La educación en tiempos de App

jueves, 28 de noviembre de 2013
Corren malos tiempos para la tinta, el papel, el lápiz, la tiza, el encerado... Aunque estos recursos didácticos siguen estando muy arraigados en nuestras aulas, se perciben como elementos del pasado, como herramientas arcaicas de aprendizaje.

Ahora es tiempo de tablets, smartphones y aplicaciones (App), que aunque su uso todavía no está muy extendido en nuestras escuelas, se perciben como los recursos didácticos emergentes.

Hoy en día estamos educando a lo que algunos han llamado la "generación App", es decir, niños y jóvenes que usan la tecnología como un elemento cotidiano en muchas de sus actividades personales y sociales. Por ello es responsabilidad de los docentes enseñarles que las App no son solo una fuente de entretenimiento y comunicación sino también de aprendizaje.

Como todos sabéis, las App son pequeños y funcionales programas que mejoran las prestaciones de nuestras tablets y teléfonos inteligentes. Entre sus características más significativas destacan que suelen ser gratuitas (las más sencillas) o muy baratas (las más complejas), que son permanentemente actualizables (solución de errores y mejoras de funcionamiento y prestaciones) y que están en constante innovación (cada vez hay más y que realizan las más variadas funciones).

En educación, las App son complementos que ayudan a completar la labor docente. Su uso como recurso didáctico aporta un alto grado motivación al alumnado y les hace más ameno y entretenido el aprendizaje. Pero lo más importante para que su utilización dé resultados educativos es la labor de orientar y acompañar a los alumnos al emplearlas. No por hacer que los alumnos usen una App van a realizar un aprendizaje significativo, es imprescindible darle una intencionalidad para que así suceda.

El uso de App en nuestras escuelas debería ser la prueba de un cambio de paradigma educativo. Necesitamos una educación en constante innovación, con una rápida capacidad de adaptarse a los cambios y a las necesidades de las personas y de la sociedad. Una educación donde la creatividad sea el motor del aprendizaje, donde compartir sea la fuente para adquirir conocimientos y destrezas. Una educación gratuita y de calidad para todos que ayude a desarrollar el talento de cada persona. Así debe ser la educación en tiempos de App.

¿Por qué tengo que educar en valores además de enseñar matemáticas?

lunes, 18 de noviembre de 2013
Hay que tener valor para educar en valores.

En un post de hace algún tiempo hablé de la importancia de la educación en valores y expliqué los 10 valores que considero fundamentales para educar en las escuelas del siglo XXI. Hoy pretendo reflexionar sobre por qué, para qué y cómo educar en valores.

Aún hoy muchos docentes tienen miedo y reparo a educar en valores, sienten que su única labor es la de instruir a los alumnos, es decir, enseñarles contenidos de las distintas materias que marcan los currículos: matemáticas, física, literatura... Piensan que la educación en valores es responsabilidad exclusiva de las familias, que forman parte del ámbito privado de las personas.

Pero en el mundo de incertidumbre en el que vivimos donde los contenidos no son permanentes, donde la información se genera a velocidades de vértigo, donde el cambio y la innovación continuas son la clave del aprendizaje... ¿tiene sentido solo instruir a nuestros alumnos?

En una sociedad donde los valores están en crisis, donde se persigue el enriquecimiento fácil, el éxito vacío... ¿podemos permitirnos el lujo de no educar en valores a nuestros alumnos?

La educación debe tener como objetivo la formación integral de la persona, debe trabajar tanto el aspecto personal o individual como el social o colectivo. Esa es función tanto de la familia como de la escuela. Por ello es muy importante que los centros educativos sean coherentes en los valores que trabajen y que las familias los conozcan y los compartan. No hay nada más "neurótico" para un niño (o para un joven) que recibir mensajes contradictorios, en lo que se refiere a valores, entre la escuela y la familia: en el colegio me dicen que eso está bien, en casa me dicen que está mal.

El otro día escuché decir al filósofo Francesc Torralba, en una jornada sobre El deporte como motor de valores organizada por la Fundació Bofill, que los valores se transmiten con continuidad, ejemplaridad y en actividades humanas. Educar en valores tiene que ser un trabajo constante, tiene que ser vivencial (de valores no se habla, se actúa), tienen que haber una coherencia total entre lo que se hace y el cómo se hace (no puedo estar hablando del respeto a los demás, mientras grito a mis alumnos para que se callen) y, lo que me parece aún más importante, el trabajo en valores debe ser intencional (programado, evaluado...).

La educación en sí misma no es garante de una transmisión adecuada de valores, es más, según cómo se actúe pueden transmitirse contravalores. Pero la educación es un medio privilegiado para formar personas que respeten los valores humanos, es decir, aquellos que hemos aceptado como válidos por acuerdo el conjunto de los hombres y mujeres. Durante mucho tiempo la educación en valores ha estado muy vinculada a la enseñanza religiosa, hoy es absolutamente necesario que todos eduquemos en valores para conseguir una sociedad más equitativa, más justa, más respetuosa... una sociedad mejor.
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¿Es la educación “supercalifragilisticaexpialidosa”?

martes, 12 de noviembre de 2013
Aunque la pregunta “puede parecer algo enredosa”, espero mostraros a lo largo del post que tiene más sentido del que se aprecia a simple vista. Es más, os pido que mientras leéis el post no dejéis de tener presente en vuestra cabeza la melodía de la canción.

Con esta pregunta no pretendo referirme a los recursos mágicos que utiliza Mary Poppins para educar a los niños de los que es institutriz. Aunque debo reconocer que a cualquier docente le gustaría tener un paraguas volador o la capacidad de entrar en un cuadro y pasear por su interior. ¡Serían unos recursos didácticos geniales!

Tampoco pretendo valorar la contraposición entre los métodos educativos de la famosa institutriz (amabilidad, cariño, diversión...) y los del padre de los niños (imposición, rigidez, severidad...), pues esa discusión debería formar parte de la historia de la educación y no de su presente.

Cuando pronunciamos o escuchamos la palabra supercalifragilisticoexpialidoso hay, como mínimo, tres cosas que nos vienen a la cabeza y que pueden relacionarse directamente con la educación: complejidad, entretenimiento y fantasía.

- Complejidad: La educación es siempre compleja pues en ella intervienen una enorme cantidad de variables. Se educa de manera consciente e inconsciente, por lo que la actitud del docente y su lenguaje no verbal son de vital importancia. Educar es una tarea tan compleja que requiere de una formación docente inicial y continua de gran calidad pero también es necesario tener una gran vocación.

Debemos intentar no complicar aún más los procesos educativos para no convertirlos en caóticos... en la mayoría de las ocasiones bastaría con aplicar el mal llamado sentido común. "Mal llamado" pues a la vista de lo poco que se usa muy común no parece ser. 

- Entretenimiento: La educación debe ser siempre dinámica, creativa y optimista... como la canción que inspira la palabra de nuestra pregunta. Debe motivar al alumno, debe despertar su curiosidad, debe ser inspiradora.

- Fantasía: Por último, aunque pueda sonar poco científico, la educación debería estar mucho más relacionada con el mundo de la fantasía, de la magia... pues esa es una puerta que lleva a los alumnos a aprender cosas nuevas, a imaginar nuevos mundo. Ojalá todos los docentes tuvieran los poderes de Mary Poppins... no habría niño que no quisiera acudir a la escuela.

En conclusión, parecer ser que la educación es supercalifragilisticaexpialidosa. Es compleja (aunque debemos utilizar más el sentido común para no hacerla caótica), es entretenida, motivadora, divertida y creativa y, aunque para algunos esté mal visto, está llena de fantasía porque nos lleva a conocer el mundo más allá de nuestro entorno más inmediato y nos ayuda a buscar nuevos caminos y nuevos objetivos.
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Quien tiene un buen profesor, tiene un tesoro

jueves, 7 de noviembre de 2013
“Los buenos profesores, aunque tuvieran sus rarezas, como arrojar tizas voladoras contra los cráneos más gamberros, conseguían que los chavales los adoraran. ¿Por qué? Porque ni las moscas se aburrían en sus clases y porque amaban su vocación.” Olga Merino: Carcoma en las aulas. El Periódico, 27 de octubre de 2013

No corren buenos tiempos para los docentes. Las circunstancias sociales, laborales, políticas... están en su contra. Son desprestigiados por los gobernantes de turno por estar en contra de ciertas políticas que los docentes entienden que son contrarias a la esencia misma de la educación, sufren un recorte muy significativo de los recursos de los que disponían hasta hace poco y se les exigen mejores resultados, sufren una enorme pérdida de reconocimiento social (especialmente ante las familias) y, en general, sufren la desconsideración más absoluta por su labor.

Se culpabiliza a los docentes de los malos resultados en los informes de evaluación diagnóstica internacionales, del abandono y el fracaso escolar, de los déficits de comprensión lectora y de expresión oral y escrita, se les culpa hasta de los altos índices de paro... cuando, como he dicho en otras ocasiones, el fracaso es de la sociedad en su conjunto.

La culpa es de una sociedad enferma, afectada por una enorme crisis de valores, una sociedad donde se prioriza el éxito vacío ante el reconocimiento al trabajo bien hecho, donde innovar está mal visto, una sociedad donde el mangoneo (aprovechar una situación privilegiada para hacer pingües negocios o enriquecerse sin esfuerzo alguno) es considerado como un” logro social” y no como un acto delictivo. Estos son los valores que nuestra sociedad transmite a sus futuros ciudadanos adultos.

Pero a pesar de ello, dejadme gritarlo bien alto: ¡QUIEN TIENE UN BUEN PROFESOR, TIENE UN TESORO!

Debería reconocerse el papel de los docentes en la construcción de una sociedad mejor, debería concedérseles la importancia que merecen las personas que educan y enseñan a las personas y a los ciudadanos del futuro.  Aún en las circunstancias más adversas, los docentes siempre están ahí, dando todo su apoyo a los niños y jóvenes, trabajando muchas más horas de las que son preceptivas y preocupándose de sus alumnos hasta en las circunstancias más especiales. Los docentes están siempre ahí, luchando cada día por dar a cada uno de sus alumnos la esperanza por un futuro ilusionante: ¡GRACIAS!
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El imperativo en educación

domingo, 3 de noviembre de 2013
El uso de las órdenes, acompañadas en demasiadas ocasiones de gritos, ha sido (¡y es aún hoy!) una constante en la educación escolar.

El docente, a imagen y semejanza de un militar, se dirige a los alumnos mediante el imperativo para "mandarles" una tarea, para mantener una disciplina en clase consistente en silencio y quietud: un buen grito hace callar, momentáneamente, al más rebelde de los alumnos.

El miedo al castigo (antaño físico) y la violencia verbal son elementos a desterrar en una escuela en la que debemos sustituir la competencia por la solidaridad. Para ello debemos empezar a sugerir y no a ordenar, a proponer y no a imponer. Es mucho mejor que los alumnos nos respeten por admiración, más que por temor.

Debemos cambiar el concepto de disciplina que impera en nuestras aulas. Debemos dejar de temer al ruido que provocan alumnos trabajando en pequeños grupos, debemos dejar de temer al movimiento en el aula. Aunque sea difícil de aceptar... de algún modo debemos dejar entrar el caos en la escuela. La educación que tiene como objetivo el compartir el saber no puede basarse en la quietud y el silencio, en la pasividad absoluta.

En la educación que viene, esa que se está imponiendo poco a poco, el docente ya no es el depositario del saber, el transmisor de la verdad absoluta. El docente es el guía que acompaña y no el "jefe que manda", por tanto, el lenguaje que utilice no puede ser imperativo ni impositivo sino asertivo y amable. El objetivo no es que sea obedecido, sino seguido como ejemplo.
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