La educación como valor universal

lunes, 29 de julio de 2013
"La educación es el arma más poderosa que existe para cambiar el mundo." Nelson Mandela

Educar no es solo transmitir conocimientos, competencias o valores. Educar también es luchar contra la aceptación de la injusticia, contra la “normalidad” del desequilibrio, contra la falta de ética, contra la banalidad de los valores.

No podemos (ni debemos) olvidar que la educación es el instrumento que tiene la sociedad para compensar las desigualdades, para posibilitar que todos sus miembros pueden participar activamente de ella aportando su máximo potencial de forma crítica y constructiva para progresar hacia un mundo más justo.

La gran paradoja de la educación es que es, al mismo tiempo, transmisora y conservadora de la tradición cultural de una sociedad, y motor de cambio y transformación. Aunque casi siempre se potencia más su aspecto de perpetuación de la tradición sociocultural de la sociedad a la que sirve, no debemos subestimar su fuerza como motor de cambio.

El problema es que vivimos en un mundo que no funciona. Los humanos somos una especie destructiva capaz de crear ideologías que consideran inferiores a otros humanos, capaz de entablar conflictos bélicos en los que mueren millones de personas, capaz de destruir el planeta para que unos pocos, poquísimos, se hagan inmensamente ricos...

¿La educación puede arreglar algo de todo esto?

En la escuela actual, el mundo es el pupitre. Las aulas no tienen paredes, ni fronteras. Los grandes problemas de la educación, con pequeños matices, son globales. Evaluamos los resultados obtenidos por los sistemas educativos de distintos países y los comparamos, he incluso cometemos la barbaridad de hacer rankings. Cuando compartimos reflexiones educativas nos damos cuenta de tienen la misma vigencia en España, en Estados Unidos, en México, en Francia, en Rusia, en Argentina, en Chile, en Brasil, en Uruguay...

La educación es un valor universal, un lenguaje común que nos une, que nos hace a la vez iguales y diferentes. El mundo en el que vivimos, donde la información viaja a la velocidad de la luz, potencia el valor de la educación como “arma de construcción masiva” y como fuerza impulsora de una nueva manera de entender el mundo.

Si no creyera que la educación es una herramienta capaz de cambiar el mundo, mi labor y la de los millones de personas que nos dedicamos a la educación, en cualquiera de sus ámbitos y en cualquier punto del planeta, carecería de sentido.

¿A qué huele la educación?

jueves, 25 de julio de 2013

Me gusta el olor de la educación. Me encanta que tenga tantos matices distintos, desde el perfume más sofisticado hasta el efluvio más sutil.

Quizá, por una cuestión de tradición, el olor más característico de la educación es la mezcla de tiza, lápiz, goma de borrar, tinta de bolígrafo y papel... Aunque, desde hace algún tiempo, se le está añadiendo unas gotas de PDI y de ordenador, una pizca de netbook y un toque de tablet.

La educación huele a niños jugando, a bocadillo de mantequilla y chocolate, a golosinas y caramelos de fresa y menta. También desprende efluvios de mar, de montaña...; de libertad, en definitiva.

La educación huele a sonrisas, a lágrimas...; a aprendizaje, al fin y al cabo.

La educación tiene esencia de sueño, de utopía, de esperanza. Pero, quizá, la fragancia que más le caracteriza es la de la curiosidad (con unos matices de entusiasmo y creatividad).

Un docente es un perfumista que debe mezclar cada día, y en las proporciones exactas, las distintas fragancias de la educación, para que su perfume llegue a lo más profundo de sus alumnos.

¡Qué afortunados somos de poder disfrutar de los aromas de la educación!
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Educar es emocionante, educar es emocionar

lunes, 22 de julio de 2013

Dedicarse al mundo de la educación es como estar permanentemente montado en una enorme montaña rusa. A muchos docentes les encanta esa sensación de vértigo constante. Otros muchos viven con la inquietud de querer que la montaña rusa se pare cuanto antes, pero justo en el momento en que se detiene, están deseando que se ponga en marcha otra vez.

Educar supone, en muchas ocasiones, una descarga de adrenalina (o algo por el estilo) que crea cierto estado de adicción, del que no es necesario desintoxicarse, sino todo lo contrario, potenciarlo para educar cada vez mejor.

Sí, educar es emocionante, pero también es emocionar, porque implica a las emociones, a los sentimientos, a lo más íntimo y profundo de la persona.

Casi siempre olvidamos que la educación, como las plantas, crece en dos direcciones:
-Hacia afuera (arriba): hojas, flores (lo social, lo laboral... lo colectivo).
-Hacia dentro (abajo): las raíces (lo personal, el yo... lo individual).

La educación escolar tradicional se ha preocupado casi exclusivamente de que la planta (el alumno) diera verdes hojas y hermosas flores, pero casi nunca se ha ocupado de que sus raíces fueran grandes y profundas para permitirle asentarse bien y poder alimentarse de todo aquello que la tierra le ofrece.

Esas raíces grandes y fuertes solo puede proporcionarlas una educación emocional sistemática y planificada en nuestras escuelas.

En alguna otra ocasión he planteado la metáfora del profesor como labrador que trabaja la tierra para lograr más y mejores frutos. Ahora, me gustaría añadir dos matices más: que todo labrador sabe que debe cuidar la tierra donde cultiva: debe ararla, abonarla, regarla... para no convertirla en un terreno yermo, sin vida. Y que también debe conocer qué tipo de tierra es y cuál es el cultivo que mejor se adapta a sus características.

En el ya un poco antiguo, pero todavía válido, Informe Delors (UNESCO, 1998) la educación del siglo XXI se basa en cuatro pilares:
-Aprender a conocer.
-Aprender a hacer.
-Aprender a ser.
-Aprender a convivir.

Quisiera completar esta idea presentando los cuatro cuadrantes que define Ken Wilber para explicar todo fenómeno humano. Para poder comprender íntegramente cualquiera de estos fenómenos (y, por supuesto, la educación) deben abordarse los cuatro:


Podemos concluir que la educación solo será efectiva si se ocupa de manera integral de todos los ámbitos de la persona.

Sin emoción no hay aprendizaje. Para un docente es tan importante el dominio de su materia, como lo es ser emocionalmente inteligente: enseñamos a conocer pero, inexcusablemente, también enseñamos a ser.
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Los riesgos de la (mala) educación digital

lunes, 15 de julio de 2013
Recuerdo haber escuchado decir a un responsable político (no importa quién era, pues ya no está en el poder) que la mejor manera de impulsar las TIC en las aulas eran dotar a los colegios de todo tipo de gadgets (ordenadores, netbooks, tablets, pizarras interactivas...) y que los profesores no tuvieran otra opción que utilizarlos. ¡ERROR!

Cualquiera que tenga un mínimo conocimiento de pedagogía sabe que la presencia de tecnología en las aulas, por sí misma, no supone ninguna garantía de éxito educativo. Es más, sin una formación didáctica adecuada, provocando de manera forzada la obligatoriedad de su uso, la educación digital presenta algunos riesgos que conviene conocer para no caer en ellos:

-Todo vale. Internet es un pozo sin fondo de información y recursos, pero no toda la cultura ni todos los recursos educativos se encuentran en la red, ni se limitan a los que puedan encontrarse a través de Google. Por tanto, un primer riesgo es limitar todos los contenidos a trabajar en la escuela a aquellos que circulan por la red, dejando totalmente de lado a los están fuera de ella (cada vez menos, por cierto).

-Comodidad versus eficacia. Existe un peligro, muy vinculado al anterior, que consiste en limitarnos a utilizar lo primero que encontramos por Internet sin tener muy claro el valor del recurso. “Lo primero que se encuentra” ya sirve, pues no se dispone de tiempo para valorar la calidad y la adecuación de los distintos recursos que pueden encontrarse, ni seguramente se tiene la preparación necesaria para contrastarlos de manera eficaz y siguiendo unos criterios de evaluación válidos. Es absolutamente necesario establecer parámetros para evaluar adecuadamente los contenidos que se encuentran en la red.
-Utilizar los recursos digitales como si fueran analógicos. Corremos el riesgo de limitarnos también a un cambio en el formato de presentación de los contenidos. Utilizar las TIC supone un cambio profundo en la manera de concebir los procesos de enseñanza/aprendizaje y no solo un cambio en el “soporte” de presentación aunque este resulte mucho más atractivo para los alumnos.

-Se corre el riesgo de una mayor desprofesionalización de los docentes. La facilidad en la corrección y la elaboración de las actividades cerradas conlleva la tentación de utilizarlas de manera exclusiva o masiva. Con ello se corre el peligro de no fomentar la reflexión sino limitarse a una versión descafeinada de la enseñanza programada, que tan de moda estuvo en los años 70 del siglo pasado.

-Individualismo versus colaboración. Por lo dicho en el punto anterior, también se corre el peligro de hacer una enseñanza mucho más individualista; cuando, al menos para mí, lo mejor que tiene la educación 2.0 es la facilidad de trabajo colaborativo, de fomento de la inteligencia colectiva.

-Deshumanización de la instrucción, que no de la educación. Las máquinas, los programas informáticos pueden facilitar de manera muy eficaz la instrucción de los alumnos, el aprendizaje más instrumental, con lo que se corre el peligro de “delegar” en la tecnología lo que deben hacer las personas. No se puede reducir educación digital a aparatos tecnológicos, la aportación del docente es básica.
-La obsolescencia programada de los aparatos tecnológicos puede llevar a la necesidad de renovación continua del hardware y el software que utilicemos en nuestras escuelas. Así, lo que en principio debería suponer un menor coste económico, se puede convertir en un pozo sin fondo de gasto inútil (excepto para las empresas tecnológicas).

Por todo lo comentado anteriormente, la necesidad de seguir investigando en las posibilidades didácticas de los recursos tecnológicos digitales que tenemos a nuestro alrededor es una obligación inexcusable para la pedagogía del siglo XXI.

Acompañar a los docentes en este cambio de paradigma dotándoles de recursos (materiales y formativos) es la única manera de alcanzar el éxito. ¡ACIERTO!
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Cuando el talento no es el motor de la educación...

jueves, 11 de julio de 2013

Talento entre nuestros jóvenes hay a raudales; riqueza, no tanta.

Cuando la posibilidad de cursar estudios de grado superior, de obtener una formación de calidad, depende de los recursos económicos de los que uno dispone y no de su capacidad intelectual y su talento: ¡Cuánto talento desperdiciado! Y lo que muchos no parecen darse cuenta: ¡Cuánta riqueza (cultural y económica) desperdiciada para la sociedad!

Algunos políticos consideran que las becas son un dispendio irracional e insostenible. Pero es justo al contrario, es una inversión necesaria para asegurarnos un futuro cultural y económico mucho mejor, para que nuestra sociedad progrese.

Defender una visión clasista de la educación limita las posibilidades de desarrollo y desperdicia la riqueza humana de un país.

Aunque yo no creo (como creen algunos) que “todos los niños pueden ser Einstein”, sí que estoy convencido de que todos los niños tienen algún talento que necesitan desarrollar para alcanzar el máximo de su potencialidad. Algunos niños niños pueden ser Einstein; otros, Marie Curie; otros Fernando Alonso; otros, Picasso; otros, García Márquez; otros, Shakira; otros, Ferrán Adriá; otros, Gloria Fuertes... Pero lo que es realmente importante es que todos desarrollen al máximo su potencial, y eso el Estado tiene la obligación y el deber de posibilitarlo. 
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Zombies, vampiros y otros monstruos educativos

lunes, 8 de julio de 2013
Es verano y hace muchísimo calor. Los niños están en casa o en la playa y los docentes (al menos muchos de ellos) están en alguno de los múltiples cursos de verano que se organizan por toda la geografía.

Debe de ser por el calor... pero ni se me ocurre, ni me apetece escribir sobre algún complejo y denso problema pedagógico. Seguro que el calor ha ablandado mi cerebro y me produce algún tipo de espejismo que me hace ver ciertos monstruos de los que aparecen en los relatos de terror como algunas de las personas que nos rodean en el ámbito educativo, ya sea en la escuela, en la universidad, en Internet... pueden ser otros docentes, directores, cargos administrativos e incluso alumnos:

-Zombies: son muertos vivientes. Se desplazan por los centros educativos sin rumbo fijo. Lo hacen todo de forma mecánica, sin voluntad propia. Se limitan a pasar el tiempo y se alimentan del cerebro de los humanos (no en sentido literal, sino figurado). Son peligrosos, pero poco efectivos porque son lentos de movimientos y de ideas. No se sabe muy bien cómo se han convertido en zombies, pero seguramente tiene que ver con el desánimo y el estrés mal llevado.

-Vampiros: más peligrosos que los zombies, pues su aspecto no difiere del de los humanos. Son inteligentes, rápidos, fuertes... La manera como se mantienen activos es chupando la sangre de profesores y alumnos hasta dejarlos sin fuerzas. Su personalidad suele ser muy fuerte e hipnótica, son dominantes y tienen la capacidad de someterte sin darte cuenta.

-Momias: a diferencia de las momias egipcias, no van envueltas en vendas. Pero sí que son tan antiguas como ellas. Están ancladas en el pasado y consideran que cualquier tiempo pasado fue mejor. Suelen ser sabias, pues tienen mucha experiencia, pero no han sabido adaptarse a los nuevos tiempos.

-Hombres (mujeres) lobo: se transforman bajo determinadas circunstancias. Pueden tener un comportamiento adecuado y cambiar repentinamente por alguna causa. En los relatos es por la luna llena; en el ámbito educativo, pueden ser diversos los motivos (llevarles la contraria, intentar cambiar su manera tradicional de hacer las cosas, proponer algún cambio que rompa con la comodidad de su rutina...).

-Fantasmas: son los más numerosos. Suelen hacer mucho ruido, pero aunque dan algún susto, suelen ser inofensivos... molestos, pero inofensivos. En nuestro ámbito sustituyen la típica sábana blanca por sus méritos, certificados, títulos y otras conquistas que ellos valoran como muy importantes. Se siente superiores a los humanos y suelen mirar por encima del hombro a las personas.

Todos estos monstruos educativos dan miedo, sí, pero como en las novelas y en las películas, los héroes siempre los derrotan.
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¿Los alumnos pasan, los profesores permanecen?

lunes, 1 de julio de 2013

“Mediocre alumno, el que no sobrepase a su maestro.” Leonardo da Vinci

Todos los veranos, cuando acaba el curso escolar, me planteo una cuestión que considero de vital importancia para ayudarnos a cambiar el paradigma educativo tal y como se ha entendido tradicionalmente: ¿Los alumnos pasan, los profesores permanecen?

Los alumnos pasan
Esta frase puede entenderse literalmente: los alumnos avanzan de curso, cambian de etapa educativa, pasan de la escuela al instituto...; los alumnos, inevitablemente, maduran en sus capacidades evolutivas, se hacen cada vez más autónomos. Es decir, el cambio y el movimiento definen al alumno que, en definitiva, es el sujeto de la educación.

Los profesores permanecen
Esta frase no debería poder entenderse literalmente, pero desgraciadamente la propia estructura de la institución escolar favorece que así sea. El profesor se entiende como permanente, como un ente estático, como “completo” por su formación universitaria que le ha proporcionado un título que le capacita para ejercer su labor.

Pero nada más lejos de la realidad, cambio y movimiento, o lo que es lo mismo, formación continua y reciclaje permanente deben ser la seña de identidad de la función docente y, por tanto, el objetivo de cualquier política educativa que pretenda hacer un sistema educativo cada vez mejor.

El movimiento de unos y la permanencia de los otros provoca que el inevitable desfase generacional entre docente y alumno sea cada vez más profundo. Hasta el punto de que, en algunos casos, llegan a hablar lenguajes distintos, hecho que dificulta la comunicación. Me refiero, por ejemplo, a que los alumnos hablan el lenguaje 2.0 o digital y muchos maestros el lenguaje 1.0 o analógico. Por ello, los docentes no pueden “permanecer” sino estar en continuo movimiento, en constante evolución y renovación.

Otro aspecto que debe tenerse en consideración en la relación profesor/alumno, es que encuentro y despedida, con todas las connotaciones afectivas que ello conlleva, son una constante en el ámbito escolar. Por este motivo, el objetivo primordial de todo docente debe ser que los alumnos tengan las capacidades necesarias para el autoaprendizaje.

El funcionamiento de la escuela es cíclico... se repite siempre: principio y fin, encuentro y despedida. Pero no debemos confundir esto con la educación, que es un proceso inacabable, que tiene un principio pero que no tiene un final y que, por tanto, necesita del movimiento continuo.

El docente que se detiene, se cae y, con el paso del tiempo, cada vez le cuesta más levantarse.
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