¿Sobra el 20% del currículo escolar?

domingo, 29 de mayo de 2016
Hace unos días se daban a conocer las primeras conclusiones a las que ha llegado la Fundació Jesuïtes Educació tras la puesta en práctica de su nuevo modelo pedagógico. Entre todas ellas quisiera destacar que, en su opinión, sobra el 20% del currículo. En noviembre de 2014 escribí un post sobre esta misma cuestión Adelgazar el currículo para engordar el aprendizaje.


Photo credit: IowaPolitics.com via Foter.com / CC BY-SA
En los tiempos que corren, proponer la eliminación de un porcentaje significativo de los contenidos curriculares es una decisión valiente y digna de elogio. Aunque probablemente se han quedado cortos en cuanto a la cantidad de contenidos que sobran, pues los actuales currículos son el resultados de la suma descontrolada de contenidos y conceptos tras un número escandaloso de reformas educativas. Reformas que no solo no han modificado de forma real las bases didácticas del proceso de enseñanza/aprendizaje sino que han tenido el efecto perverso de exigir más materia para aprender en cada una de la asignaturas.

Por supuesto que la escuela es un lugar privilegiado para la transmisión de conocimientos (no necesariamente en una transmisión unidireccional profesor-alumno). Pero, hoy en día, no es el único lugar donde puede alcanzarse. Por descontado que para aprender a pensar, para ser creativo, para ser innovador debe conocerse el saber que la humanidad ha ido adquiriendo con el paso de los siglos. Pero la escuela es necesariamente mucho más. En la escuela deben obtenerse los conocimientos, pero también las destrezas, las habilidades, los valores, las competencias necesarias para la vida.

Una de las características más significativas de la educación actual es que la adquisición de las herramientas que nos permiten vivir con plenitud ya no son exclusivas de una sola institución. Escuela, familia, barrio, ciudad, medios de comunicación..., es decir, la comunidad entera es la responsable de ello. Limitar la función de la escuela a la mera transmisión de los conceptos y contenidos propios de las asignaturas curriculares es dar un paso hacia su desaparición, es limitarla hasta hacerla obsoleta.

Navegando por Internet, el otro día encontré una cita atribuida a J. H. Pestalozzi: "En tanto los maestros no se tomen la molestia o no sean capaces de infundir en sus alumnos un vivo interés por aprender, no tienen derecho a quejarse de su falta de atención ni de la aversión de algunos niños hacia la enseñanza."

Para que los alumnos tengan interés por aprender es necesario que aquello que tienen que adquirir les resulte significativo y relevante. Por ello, eliminar contenido de las sobrecargadas materias que los alumnos deben aprender es un paso necesario, más aún imprescindible, para dejar espacio y tiempo al trabajo de otros elementos importantes para que dispongan de las herramientas necesarias para seguir aprendiendo autónomamente a lo largo de toda su vida.

Pensar en la escuela: cuando educar es provocar

domingo, 22 de mayo de 2016
Foto: flickr.com/albertogp123
"Hay que provocar en el que escucha que piense por su cuenta. No hay que adoctrinar, hay que provocar. Me gustaría pensar que, en algún momento, algo de lo que digo les sirva de provocación para que salten por encima de mí, para que se hagan y lo hagan mejor todavía." José Luis Sampedro

Uno de los grandes problemas ante el que nos enfrentamos a la hora de mejorar la educación que ofrecemos en nuestras escuelas es que actuamos como si fuera un producto de consumo, es decir, evaluamos resultados puntuales, calificamos numéricamente los logros alcanzados, clasificamos en rankings...


Pero, en realidad, la educación es un proceso donde tan importantes son los objetivos alcanzados como el camino que se ha seguido para ello. En este contexto, educamos a personas que no se limiten a repetir lo que ya se conoce sino que sean capaces de hacer cosas nuevas, distintas, mejores.

Es por ello que tenemos que entender la figura del docente como agente provocador. Un profesor debe seducir y provocar a todos y cada uno de sus alumnos para que estos sean capaces de sentir interés por aprender, para que sean capaces de participar en la construcción de ese aprendizaje. Debe seducirlos para que estén motivador por aprender, para que superen la vulnerabilidad que implica ser consciente de que necesitan mejorar sus conocimientos, sus habilidades, sus destrezas, sus competencias. Debe provocarlos para que ser produzca una acción que lleve al aprendizaje y que este sea relevante y significativo.

Un docente es un provocador en todos los sentidos. En el sentido de incitar al aprendizaje (no de transmitirlo), porque con sus acciones aviva en sus alumnos la alegría por aprender, el entusiasmo que es el combustible que motivará a las personas a aprender de manera autónoma a lo largo de toda su vida. Pero también lo es porque su función es la de formar personas que sean capaces de pensar por sí mismas, que tengan espíritu crítico y no se limiten a obedecer las directrices que le marcan.

Provocar en la escuela es enseñar a pensar con autonomía, dotando a todos los alumnos y alumnas de las herramientas que necesitan para desarrollarse con plenitud en el mundo en que vivimos. Provocar en educación es hacer que cada persona sea constructor de su aprendizaje y disfrute de ese proceso.

La educación como provocación supone dejar de lado los patrones establecidos para reforzar el pensamiento creativo, dejar de lado la reproducción del conocimiento para producirlo, dejar de lado la obediencia ciega para incitar el punto justo de rebeldía.
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Educar para resolver problemas, educar para plantearlos

domingo, 15 de mayo de 2016
"La formulación de un problema es más importante que su solución." Albert Einstein

Uno de los grandes inconvenientes de la educación actual es que, en demasiadas ocasiones, se vive como un problema y no como una experiencia (necesaria y gozosa) de vida.

Hay mucha gente (demasiada) que entiende la educación se suele entender como una competición por demostrar, cuantitativamente y en competencia con los demás, el saber que se ha adquirido, donde lo que menos les importa es comprobar si ese conocimiento sirve para algo más que para aprobar un examen. Pero, en realidad, la educación debe entenderse como un elemento necesario y habitual en nuestras vidas, como una constante que permite que nos adaptemos permanentemente y evolucionemos como personas y como miembros de la sociedad.

En este contexto, uno de los temas más recurrentes en la literatura pedagógica actual es la necesidad de preparar a las nuevas generaciones para que sean capaces de resolver problemas y de tomar decisiones de manera informada, con fundamento. Loable y necesario propósito pero, en mi opinión, insuficiente. Creo que tenemos la obligación de ir más allá, debemos educar también para que las personas puedan plantear problemas y aprovecharlos para generar oportunidades.

En Alicia en el País de las Maravillas, la Reina de Corazones resolvía todos los problemas, fueran grandes o pequeños, de las misma forma: ¡Que les corten la cabeza! Durante mucho tiempo, la educación ha rehuido de los problemas (excepto de los de Matemáticas) y cuando estos se plantean se les da la misma respuesta que la Reina de Corazones. El problema se considera como conflicto y no como oportunidad por lo que es algo que debe evitarse a toda costa.

Por ese motivo, la educación tradicional transmite respuestas y no plantea preguntas, pide obediencia y reproducción del saber. La nueva educación debe provocar el planteamiento de preguntas como búsqueda del conocimiento relevante y significativo, debe promover la creatividad y la participación. El hecho de saber plantear una buena pregunta o un problema interesante supone un nivel muy alto de conocimiento y comprensión de los conceptos implicados en la cuestión que se está planteando, pero también de las relaciones complejas que pueden establecerse entre ellos.

La educación es un bien común, nos afecta a todos los miembros de la sociedad por igual. Por eso, me encantaría que las escuelas estuvieran llenas de alumnos y alumnas que plantearan problemas constantemente (menos de comportamiento, claro)... solo así les prepararíamos para la vida, que es el verdadero propósito de la institución escolar, le pese a quien le pese.
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La escuela que castiga el error: ¡Nadie es perfecto!

domingo, 8 de mayo de 2016
"Aprendió tanto de sus errores que cuando tropezaba, en lugar de caer, volaba." Álex Rovira


La vida consiste en aprender, aprender y volver a aprender; en escoger, seleccionar, decidir y, en ocasiones, equivocarse para aprender, aprender y volver a aprender.

Siempre he creído que una de las cosas que aprendí en mi paso por la educación formal (escuela, instituto y universidad), y que más me ha costado superar, es el miedo al error. Aún hoy en día me sorprendo, de vez en cuando, lamentándome amargamente por haberme equivocado al tomar una decisión, todo y que sé que esa equivocación me lleva a aprender, me acerca un poco más al éxito.

Los centros educativos no deberían centrarse en lo que han hecho sus alumnos sino en lo que pueden llegar a hacer. El error no es, por supuesto, un objetivo de la escuela, pero sí su gestión para alcanzar el aprendizaje.

La escuela enseña a sentir vergüenza por cometer errores, por equivocarse: ¡Qué gran error! Cometer errores no debería verse como un problema sino como una oportunidad. Actualmente, en nuestros centros educativos se aprende a ver el error como fracaso (como pérdida), se castiga con el suspenso (con la exclusión). Claro que el error debe tender a evitarse (debemos equivocarnos lo menos posible), pero si se produce (e inevitablemente se va a producir en un momento u otro, es una situación u otra) debe aprovecharse su potencial como un paso más en el camino del éxito.

Castigar el fallo tiene un efecto inhibidor, te impide intentar cosas distintas, lleva a una baja autoestima y a la búsqueda de atajos para lograr el éxito (en el caso de la escuela: aprobar sin que en realidad se produzca aprendizaje).

En una educación que tiene como propósito enseñar a los alumnos y alumnos a ser críticos, emprendedores y creativos hay que gestionar de otra manera el error. Los errores deben analizarse para establecer estrategias para subsanarlos. El miedo al error lleva al bloqueo, al inmovilismo, al pensamiento único e imposibilita la posibilidad de adaptación a nuevas situaciones. La educación debe proporcionar las herramientas para revertir las consecuencias del error. Cada fallo debería suponer el reconocimiento de la necesidad de mejorar y la responsabilidad de buscar respuestas efectivas para subsanarlo.

Es cada día más necesario que al salir de la educación formal sigamos pensando en lo que Charles Chaplin expresó con tanta belleza: "Me gustan mis errores, no quiero renunciar a la libertad deliciosa de equivocarme."
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7 contenidos o habilidades que hay que trabajar en la escuela

domingo, 1 de mayo de 2016
"El que no cree estar necesitado no desea tampoco lo que no cree necesitar." Platón

https://www.flickr.com/photos/educationinindia/7703408176/
Entender qué es y para qué sirve la escuela es fundamental para que los docentes hagan propuestas didácticas que posibiliten que los alumnos aprendan, y para que estos estén motivados y predispuestos para ese aprendizaje.

Durante mucho tiempo se ha considerado que la escuela es una institución destinada a proporcionar los conocimientos básicos para alfabetizar a la población para que tenga acceso a la sociedad y a la cultura. Leer, escribir, calcular y unos rudimentos de ciencias naturales y sociales eran los contenidos mínimos que debía tener una persona para no ser considerada analfabeta. Pero, por mucho que unos pocos se esfuercen en negar lo que es evidente, los tiempos han cambiado.

Para desenvolverse en el mundo actual es necesario otro tipo "alfabetización", son necesarios otros saberes, otras habilidades, otras destrezas que permitan a las personas vivir en un mundo que es cambiante. Por supuesto que es necesario tener un excelente nivel de comprensión lectora, poseer una gran capacidad de expresión y comunicación tanto oral como escrita y manejar unos altos conocimientos de los que conocemos como asignaturas STEM (Ciencias, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas). ¡No es posible sobrevivir en el mundo actual sin estos conocimientos!

También hay otros saberes que son igualmente importantes: el arte, la literatura, la filosofía..., aunque últimamente estén siendo desprestigiados y relegados de los currículos escolares. Sin estos saberes no se puede tener una comprensión completa de nuestro mundo.

Ahora bien, hay otros contenidos que también deben entrar en nuestros centros educativos para que nuestro mundo sea más justo, más equitativo... un mundo mejor. No se trata de proponer nuevas asignaturas o materias sino de darles un tratamiento global y transversal. Se trata de siete conocimientos o habilidades que debe poseer cualquier persona para no ser analfabeta funcional en la era de la información y la incertidumbre:

1. Aprender a aprender. Inexcusablemente la escuela debe proporcionar las herramientas necesarias para que las personas puedan aprender de manera autónoma a lo largo de toda su vida. La educación es un proceso que no tiene fin y las personas debemos adaptarnos a situaciones nuevas a nuevos retos constantemente.

2. Creatividad. Tanto si eres ingeniero, médico, peluquero o camarero, en el mundo actual necesitas de la creatividad para plantear nuevas soluciones más eficaces a problemas ya existentes o para dar respuesta a situaciones nuevas.

3. Valores humanos. La crisis más preocupante del mundo actual no es la económica, sino la de valores. Una escuela sin valores está condenada a la desaparición, pues la simple transmisión de contenidos ha encontrado diferentes canales que llevan a cabo ese cometido con gran efectividad.

4. Igualdad de género. La escuela es un lugar privilegiado para aprender que todas las personas tenemos los mismos derechos y debemos disponer de las mismas oportunidades sea cual sea nuestro sexo. Hombres y mujeres deben participar en igualdad de condiciones de la sociedad... y esto debe empezar en nuestros centros educativos.

5. Ciudadanía. La participación activa, crítica y responsable de todas las personas en la sociedad en la que viven es un deber y una necesidad. Tomar conciencia del valor de lo colectivo ayudará a acabar con algunos de los grandes problemas de nuestro mundo como la corrupción política.

6. Ecología/sostenibilidad. La escuela tiene el deber y la obligación de educar a las personas para cuidar el mundo en el que vivimos. Por mucho que trabajemos valores y contenidos de nada serviría si acabamos destruyendo nuestro planeta.

7. Salud/nutrición. Aprender a tener hábitos saludables de higiene y salud es muy importante para alcanzar la plenitud y el bienestar. Las personas deben cuidar tanto cuerpo como alma.  

Sé que algunos seguirán pensando que todos estos estos saberes y habilidades no son responsabilidad de la escuela... y parte de razón tienen, porque no son de su exclusividad. Para lograrlos deben trabajar juntos la escuela, la familia y la "tribu" entera. Pero si la escuela no sirve para preparar para la vida ni para hacer un mundo mejor, ¿para qué sirve?
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