuela, su verdadero propósito. Si la familia como institución cumple con su función, el trabajo de la escuela se ve facilitado enormemente.
 
Pero, ¿qué son esas "otras cosas"? No me estoy refiriendo a la transmisión memorística de conocimiento, sino al tratamiento y asimilación de diferentes conceptos, habilidades y destrezas que puedan ser aplicados en situación reales para solucionar problemas y que sirvan como base para la formación y la adaptabilidad de la persona a lo largo de su vida.
Aunque suene absurdo (y que conste que lo digo a modo de provocación), qué bueno sería que al nacer nos implantaran un microchip (o alguna otra maravilla tecnológica) que nos permitiera acceder, de manera permanente y actualizable, a los datos y conocimientos casi infinitos que circulan por la red. Si no tuviéramos que preocuparnos por esto, ¡qué diferente sería la enseñanza! Podríamos dedicar todo el esfuerzo y el poder de nuestra mente para trabajar procesos y maneras de tratar la información, en buscar nuevas y creativas maneras de relacionar distintos temas aportando soluciones más eficaces e innovadoras.
Volviendo a la realidad y hablando en serio, lo que es evidente es que, en el mundo actual, la enseñanza tiene que ser competencial y no conceptual, debemos trabajar por retos y no mnemotécnicamente.
Además, nadie duda hoy en día de la necesidad de trabajar las emociones en el aula. Las emociones deben "entrenarse", se debe aprender a dominarlas, a controlarlas... pues esto tiene y tendrá una incidencia fundamental en el presente y el futuro de los alumnos. La educación emocional facilita el acceso al conocimiento y proporciona herramientas eficaces para desenvolverse en el mundo. Por eso deben enseñarse y aprenderse en nuestras escuelas.
Nuestras aulas son muy diversas y se necesitan recursos para atender esta diversidad. Pero, ¿acaso hay alguna otra forma de enseñar? Todos nuestros alumnos son diferentes entre sí, tienen diferentes talentos, distintas cualidades. No existe otra manera de enseñar que la de ser capaces de extraer el máximo de cada una de estas capacidades. Por tanto, en nuestras aulas debe enseñarse de manera personalizada todo aquello que necesitan nuestros alumnos para alcanzar su excelencia, sea esta la que sea.
Desgraciadamente, hoy en día debe tenerse en cuenta otra variable: Cuando la pobreza entra por la puerta, la educación salta por la ventana. La escuela, en muchos barrios de nuestras ciudades y en no pocos pueblos, se ve obligada a cubrir necesidades básicas de los alumnos: asegurarse de que puedan comer al menos una vez al día, de que reciben y adquieren los hábitos básicos de higiene y salud, de que tienen acceso a los materiales y recursos didácticos que facilitan el aprendizaje, de que reciben una atención emocional y una dosis de autoestima... Y eso, desgraciadamente, también forma parte de lo que se debe enseñar y aprender en la escuela del siglo XXI.
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