¿Es posible un mundo sin escuelas?

jueves, 21 de marzo de 2013
“De hecho, si las escuelas no cambian con rapidez y de una manera radical, es probable que sean reemplazadas por otras instituciones con más capacidad de respuesta (aunque quizá menos cómodas y no tan legítimas).” Howard Gardner en La educación de la mente y el conocimiento de las disciplinas. Barcelona, Paidós, 2012.

La historia nos demuestra que no existe ninguna institución, exceptuando quizá alguna de carácter religioso, que permanezca inalterable con el paso del tiempo. Por tanto, aferrarse desesperadamente a lo establecido, a la tradición, al "siempre se ha hecho así", y no tener la capacidad de adaptarse a las necesidades del mundo en el que se vive, no tener la capacidad de innovar... no parece la mejor de las opciones, aunque este inmovilizo radical está muy extendido entre buena parte de los miembros de la comunidad escolar.

Cerrarse en banda, negarse al cambio es la mejor manera de convertirse en obsoleto y, por tanto, prescindible. Esto es aplicable tanto a la escuela como institución como al profesor en cuanto que individuo.

En la actualidad, la educación va mucho más allá de la escolaridad (hermética, cerrada, rígida...). O la escuela entiende cuáles son las necesidades de la sociedad y las personas del siglo XXI o está condenada al fracaso, al ostracismo (exclusión voluntaria o forzosa de los edificios públicos, a la cual suelen dar ocasión los trastornos políticos).


Lejos de pedir como hizo Iván Illich en La sociedad desescolarizada (1970), una sociedad sin escuelas, lo que pido es una sociedad cuya escuela no se limite a ser servidora de la perpetuación del sistema, sino que aporte espíritu crítico y constructivo para transformarla y contribuir a su mejora.

En este sentido, no me cansaré de repetirlo, el uso de las TIC es fundamental ya que posibilita procesos didácticos más abiertos, participativos, activos... permitiendo a la escuela traspasar los límites físicos de su arquitectura.

En conclusión, sería conveniente repensar la escuela desde dentro, que sean sus propios miembros quienes conduzcan el cambio... si no lo harán otros por ellos. Es necesario que la escuela esté más atenta a las necesidades de la sociedad, a la realidad de los alumnos y a los contenidos educativos que son verdaderamente relevantes para la vida... si no queremos un mundo sin escuelas.

La educación desnuda (sin etiquetas)

lunes, 18 de marzo de 2013
No, el título de este post no hace referencia a una película de Almodóvar, si no que se refiere al hecho de que al parecer a todos nos disgusta ver a la educación desnuda y, por eso, cada uno de nosotros la viste con el traje (con la etiqueta) que cree que le sienta mejor en cada momento. En mi opinión, eso provoca que, en ocasiones, tengamos una visión parcial de ella y no seamos capaces de abarcarla en su globalidad.

Para algunos, los más humanistas, el vestido que le sienta mejor es el de la educación emocional o de la educación en valores. Para otros, los que siguen las últimas tendencias, el traje último modelo (el que está de moda) es de la educación para la iniciativa emprendedora. Los más progresistas, la visten con las galas de la educación para la ciudadanía. Los pacifistas, con los colores de la educación para la paz. Los ecologistas, con los de la educación ambiental... y así podemos enumerar un sinfín de maneras de vestir (de etiquetar) la educación: educación para la diversidad, educación para la salud, educación para la igualdad, educación vial, educación física, educación para el desarrollo... Como se puede comprobar, la educación tiene un buen fondo de armario.

Todos y cada uno de estos trajes o vestidos resalta alguno de sus encantos, alguna de sus características más significativas. Pero como dice el refrán: “Aunque la mona se vista de seda, mona se queda”, o lo que es lo mismo, por mucho que cambiemos de traje a la educación su esencia siempre es la misma: buscar el desarrollo integral de la persona tanto en el ámbito individual como en el ámbito social. Y eso no debemos perderlo nunca de vista.

Poner etiquetas es una característica de la sociedad posmoderna. Todo se ha vuelto tan líquido, tan complejo, tan cambiante que acompañarlo de una característica que lo acote y lo simplifique lo hace todo mucho más amable y comprensible: convierte el caos en orden aparente. Por sí mismo, el hecho de etiquetar la educación no representa un problema, la cuestión es tener siempre muy presente que, a veces, “los árboles no dejan ver el bosque”.

Además hay otra característica de la sociedad consumista/capitalista actual que también está calando profundamente en educación: la obsolescencia planificada.

Esto que, a nivel de consumo y ecología, me parece una atrocidad sin parangón; a nivel educativo se me antoja una oportunidad, porque la educación por definición es siempre un proceso inacabado.

Si todos somos conscientes de que el objetivo de la educación no es la adquisición de unos conocimientos fijos e inmutable (pues esto es imposible ya que el conocimiento es dinámico y cambiante), no es alcanzar una meta como en una carrera atlética; sino que es un viaje, un recorrido donde lo importante es el camino andado y no el destino: ¡Qué gran oportunidad se nos presenta para cambiar nuestra manera de enseñar!

No podemos desaprovechar la oportunidad que se nos brinda de estar siempre con la predisposición del aprendiz aunque se sea maestro.
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3 razones para amar la educación (con la que está cayendo)

jueves, 14 de marzo de 2013
¿Por qué decidí dedicarme a esto de la educación?

Me he hecho tantas veces esta pregunta que no soy capaz de recordar todas las respuestas que le he dado.

Lo que tengo claro es que no lo hice en busca de éxito social ni profesional; salvo honrosas excepciones esto de la educación solo da para sobrevivir y de prestigio social proporciona más bien poco. Tampoco fue por seguir una moda, en mi época, si hubiera querido estudiar lo que era más “chic” hubiera estudiado psicología, y si hubiera querido ganar dinero hubiera estudiado ingeniería (o me hubiera dedicado al mundo del ladrillo que por aquel entonces estaba muy bien pagado).

Fue una decisión vocacional (por suerte el ministro de Educación del gobierno de España, el Sr. Wert, todavía no había dicho que no hay que estudiar lo que a uno le gusta, sino lo que le conviene).

Aunque reconozco que la dureza de la enseñanza y la ingratitud de trabajar en el ámbito de la educación con todas las restricciones, recortes, vaivenes legislativos... me han hecho tener alguna duda puntual, nunca, jamás, he pensado que me hubiera equivocado al tomar la decisión de dedicarme al noble arte de enseñar y aprender.
 
Mi amor por la pedagogía se sustenta en 3 razones:

1. Creo firmemente que la educación es un arma de construcción masiva, que es la mejor manera de hacer un mundo mejor. Sufro de optimismo educativo.
2. La educación, a pesar de que muchos intenten impedirlo, es un ascensor social. Sirve para compensar los desequilibrios sociales.
3. Para finalizar, la razón más poderosa para seguir amando la educación en estos tiempos de crisis es ver (provocar) la sonrisa de un niño cuando disfruta aprendiendo y ver cómo cuando crece y te encuentras con él al cabo de los años, tu trabajo ha merecido la pena. ¿Hay mayor satisfacción?
 
Dicen que "el simple aleteo de una mariposa puede cambiar el mundo". Me da fuerzas pensar que el trabajo de un educador (maestro, profesor, pedagogo, orientador...) puede cambiar el mundo. De hecho estoy convencido de que ya lo ha hecho en muchas ocasiones: dicen que hay genios que fracasan en la escuela, pero seguro que encontraron a alguien que, aunque fuera al margen de la institución, les animó a hacer las cosas a su manera y dar con algo innovador, que ha hecho nuestra vida un poco mejor.
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Hablar bien: garantía de éxito escolar

domingo, 10 de marzo de 2013
Es habitual escuchar decir a un alumno: “Si yo esto me lo sé, profe... lo que pasa es que no sé cómo explicarlo”.

Aunque es cierto que algunos alumnos, para justificar sus limitaciones, se escudan en su falta de recursos para expresar oralmente sus ideas y conocimientos, no es menos cierto que a otros muchos realmente les faltan recursos para expresar de palabra algunos conocimientos que sí tienen de alguna manera interiorizados.

Actualmente, en nuestras escuelas hay un gran interés por la compresión lectora y la expresión escrita, pero no sucede lo mismo con la expresión y la comprensión oral. Muchos profesores, incluidos los de lengua, relegan la expresión oral a una competencia poco relevante; aunque sabemos que es un elemento muy importante para la integración de las otras destrezas de comunicación y aprendizaje.

Hablar tiene una incidencia directa en la mejora de la comprensión lectora y la composición escrita. Pero igualmente importante, o incluso más, es escuchar. Saber escuchar es una de las capacidades más importantes para la adquisición de conocimiento, pero también para tener unas relaciones sociales afectivas, efectivas y satisfactorias. La escucha activa y asertiva es un elemento poco valorado y aún menos trabajado en nuestras aulas. Apesar de que la mayoría de las interacciones que suceden en un aula son orales. La comunicación entre iguales o entre docente y alumno es mayoritariamente oral.

El diálogo (que no el monólogo) es la forma más elemental y básica de los procesos de enseñanza/aprendizaje, pero también es el elemento fundamental que regula las relaciones sociales. En este sentido, por ejemplo, el tono de voz que emplea un docente a la hora de dirigirse a sus alumnos marca el tipo de relación y el tipo de intercambios que se pueden establecer entre ellos. Y lo mismo puede decirse de la manera de escuchar.

Nuestra forma de expresarnos cuando hablamos, cuando nos evalúan en la escuela, en una entrevista de trabajo o en una reunión de negocios... es nuestra carta de presentación más inmediata. Hablar bien con ideas correctamente expuestas y argumentadas, utilizando un vocabulario adecuado y preciso es garantía de éxito personal, escolar, social y laboral.

A continuación, a modo de recordatorio, enumeraré las formas de expresión oral que deben trabajarse en los distintos niveles educativos:

Emisor múltiple

- La conversación: es el modo más sencillo y espontáneo. El gran secreto de la conversación reside en saber escuchar al interlocutor y respetarlo.

- El diálogo: es la alternancia en el uso de la palabra entre diferentes personas. Puede ser espontáneo o preparado.

El diálogo preparado tiene distintas modalidades:

- La entrevista: Diálogo entre dos personas, preparado de antemano por una de ellas (entrevistador), en forma de preguntas dirigidas a otra (entrevistado).

-La encuesta: Parecido a la entrevista, pero dirigido a conocer la opinión de una persona o un grupo de personas sobre algún tema.

- El debate: consiste en contraponer opiniones distintas sobre alguna cuestión con la pretensión de alcanzar conclusiones. Es fundamental el papel del moderador.

Una variedad parecida al debate es el coloquio, donde los interlocutores aportan sus ideas sin ánimo de discusión. Cuando un coloquio se realiza con periodicidad se conoce con el nombre de tertulia.

Un solo emisor

-La conferencia: Consiste en la exposición, con finalidad informativa, de un tema ante un auditorio.
 Su finalidad es informativa y de divulgación. 
Cuando esto tiene un tono más informal y el auditorio es más reducido se denomina charla.

- El discurso: su objetivo es convercer o persuadir al auditorio.

En conclusión, la expresión oral es una de las formas más elementales que tenemos para comunicarnos, y es lo primero que aprendemos de forma natural y en el entorno familiar por imitación. Esto es el fundamento de los aprendizajes básicos que realizamos en los primeros años de vida, es la forma básica de relación social y es una actividad esencial de la conducta comunicativa.

Con el paso de los años, hablar y escuchar son dos de las destrezas más importantes para el éxito escolar, personal y social... por eso no podemos seguir ignorándolas en nuestras escuelas.

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Enseñanza/aprendizaje: ¿Has intentado atrapar una pompa de jabón?

lunes, 4 de marzo de 2013
Permíteme que te plantee una pregunta más profunda de lo que puede parecer a simple vista: ¿Has intentado alguna vez atrapar una pompa de jabón?
Seguro que sí, seguro que has podido llegar a tocarla, pero, en ese mismo momento, ha desaparecido en tus manos sin que pudieras atraparla.

Puede ser que, sin saberlo ni quererlo, un docente mientras da sus clases esté lanzando a sus alumnos pompas de jabón. Unas pueden ser grandes, otras pequeñas; unas pueden moverse deprisa, otras muy despacio. Puede, incluso, que el docente esté muy contento y satisfecho con el trabajo que está llevando a cabo y que los alumnos estén embelesados mirando las burbujas flotando por el aula... pero el resultado final es siempre el mismo: no se puede atrapar ninguna de las pompas de jabón, con lo que no hay aprendizaje.


Si un profesor intenta enseñar conceptos memorísticos, datos y fechas, listas interminables de nombres... está lanzando inevitablemente pompas de jabón. La función del docente tiene que ver más con enseñar a sus alumnos a cómo mezclar diferentes productos para hacer, en cualquier lugar y en cualquier momento, sus propias pompas de jabón.

Además de todo lo dicho anteriormente, debe tenerse en cuenta otro aspecto: solo puedes enseñar a tus alumnos de forma adecuada si tienes presente que, como un boomerang, todo lo que haces, tarde o temprano lo recibes de vuelta. Por tanto, la actitud también es fundamental.

En este aspecto, vamos a imaginar que un profesor es un semáforo:

- Luz roja: si tiene encendida la luz roja, está poniendo un muro ante sus alumnos, es inaccesible. Provoca el rechazo, el distanciamiento con los alumnos, hay una predisposición a la falta de entendimiento.

- Luz amarilla: si está encendida la luz amarilla, depende del momento, del estado de ánimo, de si se tiene un buen o un mal día... el docente es accesible o inaccesible según le parezca. Esto desconcierta a los alumnos, que no tienen claro cómo deben actuar ante él.

- Luz verde: Si la que está encendida es la luz verde, el docente siempre tiene una predisposición positiva ante sus alumnos. Los alumnos saben que pueden contar con su ayuda y sienten empatía hacia él.

En conclusión, para enseñar a nuestros alumnos es tan importante tener en cuenta lo que se enseña como la manera en que se enseña.



Nota aclaratoria para adelantarme a una crítica recurrente: Enseñar y aprender siempre supone y necesita de esfuerzo por parte de docentes y alumnos, tanto da que se enseñe mnemotécnica como competencialmente. La diferencia estriba en la motivación, el interés y la significación de los contenidos. Esforzarse para hacer algo que nos gusta no supone sacrificio alguno.

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