¿Educar para seleccionar o educar para incluir?

domingo, 30 de septiembre de 2018
"Estamos en un contexto de incertidumbre y no se puede decir qué será del día de mañana, excepto si nos consideramos profetas. Pero si el futuro es incierto, significa que lo peor tampoco es seguro, y que dependerá también, al menos en parte, de lo que hagamos o no hagamos en el presente para orientar su trayectoria." Robert Castel


Cuando hablamos del futuro, de cómo será la sociedad de aquí a unos años, solemos tener una visión negativa, en ocasiones apocalíptica. Pero lo cierto es que esa incertidumbre, el hecho de que no sepamos cómo va a ser, nos debería dar esperanza para conseguir que sea un futuro esperanzador. Y nuestras decisiones y actuaciones presentes van a condicionar que sea así o no.

Es por esto que ha llegado el momento de escoger cuál debe ser el propósito de la escuela: seguir seleccionando y excluyendo o formar e incluir. Nuestra decisión va a tener, sin duda, una enorme influencia en cómo serán los tiempos venideros.

Nuestra sociedad es enormemente competitiva y en un momento de descuido, en una mala decisión, puedes quedar fuera de juego. Bauman lo compara con una especie de cruel juego de las sillas, en el que si no estás atento y aprovechas tus oportunidades puedes quedar fuera del sistema. Y esa exclusión no debe nunca iniciarse en la escuela.

La escuela (el sistema educativo) debería perseguir que cada persona pueda desarrollar al máximo su potencial, sea este cual sea, para que se desarrolle como individuo y participe activa y responsablemente de la sociedad en la que vive. En cambio, el sistema educativo actual promueve la competición entre individuos, el enfrentamiento entre rivales (como si de una competición deportiva se tratase). Tienes que ser mejor que los demás para tener mejores oportunidades.

Pero en realidad es cuando trabajamos con otros, cuando colaboramos, cuando nos convertimos en verdaderamente competitivos, porque la suma de individualidades tiene un efecto amplificador en los resultados que se obtienen. Y este es un valor, una habilidad, cada vez más importante en el mundo actual.

Más que educar para ser competitivos, debemos educar para ser competentes... y eso implica no dejar a nadie abandonado a su suerte por el camino de la educación.

10 cosas que todos tus alumnos y alumnas merecen

domingo, 23 de septiembre de 2018
"El sistema educativo se tendría que construir pensando en el desarrollo de los niños." Richard Gerver

Qué y cómo aprender en la escuela es una cuestión clave para el desarrollo de las generaciones futuras y es motivo de múltiples y variadas reflexiones en todo tipo de contextos. A diario, gracias a la magia de las redes sociales y al trabajo incansable de miles de profesionales de la educación, podemos leer, debatir, compartir y comentar muchas experiencias y teorías educativas, con las que no siempre se está de acuerdo, pero que nos enriquecen.

Hoy os propongo algo distinto. Más allá de las grandes metodologías didácticas, os propongo pensar en esas cosas que no cuestan mucho y dan resultados fantásticos. En esos pequeños detalles que muchas veces pasan desapercibidos y pueden hacer que el clima de aprendizaje en el aula sea el adecuado, que la actitud de los alumnos y alumnas para el aprendizaje sea la más propicia para alcanzarlo, que la relación docente/alumno sea fluida y respetuosa.

Dice Juanjo Vergara (@juanjovergara) que los alumnos, y nosotros mismos, aprendemos porque queremos, cuando sentimos la necesidad de conocer. Os propongo 10 cosas que todos los alumnos y alumnas merecen y que ningún docente debería dejar de darles para facilitar que sientan esa necesidad de conocer:

1. Confianza, que se crea en ellos. Todo alumno merece que el docente crea en él, que lo trate como si tuviera el potencial necesario para hacer cosas maravillosas. Solo así un alumno puede alcanzar su máximo talento y tener la oportunidad de perseguir sus sueños.

2. Ser escuchados. En general, a los niños y niñas se le oye mucho, pero se les escucha poco. Es hora de que tengan voz, que se tengan en cuenta sus necesidades, sus intereses, sus motivaciones.

3. Participar activamente. Si lo que se propone en el aula parte de sus intereses, los alumnos y alumnas deben ser partícipes de la organización y la realización de las actividades que se llevan a cabo.

4. Recibir sonrisas. Todos los alumnos y alumnas debería recibir, al menos, una sonrisa en cada clase. Crear un clima afectivo y alegre facilita un ambiente propicio para aprender y para convivir.

5. Escuchar cosas amables y constructivas. Dirigirse a los alumnos y alumnas con un lenguaje positivo, que destaque lo bueno y que no estigmatice con negatividad, también es un elemento imprescindible para un buen ambiente de aprendizaje y de convivencia.

6. Ser mirados a los ojos. Un alumno que siente la mirada de su profesor, siente a su vez que es participe de lo que está sucediendo en el aula. Además, si la mirada es el espejo del alma, el contacto visual facilita la conexión a nivel emocional.

7. Saciar su curiosidad y creatividad. La actividad de los docentes debe ir encaminada a que los alumnos y alumnas aprovechen su curiosidad para aprender y su creatividad para tener una mirada disruptiva.

8. Permitir que aprendan de sus errores. No es bueno que a los alumnos y alumnas se les ponga todo fácil "para que no se frustren". Debe permitirse que pierdan el miedo a equivocarse, a probar cosas nuevas, a hacer las cosas a su manera.

9. Inclusión. Es obligación de todo docente que se haga todo lo posible para evitar la exclusión del sistema del cualquier alumno o alumna. Que no se les seleccione con criterios arbitrarios debería ser un objetivo prioritario en la escuela del siglo XXI.

10. Aprender más allá de aprobar. Como conclusión, todos los alumnos y alumnas merecen que se les enseñe más allá de aprobar, que su paso por la escuela les proporcione los conocimientos, las destrezas y las habilidades necesarias para tener éxito (a todos los niveles) en la vida.
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Enseñar en un mundo digital y acelerado

domingo, 16 de septiembre de 2018
"La profesión del educador contribuye más al futuro de la sociedad que cualquier otra profesión." John Wooden

Cuando nos enfrentamos al reto de tener que enseñar/formar/educar deberíamos tener siempre presente el contexto y las circunstancias en las que vivimos, nosotros como educadores y, más importante aún, los sujetos de la educación: hijos, alumnos...

Y lo cierto es que vivimos en un mundo global, digital, hiperconectado, acelerado y superficial donde el acceso al conocimiento se ha facilitado de forma impensable hace tan solo unas décadas. Cualquier conocimiento, información, idea... (incluso los más inadecuados) están a nuestro alcance a un solo "clic". Por tanto, todo aquello que nuestros hijos/alumnos quieran aprender, lo harán por su cuenta y sin ningún tipo de filtro en YouTube. ¿Es adecuado delegar el acceso al conocimiento a Internet?

Quizás ha llegado el momento de adelgazar y flexibilizar los currículos educativos y dejar más tiempo y espacio a los intereses y motivaciones de los alumnos y alumnas. Creo que sí que hay una serie de conocimientos que podríamos llamar clave o básicos a los que todo alumno debería acceder. Pero cuando analizamos los estándares de aprendizaje que establece el currículo, aunque hagamos un análisis rápido y superficial, nos damos cuenta de que esos contenidos distan mucho de ser los básicos y obligatorios para todo alumno.

La realidad de la educación actual es que nos enredamos en debates interminables sobre qué metodología o qué tecnología debemos utilizar cuando nuestros debates y discusiones deberían centrarse en el qué, el para qué y el cuándo educar. La verdadera revolución de la educación pasa por redefinir cuál es su propósito, cuál es su fin. Cuando tengamos claro su propósito y cuáles son los conocimientos y/o competencias que deben adquirir nuestros alumnos y alumnos, será el momento de hablar del cómo las adquieren.

La realidad de nuestro día a día en educación es que la pobreza de recursos (materiales y teóricos) para innovar se ve sustituida por el ímpetu, el entusiasmo y la entrega de un pequeño porcentaje de docentes... y, aún reconociendo el enorme mérito de estos docentes, este no es el camino para educar en un mundo digital y acelerado.
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Todo profesor quiere que sus alumnos aprendan

domingo, 9 de septiembre de 2018
"El currículo es viejo, viejo, viejo. Enseñamos a leer libros sobre nada importante, a escribir a mano con buena letra, a calcular de cabeza, a memorizar tablas... y todo esto ya no es tan útil como antes." Marc Prensky

Cuando debatimos, en ocasiones acaloradamente, sobre qué, cómo, cuándo y dónde educar nos aferramos a nuestras creencias, experiencias e ideas y nos olvidamos que hay un principio básico indiscutible: Todo profesor quiere que sus alumnos aprendan. A partir de aquí podemos empezar a debatir, reflexionar e incluso discutir de manera que sirva para, entre todos, mejorar la educación que ofrecemos a nuestros niños y jóvenes.

Todo docente quiere enseñar a sus alumnos aquello que ellos creen que les va a servir para su desarrollo personal y/o laboral... la cuestión principal reside en establecer qué aprendizajes son estos y cuál es la mejor manera de alcanzarlos.

Hace un tiempo escribí en un post para la campaña #realinfluencers que "enseñar no puede reducirse solo a una técnica, a la aplicación de una u otra metodología didáctica. Esta es condición necesaria, pero no suficiente. Un buen docente, además de tener un gran conocimiento de la materia (o materias) que imparte, debe tener una serie de habilidades, destrezas y valores como la empatía, la resiliencia, la creatividad, la capacidad de comunicar (escucha, diálogo), la tolerancia a la frustración... A su vez debe también conocer a sus alumnos (sus talentos, sus limitaciones, sus posibilidades) y el contexto en el que enseña." Y sigo suscribiendo cada una de estas palabras. Una persona puede ser un gran músico, por ejemplo, un excelente guitarrista... pero eso no le capacita de manera fehaciente para ser un buen educador... la enseñanza requiere conocimientos específicos para llevarla a cabo.

La mejora de la educación pasa ineludiblemente por la redefinición de cuál es su propósito y aquí hay múltiples opiniones que se basan más en creencias e ideologías que en constataciones basadas en principios válidos y coherentes. Lo que no debería ser motivo de disputa es que para educar se necesita una mayor dotación económica por partes de las administraciones (la educación no es un gasto, es una inversión), una mejor formación inicial y continua para los docentes (que esté contemplada en su horario de trabajo), la disminución de las ratios y la elaboración de leyes educativas valientes que recojan la experiencia de las personas que están cada día a pie del cañón en las aulas.

A pesar de todo... creo que la educación que se ofrece en nuestros centros educativos es de una altísima calidad y que la escuela y los profesionales que en ella trabajan realizan una tarea poco valorada y reconocida. Existe una tendencia injustificable a desmerecer esa labor. ¡Claro que hay cosas que se pueden mejorar!... pero no estamos tan mal como a algunos les gusta decir.

Este curso que empieza, y para el que os deseo lo mayores éxitos educativos, vamos a seguir reflexionando y debatiendo sobre educación. Pero que este debate sea constructivo y sirva para una mejora real de la formación y el aprendizaje de nuestros alumnos.
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