Educar es como jugar a Candy Crush

lunes, 23 de septiembre de 2013
Educar en estos tiempos de incertidumbre y movilidad se asemeja mucho a jugar a Candy Crush Saga (@uncandycrush).
No lo digo solo por lo adictivo que resultan ambas actividades, sino porque en Candy Crush, al igual que en la educación, cuando superas un nivel ya tienes otro nuevo por superar. Además los caramelos de colores parecen tener vida propia y no siempre hacen lo que uno pretende, igual que sucede con los alumnos de clase.
De hecho la historia de los videojuegos es un buen ejemplo de cómo debería de haber evolucionado la educación en las últimas décadas, pero no ha sido así.
Aunque es algo incierto, se considera que el primer videojuego de la historia fue una versión del Tres en raya desarrollado por Alexander S. Douglas en 1952.
Pero el desarrollo como industria sucedió en 1972 cuando se creó Pong, una rudimentaria versión del juego del tenis.
En los años 80 se desarrollaron los juegos gracias a los salones recreativos con clásicos como Pacman, Tron, Battle Zone o Tetris.
A partir de entonces los videojuegos han evolucionado de manera espectacular y se han desarrollado juegos de una complejidad y de un realismo increíbles, creándose una industria muy creativa y dinámica.
Siendo generoso, afirmaría que la educación, comparada con los videojuegos, se ha quedado en la época del Tetris. La comunidad educativa ha sido incapaz de adaptarse a los veloces cambios de la sociedad y de la tecnología incumpliendo uno de sus principales cometidos que es formar personas socialmente competentes.
Todavía existen docentes que hacen sus clases como si se tratara una partida de Pong... y eso, sin ninguna duda, es la mejor manera de desmotivar y aburrir a sus alumnos.
¡No tengamos miedo en crear una educación que sea como el más actual de los videojuegos! Ojalá todos los docentes enseñaran a sus alumnos como si jugaran a Candy Crush: nuestros alumnos, nosotros mismos y la sociedad en general nos lo agradecerán.


La información sobre La historia de los videojuegos la he extraído de www.fib.upc.edu/retro-informatica/historia/videojocs.html

Excusas de mal profesor

jueves, 19 de septiembre de 2013
Señor, dame valor para cambiar lo que puede cambiarse; dame serenidad para aceptar lo que no puede cambiarse y dame sabiduría para distinguir lo uno de lo otro.” Proverbio hindú


Estoy convencido de que la labor docente es (y será) una de las profesiones más apasionante y, al mismo tiempo, más difícil que uno pueda ejercer en cualquier momento y en cualquier lugar del mundo.

Por este motivo es muy importante conocer todo aquello contra lo que debe luchar cada día un docente y ante lo que no vale poner excusas de ningún tipo.

Como nos dice el proverbio que encabeza este post, es muy importante reconocer todo aquello que podemos mejorar en nuestra labor como educadores e identificar todo aquello que no depende de nosotros para no perder ni un segundo de nuestro tiempo y esfuerzo con ello.

A continuación, citaré algunas de las características que condicionan de manera fundamental los procesos de enseñanza y aprendizaje, para identificar, al mismo tiempo, las excusas que se emplean habitualmente para justificar la mala praxis educativa o lo que yo llamo excusas de mal profesor:
- Los docentes trabajamos con seres humanos que tiene su propia personalidad, sus ilusiones, sus expectativas, sus sueños, sus miedos, sus fobias, sus vergüenzas... Es obligación de cualquier educador conocer a sus alumnos y formarlos teniendo en cuenta su individualidad.

Por tanto, no se pueden utilizar excusas como “Los jóvenes no tienen interés por aprender”, “Mis alumnos son unos vagos, no quieren trabajar”. Un docente debe buscar siempre los mecanismos para despertar el interés de sus alumnos, debe saber conectar con ellos, debe aprender a hablar su mismo idioma. Cuando un alumno no aprende, en la mayoría de las veces, es porque un profesor no ha encontrado la manera de enseñarle.
 
- Entre profesor y alumnos siempre existe un desfase generacional, que se acentúa para el docente conforme van pasando los años. Por ello es necesario que un docente “se conserve siempre joven” (sin necesidad de cirugía plástica)…, o lo que es lo mismo, se tienen que conocer las necesidades y los gustos e intereses de los alumnos.

Eso significa que no es válida la excusa: “A los jóvenes no les interesa nada”. Son los docentes los que deben darles la posibilidad de trabajar temas que les motiven y, además, utilizando las herramientas que les son habituales.

- Tanto alumnos como profesores vivimos en una sociedad en rápido y continuo cambio. Todo evoluciona a velocidad de vértigo y lo que hoy es blanco, mañana puede ser multicolor. Eso lleva a enseñar con criterios de adaptabilidad, sin miedo al cambio, formando personas competentes y capaces en todo momento y situación de construir su propio aprendizaje.

“Los alumnos no saben nada”, “Antes sí que estudiábamos”, “Cualquier tiempo pasado fue mejor”… estas excusas son inaceptables para cualquier docente pues significa estar de espaldas a la realidad de la sociedad en la que se vive y ese es un lujo que ningún educador se puede permitir si quiere hacer bien su trabajo.

Seguro que todos escucháis a diario más de una excusa de mal profesor… no lo dudéis ni un segundo: ¡hay que luchar contra ellas!
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Habilidades de los alumnos del siglo XXI

domingo, 15 de septiembre de 2013
Solo hay una solución para los problemas que tiene la educación: INNOVAR, hacer las cosas de otra manera. Si la educación no se reinventa con el objetivo de conectar con los alumnos, el fracaso está garantizado.

Debemos tener presente que la tecnología, en todos los ámbitos de la vida, está transformando la manera de pensar, de trabajar y de aprender. Aunque estoy cada vez más convencido de que la tecnología por sí misma no va a cambiar de manera significativa la educación, pues para ello son necesarios cambios estructurales y organizativos.

Para conseguir cambiar la educación es imprescindible tener muy claro cómo son los alumnos del siglo XXI. A continuación, enunciaré algunas de las características más significativas que configuran (o deberían configurar) el perfil de los alumnos y las alumnas de nuestro tiempo. Son las características propias de los niños y jóvenes de un mundo con una educación cuyas bases deben ser la colaboración, la interactividad y el espíritu crítico:

1. Autoconstrucción de aprendizaje contínuo. Los alumnos y alumnas de nuestra época deben ser constructores de su propio aprendizaje. Además deben poseer las competencias que les permitan aprender de manera autónoma a lo largo de toda su vida. Ya no son solamente receptores pasivos de información sino que se han convertido en constructores de contenido. 

2. Adaptabilidad. Vivimos en una sociedad en continuo cambio. Por este motivo, los alumnos y alumnas del siglo XXI deben tener la capacidad de adaptarse a cualquier nueva situación. De otro modo serían incapaces de progresar a nivel personal y social.

3. Dominio de la tecnología. Algunos consideran que los alumnos de nuestras escuelas son nativos digitales. No estoy del todo de acuerdo con esta afirmación, pero sí que es cierto que los niños y jóvenes están familiarizados con los aparatos tecnológicos en su vida cotidiana. Esto debe ser aprovechado en distintas situaciones de aprendizaje, por ejemplo: el e-learning puede permitir que los alumnos sigan cursos de su interés de contenidos que no están recogidos en los currículos escolares. Lo que puede ayudar a abrir un mundo de nuevas posibilidades a la enseñanza.

4. Empatía. Tener la capacidad de ponerse en el lugar del otro, entender cómo se siente, permitirá a los alumnos del siglo XXI adquirir unos aprendizajes mucho más efectivos y poseer unas habilidades sociales que mejoraran su capacidad de participación en las instituciones.

5. Inteligencia colectiva. Muy relacionada con la habilidad anterior, la suma de las inteligencias individuales, el resultado de la colaboración entre múltiples alumnos, da un resultado muy superior a lo que puede hacer una persona por sí sola.

6. Capacidad de análisis. En un mundo donde la información es totalmente inabarcable, disponer de la capacidad de discernir entre lo que es relevante y lo que es vacuo, es una habilidad absolutamente imprescindible para los alumnos y alumnas del siglo XXI.

Conocer a nuestros alumnos nos permitirá mejorar la educación que les proporcionamos a nivel de aula, de centro y de sistema educativo.

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La educación nómada

martes, 10 de septiembre de 2013
La vida de los seres humanos cambió cuando dejaron de desplazarse de un lugar a otro, siguiendo a los animales y buscando frutos que recolectar, y se asentaron en tierras fértiles cerca de un río. Allí desarrollaron la agricultura y la ganadería, se construyeron los primeros poblados fortificados en busca de seguridad y protección, se desarrollaron distintos oficios por la especialización del trabajo y se sentaron las bases para el desarrollo tecnológico.

Algo parecido sucedió con la educación. Cuando se hizo sedentaria, es decir, en el momento en el que se estableció en un lugar fijo (academia, escuela, universidad...), evolucionó de manera constante hasta alcanzar cuotas nunca vistas de extensión y calidad, universalizándose y sentando las bases de la pedagogía y de la didáctica modernas.

Pero el mundo ha cambiado a causa del inconmensurable desarrollo tecnológico que nos abruma con una cantidad inabordable de información y la posibilidad infinita de comunicación. Por este motivo, la escuela, tal y como la entendemos actualmente, ha dejado de ser una tierra fértil, pues ya no ofrece los recursos que nos permitan dar una respuesta eficaz a las necesidades de las personas y de la sociedad en este mundo infoxicado.

Es por ello que propongo que la educación deje de ser sedentaria para volver a ser nómada.

Una educación nómada que no se limite a lo que puede enseñarse en el interior de un edificio, es lo que en otras ocasiones he denominado escuela de cristal. Una escuela transparente, permeable, moldeable, líquida (en el sentido que le da Baugman), o lo que es lo mismo, una educación abierta al mundo, una educación hiperconectada que permita intercambiar información, ideas y opiniones con personas de nuestro entorno y de cualquier lugar del planeta. Una educación en continuo movimiento, en constante adaptación a las necesidades emergentes. Una educación continua, un proceso que dura toda la vida.
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La escuela que quieren los niños

viernes, 6 de septiembre de 2013
Parece que fue ayer... pero este es el post número 100 del blog. Para celebrarlo he decidido darle la palabra a los niños.
Hace ya algún tiempo que les pido que me hagan un dibujo (o escriban un pequeño texto) de cómo les gustaría que fuera su escuela. Sin darles ningún dato más.
Los resultados son sorprendentes y cada vez estoy más convencido de que deberíamos escucharlos siempre, que deberíamos tener en cuenta su opinión. Aunque todavía estoy recopilando información (os agradecería que me enviaséis dibujos de vuestros alumnos e hijos), no he podido resistirme a realizar un pequeño avance a modo de aperitivo:


Este dibujo es de Álex (6 años). Lo primero que llama la atención es que el edificio escolar es un castillo. Los castillos son un lugar seguro, donde Álex quiere sentirse protegido; pero los castillos también son lugares donde se viven mil aventuras, donde los protagonistas de los cuentos salvan princesas, luchan contra dragones (como el que ha dibujado en la parte superior derecha). Álex nos está pidiendo a gritos una escuela "emocionante", un lugar donde no quede ni espacio ni tiempo para el aburrimiento.
También resulta interesante apreciar que en la puerta ha dibujado a la profesora con los brazos abiertos, en actitud de acogida. Álex quiere una profesora que sepa crear vínculos con sus alumnos, que los proteja y los conduzca en las aventuras que vivirán en el castillo/escuela. 
La presencia de un campo de fútbol, una piscina y una zona de juegos también es significativa. Aunque ha dibujado unas ventanas donde se ve a un alumno dando clase y a unos alumnos jugando, Álex pide un espacio donde la actividad física sea la protagonista, un espacio al aire libre, donde pueda correr, nadar, jugar...



El segundo dibujo es de Laia (7 años). Lo primero que llama la atención es que, al igual que en el dibujo de Álex, el sol ocupa un lugar preponderante. Además, Laia añade pájaros, nubes, árboles, flores, una fuente..., es decir, elementos de la naturaleza, elementos que indican la petición de no estar siempre encerrada entre cuatro paredes.
Esta idea queda reforzada por el edificio que ha pintado Laia: sólido y resistente. Laia ha dibujado las puertas cerradas y a ella y a una "princesa" en el jardín que rodea el edificio.
Las ventanas del edificio son enormes y, a través de ellas, pueden verse dos aulas muy ordenadas y decoradas con animales y pizarras.
Laia nos pide una escuela con las aulas transparentes, donde aunque las puertas estén cerradas, el alumno tenga contacto con el exterior.


El tercer dibujo es de Nerea (13 años). Para una alumna de 2º de ESO la tecnología ocupa un espacio absolutamente prioritario. Nerea quiere una clase con una pizarra digital con conexión a Internet y con ordenadores (o tablets) individuales.
La puerta del aula es un corazón enorme, con una ventana justo en medio. Nerea pide un aula acogedora, donde haya un ambiente agradable y buena sintonía entre profesor y alumnos y entre compañeros. Las flores como elemento decorativo son un indicativo de la necesidad de contacto con el exterior... aunque, como lleva ya unos cuantos años de escolarización, se ha acostumbrado a desgana a los espacios cerrados.
Para acabar el post os dejo las palabras de Edén (10 años) sobre su colegio ideal:
"Mi colegio sería ideal (...) si el patio durara una hora. Si la clase de Medio fuera más larga. Haríamos experimentos y descubriríamos piedras preciosas. Podríamos hacer juguetes con cosas recicladas. Veríamos películas.
No tendría que llevar libros y libretas para que no pesara tanto la cartera. Me gustaría que tuviéramos más clases de prácticas y menos de teoría. También nos darían clases de cocina.
Me gustaría que nos dejaran leer más libros de los que nos gustan. Y no tener tantos exámenes."

¿Qué os parece, debemos o no escuchar a los niños?

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Conversar en el aula: clave para el aprendizaje

domingo, 1 de septiembre de 2013
Si escribes en el buscador Google "problemas voz profesores" aparecen aproximadamente 7.090.000 entradas relacionadas.

Sin duda, la garganta es uno de los puntos débiles de cualquier profesor. Los problemas de voz están muy extendidos entre los docentes debido a la cantidad de horas que se pasan hablando: el profesor quiere ser escuchado, necesita ser escuchado.

En demasiadas ocasiones los profesores deben forzar la voz para hacerse oír en un aula inquieta o hablan y hablan sin descanso para transmitir datos, fechas, conceptos y más datos a los alumnos, que los escuchan y los reciben con desgana.

Los docentes hablan mucho a sus alumnos... pero, ¿cuánto tiempo dedican a hablar con ellos?

Hablar es articular, proferir palabras para darse a entender. Conversar supone bidireccionalidad: se quiere ser escuchado pero también se quiere escuchar al otro.

En la escuela del siglo XXI, el profesor debe ceder la palabra a sus alumnos. Debe romper con la creencia injustificada de que se aprende en silencio y debe permitir a los alumnos que hablen con él y entre ellos.

Conversar es compartir y compartir es construir el aprendizaje. Una construcción donde el alumno es partícipe con su propia voz, donde es escuchado y valorado… donde se le tiene en cuenta.

Conversar mejora la convivencia en el aula, facilita la empatía. Cuando tenemos en cuenta la opinión de los alumnos es mucho más fácil ponerse en su lugar y lograr estrategias didácticas que faciliten el aprendizaje. El intercambio de opiniones, de puntos de vista, permite una mejor educación emocional y la transmisión de valores.

A muchos no les va a resultar fácil, pero ya es hora de que los profesores hablen menos y escuchen más.
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