No me interesa aprender nada de lo que pretenden enseñarme en la escuela

jueves, 30 de mayo de 2013

(...) una persona tendrá más probabilidades de aprender a pensar como un científico si examina a fondo un tema concreto (…) que si trata de asimilar cien ejemplos diferentes procedentes de una docena de campos científicos.” Howard Gardner*


Las palabras que dan título a este post podrían haber sido pronunciadas por un buen número de los alumnos de nuestras escuelas. Esto sucede por la dificultad que tienen para percibir aquello que enseñamos como algo significativo para su vida diaria y, lo que es aún más grave, para su vida futura. En este sentido, escoger qué enseñar y cómo enseñarlo es una de las cuestiones fundamentales de la pedagogía actual.

Cualquier persona, ya sea niño o adulto, aprende significativamente cuando tiene ante sí una situación de imperiosa necesidad o cuando emprende alguna actividad para la que posee algún tipo de talento y por ello está motivada para llevarla a cabo. Y, por supuesto, también aprende mejor aquello que comprende que aquello que memoriza.

Deberíamos preguntarnos: ¿Qué es mejor: dedicar unos minutos a multitud de temas o trabajar unos pocos temas en profundidad? Recuerda que tu alumno no es científico, ni matemático, ni escritor, ni artista, ni deportista de élite, ni historiador, ni lingüista... tu alumno es aprendiz de todo y de nada a la vez. Es sobre todo aprendiz de persona y, como además seguro que es talentoso en alguna cosa, estaría bien que fuera aprendiz de aquello que le permita alcanzar en el futuro su máximo potencial.

La creación de un entorno educativo que favorezca el disfrute, el estímulo y el desafío es una tarea muy importante.”*

Preguntas estimulantes, enigmas, retos, trabajo colaborativo... son maneras diferentes de enfrentar a nuestros alumnos a la siempre ardua tarea de aprender. No me cansaré de repetir que todo aprendizaje requiere de un esfuerzo, de un sacrificio, de un trabajo... ya sea porque la actividad cerebral necesaria requiere de un elevado desgaste energético, porque en muchas ocasiones requiere de un cierto grado de postración corporal o porque necesitamos evitar todo tipo de estímulos distractores. Por ello, la predisposición positiva y la motivación son fundamentales.

Todo lo dicho anteriormente me lleva a plantearme una pregunta: ¿Son adecuados los currículos educativos vigentes?


Las reflexiones contenidas en este post han sido inspiradas por la lectura de *Howard Gardner: La educación de la mente y el conocimiento de las disciplinas. Lo que todos los estudiantes deberían comprender. Barcelona, Paidós, 2012.

Yo, profesor: las 3 leyes de la docencia

lunes, 27 de mayo de 2013

En los años 40 del siglo XX, Isaac Asimov ideó las tres leyes de la robótica, como normas de conducta por las que se regían los robots protagonistas de sus historias de ciencia ficción.
Hoy, en pleno siglo XXI, me he dado cuenta de que, con pequeñas modificaciones, estas leyes pueden establecerse como fundamento de la labor docente:

1ª ley: Un docente no puede hacer daño a un alumno o, por inacción, permitir que un alumno sufra daño.
La prioridad máxima del docente es siempre el bien del alumno. Por ello no debe causarle ningún daño físico (no, el bofetón no tiene ningún efecto positivo educativamente hablando) ni tampoco debe de hacer nada que perjudique su pleno desarrollo como persona y como miembro de la sociedad en la que vive.
Tal y como se especifica en esta 1ª ley, el docente también está obligado a no hacer daño alguno al alumno por inacción, es decir, por falta de interés, por desidia, por falta de motivación o, lo que es peor aún, por falta de formación. Esto obliga a los docentes no solo a tener una buena predisposición para la enseñanza, sino a formarse de manera continua.
Es obligatorio que el docente sea entusiasta en su labor y esté atento a las necesidades cambiantes de su alumnos y se adapte a ellas y no al revés.

2ª ley: Un docente debe obedecer las “órdenes” dadas por los legisladores educativos, excepto si estas órdenes entran en conflicto con la 1ª ley.
Evidentemente, el docente debe seguir las normas marcadas en las leyes educativas vigentes porque sería caótico permitir que cada docente convierta su aula en una especie de reino de taifa donde haga lo que le venga en gana, sin control alguno.
Pero no es menos cierto que cuando las leyes educativas entran en conflicto con la 1ª ley de la docencia, es decir, no están pensadas para obtener el máximo bien del alumno, el docente tiene la obligación de mostrarse insumiso y actuar al margen de lo políticamente establecido en beneficio de sus alumnos dándoles la formación que les conviene para desarrollar al máximo su talento y participar activa y críticamente de la sociedad.

3ª ley: Un docente debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la 1ª o la 2ª ley.
Ante los graves ataques que sufre el personal docente, no solo en su autoridad moral y social sino también en su situación laboral (recortes en el sueldo y en los recursos disponibles para llevar a cabo su labor de manera adecuada), los docentes tienen la obligación de luchar por sus derechos y los de sus alumnos, de mostrar su indignación por la injusticia de la situación a la que se ven abocados.
Eso sí, en el ejercicio de este derecho no se puede entrar en conflicto con la 1ª ni con la 2ª ley, por lo debe vigilarse que los alumnos no se vean aún más perjudicados, porque ellos son el futuro de la sociedad y su educación es básica para que este mundo sea un poco mejor.
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Del espíritu opositor al espíritu emprendedor

jueves, 23 de mayo de 2013
Tradicionalmente la comunidad escolar ha fomentado el espíritu opositor entre sus miembros (alumnos, profesores, familias...), es decir, se priorizaban valores como la estabilidad, la seguridad, la pasividad, la obediencia ciega... El objetivo era alcanzar una "plaza de funcionario": un trabajo estable para toda la vida, un conocimiento inmutable para siempre, un lugar fijo en un mundo sin sobresaltos...

Desde hace algún tiempo, por los cambios sociales que han acontecido, se está fomentando en el mundo de la educación el espíritu emprendedor, o lo que es lo mismo, se priorizan valores como la creatividad, la movilidad, la participación activa, el riesgo, la adaptabilidad, la formación continua... El objetivo es entender la educación como un proceso y no como una meta a alcanzar, lo que nos obliga a ser competente para llevar a buen puerto y de manera planificada cualquier tipo de proyecto ya sea vital o profesional.

De hecho, en la recién aprobada LOMCE se estable para la ESO una nueva asignatura: Iniciación a la actividad emprendedora y empresarial. Dado que aún no se han presentado los currículos de esta nueva materia, no puedo valorar con rigor sus contenidos, pero viendo el aire ideológico de la reforma propuesta por el ministro Wert... ¡Miedo me da!

Yo entiendo la iniciativa emprendedora, tal y como he aprendido de Maria Batet (@mariabatetr), como un trabajo de valores para la acción, como "una manera de ser, una manera de actuar, una manera de vivir... una manera de enseñar"; pero me parecería inaceptable que se utilizara esta asignatura como una justificación de los valores más recalcitrantres del capitalismo y el neoliberalismo.

Lo sé: seguramente me estoy precipitando... pero más vale prevenir que curar.
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LOMCE: la educación, un deporte de riesgo

lunes, 20 de mayo de 2013
En España vivimos un momento muy delicado. La economía va mal, muy mal, sin que nuestros gobernantes sean capaces de aplicar otra política que nos sea la de los recortes. Y encima, ahora, nos imponen (porque no ha habido ningún tipo de debate con la comunidad educativa) una reforma que complica aún más nuestro futuro.

Muchos son los aspectos la reforma educativa que merecen una profunda reflexión y las redes sociales están llenas de ellas. Pero a mí me gustaría comentar uno de sus aspectos, una de las ideas erróneas que impone la nueva ley: la educación es una competición, donde la "excelencia" (les encanta esta palabra) se entiende como ser mejor que el compañero, es decir, se recupera el concepto "el primero de la clase".

En una sociedad donde se valora más la capacidad de trabajo en equipo, la inteligencia colectiva, que el individualismo; aprueban una ley que pretende recuperar la "pedagogía de la tarima", volver a la didáctica de poner a los alumnos en fila india y en orden según respondan correctamente o no preguntas memorísticas, conseguir el objetivo de que todos debamos saber lo mismo y de la misma manera (¿Habán leído algo de Gardner y las inteligencias múltiples?).

La LOMCE convierte a la educación en un deporte de riesgo, donde los compañeros son rivales a batir, y nos ve a los que pensamos que en educación es más importante compartir y colaborar que competir, como unos "perroflautas", como unos "melenudos postmodernos"... y os aseguro de que, al menos yo, llevo el pelo bien corto. Y os aseguro también que, por mucho que lo diga una ley arcaica, no pienso cambiar de opinión.

Aunque no lo dicen con estas palabras, la LOMCE defiende que "la letra con sangre entra"...
 
No estoy triste, estoy indignado.
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La escuela ha muerto: ¡Viva la escuela!

miércoles, 15 de mayo de 2013

Siempre llevo encima un pequeño bloc de notas donde apunto todo aquello que luego desarrollo en este blog. Las ideas me fluyen mejor cuando las escribo con bolígrafo azul sobre una hoja de papel cuadriculado.
Hoy, mientras leía algunos tuits sobre #educación y me percataba de su contenido (internet, redes sociales, e-learning, MOOC's, tablets...), me he dado cuenta de que la escuela había muerto y con ella todo lo que orbita a su alrededor (maestros, profesores, libros de texto, aulas cerradas, asignaturas, currículums...).
Mientras escribía en una hoja en blanco: “La escuela ha muerto”, dos lágrimas se han deslizado por mi mejilla y han emborronado la frase. Pero la tristeza me ha durado tan solo un segundo... De repente, he pensado con ilusión: “A rey muerto, rey puesto”: ¡Viva la escuela!
En tan solo unos instantes me he dado cuenta de que la escuela “ha muerto” en multitud de ocasiones; unas veces de muerte natural, otras tras una larga enfermedad y otras asesinada por algún movimiento revolucionario... Ha muerto muchas veces pero luego ha renacido con más fuerza.
Y, entonces, las lágrimas se han transformado en una sonrisa... si la escuela ha muerto, nacerá una nueva escuela y, con ello, se reinventará todo lo que orbita a su alrededor (nuevos maestros, nuevos profesores, nuevos materiales de recursos didácticos, aulas con una arquitectura más transparente, un currículum distinto mucho más transversal...).
Como dijo Mario Benedetti: “Después de todo la muerte es sólo un síntoma de que hubo vida.”
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"Si no fuera por...": excusa para no innovar en educación

lunes, 13 de mayo de 2013
En Blanes, un precioso pueblo costero de Girona donde paso mis fines de semana, hay un curioso banco, "el banc del Si no fos" (el banco del Si no fuera).
Dicen que en este banco es donde se sentaban los viejos pescadores de la localidad y comentaban entre lamentos: “Si no fuera por el dolor de espalda, saldría a pescar...; Si no fuera por mi edad, todavía iría a pescar cada día...; Si no fuera por...”.


Lo que como actitud de la gente mayor que añora sus años de juventud es un concepto casi romántico, cuando sucede con miembros de la comunidad educativa, sin que la edad sea un criterio significativo, es una catástrofe de grandes proporciones y nefastas consecuencias.
Estoy seguro de que muchos habréis reconocido está actitud en algún político, en algún compañero de claustro, en alguno de vuestros alumnos, en alguna de sus familias... incluso en vosotros mismos.
Yo me sorprendo a mí mismo, en más de una ocasión, escudándome en el “Si no fuera por...” para evitar hacer las cosas de otra forma y dejarme llevar por el conformismo autocomplaciente que aporta esta actitud. Pero, en el mismo instante en el que soy consciente de esa situación, intento revertirla y lucho contra mí mismo para hacer las cosas de otra forma, para innovar, para no repetirme, para adaptarme a las circunstancias cambiantes.
El “si no fuera por...” en educación es una excusa dolorosa, una justificación banal del inmovilismo, de la resistencia al cambio, del miedo a la innovación. Muchos son los factores que nos empujan a tener esta actitud: la situación económica, la crisis de valores de nuestra sociedad, las políticas educativas partidistas y errantes, el desprestigio de la labor docente, etc.
Pero todos estos factores pierden fuerza cuando nuestro interés último es la educación de cada uno de nuestros alumnos (con sus nombres y apellidos, con sus esperanzas, sus miedos y sus ilusiones), cuando pensamos que si no les damos la mejor educación posible, la más adecuada a sus necesidades como individuos y como miembros de la sociedad, aquella que les permita desarrollar al máximo su potencial (sea este el que sea), les estamos privando de un futuro mejor... y eso no nos lo podemos permitir.
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Bricolaje educativo: ¿Hágalo usted mismo?

lunes, 6 de mayo de 2013

“Bienvenidos a la República independiente de mi aula”. Parafraseando un conocido spot publicitario de una conocidísima marca sueca de muebles, me gustaría expresar lo que para mí es uno de los problemas más importantes de la educación escolar: muchos profesores creen que el aula es su reino y, en consecuencia, sus alumnos son sus súbditos. Esto les impide trabajar en equipo con otros miembros del claustro y no tener en cuenta los intereses de sus alumnos ni las opiniones de sus familias, con lo que no logran alcanzar de ninguna manera el fin último de su labor como docentes: que los alumnos aprendan.
Por otro lado, siguiendo con el símil de esta empresa sueca, la educación actual se está “ikealizando”, es decir, tiende a convertirse en un Ikea de enormes dimensiones donde se pueden adquirir muebles funcionales a buen precio y montárselos uno mismo. Internet posibilita que cada profesor encuentre las piezas necesarias para montar sus clases de un modo artesanal y muy funcional, teniendo en cuenta los intereses de sus alumnos.
Pero, ¿habéis intentado alguna vez montar un mueble de Ikea? Nunca es tan fácil como parecía en un principio. Las instrucciones son muy sencillas y visuales, pero cuando acabas de montar el mueble casi siempre suele sobrar alguna pieza y muchas veces, cuando ya casi has terminado, te das cuentas de que hay una pieza al revés y tienes que desmontarlo y volver a empezar.
Lo mismo sucede con las secuencias didácticas. Podemos encontrar muchas piezas y muy interesantes en la red. Podemos utilizar herramientas tan potentes y útiles como Tiching (@tiching), donde puedes buscar entre miles de contenidos educativos seleccionados, valorados por otros profesores y clasificados según el contenido y el nivel educativo al que van dirigidos. Pero a todo eso hay que darle un sentido didáctico, una secuencia con sus objetivos, sus criterios de evaluación y ahí es donde empiezan, desgraciadamente, muchas de las dificultades.
Si los profesores tuvieran que dedicarse tan solo a elaborar secuencias didácticas creo que no habría problema alguno. Lo que sucede es que un profesor tiene un sin fin de obligaciones a las que atender: tutorías con alumnos y familias, papeleo burocrático a cumplimentar, mediar en conflictos... En este sentido, no me parece una opción criticable buscar materiales editados, siempre que se haga un uso adecuado de ellos y no sean utilizados como sustitutos de su labor docente.
Sé que hay personas que todavía prefieren los muebles clásicos, esos que te los montan con precisión y, si se cuidan bien, duran toda la vida. Pero también sé que esto no es lo más adecuado para los tiempos que corren.
En definitiva, a mí me da lo mismo dónde “adquiráis vuestros muebles”, lo importante es que cumplan con su cometido, que en el caso de la educación es que los alumnos aprendan lo que deben aprender, que consigan ser mejores personas y lleguen a ser miembros de la sociedad con espíritu crítico y constructivo.
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10 preguntas sobre educación... y ninguna respuesta

jueves, 2 de mayo de 2013

Si los profesores (y demás profesionales de la educación) que componen el Timeline de mi Twitter fueran una muestra significativa del personal docente que trabaja en las escuelas, las preguntas que voy a plantear a continuación carecerían de sentido, pues la respuesta sería obvia. Pero como no es así, aquí os dejo algunas cuestiones a las que merece la pena dedicar unos minutos para pensar sobre ellas:

1. ¿Es realmente necesario cambiar el actual paradigma educativo? ¿De dónde proviene la necesidad de cambiarlo: del profesorado, de los legisladores, de las empresas “tecnológicas”...?
2. ¿Se puede enseñar “competencialmente” con la única formación pedagógica de un CAP (Curso de Aptitud Pedagógica)? ¿Es realmente importante la formación continua del profesorado?
3. Si no se tiene la formación psicopedagógica adecuada, ¿se puede educar de forma distinta a como se ha sido educado?
4. ¿Cómo se evalúa la idoneidad de la formación que reciben los alumnos por parte de los profesores? ¿Quién y cómo se evalúa al evaluador?
5. ¿Por qué no se puede prohibir o sancionar la utilización de metodologías pedagógicas que no se correspondan con la ley educativa vigente? (Aunque insuficiente, sí que existe un marco legal que proporciona las grandes líneas metodológicas de la enseñanza.)
6. ¿Debería poder obligarse a un docente a utilizar las TIC aunque sea con unos mínimos curriculares?
7. ¿Podemos dejar la educación al amparo de la libertad de cátedra o a criterio de cada profesor? ¿Puede el aula ser un "feudo"?
8. ¿Podemos permitirnos desaprovechar el potencial humano de las futuras generaciones? ¿Podemos dejar la educación en manos de los políticos de turno?
9. ¿Se puede cambiar la educación sin cambiar al profesorado?
10. ¿Puede la educación cambiar realmente el mundo?

Los que me conocéis (o al menos lo que escribo en el blog) sabéis mi respuesta a cada una de estas diez preguntas.
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