La lección de Marcos: un cuento educativo

martes, 25 de febrero de 2014
Hace unos días recibí una de las lecciones educativas más impresionantes de mi vida… y me la dio un niño de siete años.

Era el día de su cumpleaños y Marcos (no es su nombre real, porque no he pedido permiso para explicar esta historia) era el centro de atención de una fiesta con muchos niños y niñas más y unos cuantos adultos que le habíamos comprado un número casi indecente de regalos. Juguetes y más juguetes… y, además, sus padres le habían comprado una Nintendo. Marcos estaba encantado con su nueva maquinita y sus padres estaban convencidos de haberle hecho el mejor de los regalos.

Mi mujer y yo le llevamos un libro de cuentos como regalo. Como mi mujer es muy manitas y una artista del scrapbooking, el libro iba envuelto en un papel repleto de alegres colores, con cintas adhesivas decoradas con globos, pasteles y velas, con un enorme lazo de color rojo.

Cuando Marcos vio el paquete envuelto con esos colores, dejo a un lado la Nintendo y empezó a gritar:” ¡Qué chulo, qué guay!” Por un instante, no le pareció importar lo que hubiera dentro, se dejó llevar por la emoción de un envoltorio de colores, como si ese paquete estuviera lleno de magia, como si hubiera despertado en él una alegría sin parangón, como si ese paquete le permitiera soñar despierto.

Con el paquete en la mano, cogiéndolo con cuidado para no romperlo, empezó a llamar a los demás niños y niñas de la fiesta para que vieran el regalo tan “chulo” que le habían hecho. Todos se acercaron corriendo y rodearon a Marcos… fue un momento mágico, se creó una expectativa que iba más allá de la curiosidad propia de la infancia. Todos miraban el paquete como si fuera la cosa más maravillosa del mundo.

Aprovechando la situación, me acerqué a los niños y les dije: “¿Queréis saber lo que hay dentro del paquete?” “¡Sííííí!”, contestaron todos a la vez, mientras abrían los ojos de par en par. Sabían que en un paquete así solo podía haber algo maravilloso.

“Ahí dentro hay las aventuras más fabulosas que podáis imaginar, los mejores amigos que tendréis, los mundos más fantásticos que nunca conoceréis…”, les dije poniendo voz de misterio. “¡Oooooh!” exclamaron todos al unísono.

“¿Queréis que los abramos?”, les dije.

“Sí, pero sin romper el papel, eh!”, me contestó Marcos.

Con el libro en mis manos, todos los niños y niñas me pidieron que les leyera algún cuento… y así pasamos la fiesta de cumpleaños: explicado historias, soñando, volando en alfombras mágicas, luchando contra dragones…

Y así fue como aprendí una lección educativa que no podré olvidar nunca:

No es que a los niños no les guste leer, es que no sabemos envolverles los libros para que les resulten atractivos. Y lo mismo pasa con todo lo que les queremos enseñar en la escuela.

Y colorado, colorín esta historia llegó a su fin.   

Retuitear la educación

miércoles, 19 de febrero de 2014
A lo largo de los años, por mi labor como pedagogo, he conocido experiencias educativas increíbles (eso que desde hace algún tiempo llamamos "buenas prácticas"), que no tenían ningún tipo de incidencia más allá de las cuatro paredes del aula o que quedaban limitadas al espacio de un centro escolar. Soluciones educativas innovadoras, eficaces, creativas, factibles... que se perdían como "lágrimas en la lluvia".

Esto no sucedía solamente con las prácticas, pasaba también con las ideas y reflexiones interesantes (e incluso geniales) de muchas personas que permanecían en el ámbito privado al no tener una posición académica que les diera difusión pública. Personas con una gran experiencia en el día a día de la enseñanza cuyos conocimientos no podían ser compartidos por otros educadores.

¡Compartir! Aquí está la clave para la mejora de la educación y eso lo posibilitan internet y las redes sociales. La tecnología, lejos de aislarnos, nos facilita la socialización, el contacto con otros.

Retuitear la educación es reconocer que todos aprendemos de todos, que todos tenemos algo que enseñar y algo que aprender. El saber pedagógico se ha democratizado, ya no es exclusivo de las personas que tuvieron el talento o la suerte de hacer carrera en el ámbito universitario. El saber colectivo, la inteligencia colectiva, está transformando la educación, en particular, y el mundo, en general, como nunca hasta ahora había sido posible.

Retuitear la educación es una invitación a dialogar con personas de diferentes países, de diferentes culturas para intercambiar ideas y experiencias de enseñanza. Es una oportunidad para aprender y formarse de manera permanente. Es una manera de que nos ayudemos entre todos para que seamos capaces de adaptarnos a las necesidades cambiantes de un mundo inestable.

Yo no soy capaz de cuantificar cuánto me han ayudado las redes sociales (Twitter, Facebook, Linkedin, Google+, Pinterest...) a crecer como pedagogo y como persona. Lo único que puedo hacer es agradecer y disfrutar cada día el poder "dialogar" con gente maravillosa que tanto me aporta. 

Sigamos construyendo juntos la educación del presente y del futuro: ¡Gracias por compartir!
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¿Cuántos talentos hemos matado en la escuela?

lunes, 10 de febrero de 2014
"Ella decía que algunos de los niños no estaban hechos para estudiar, pero en cambio poseían un talento innato para la música y era una pena desaprovecharlo." Haruki Murakami: Los años de peregrinación del chico sin color. Tusquets Editores.

Aunque nos cueste reconocerlo, el mundo está lleno de abogados mediocres que podrían haber sido músicos excepcionales, de médicos desmotivados que hubieran sido poetas excelsos, de maestros sin vocación que hubieran llegado a ser pintores eminentes... 

Esto es así porque una de las características de la escuela tradicional ha sido (y es) "probar que somos eficientes: aprende, recuerda, demuestra" (Richard Gerver), uniformizando a todos, ofreciendo como imagen del éxito educativo el éxito laboral y el reconocimiento social. Una escuela donde la creatividad, lo diferente, se sanciona, se castiga, se corrige.

La escuela solo se ha ocupado (y se ocupa, salvo contadas excepciones) de la inteligencia lingüística y de la matemática e ignora por completa otro tipo de talentos. Es por ello que dicen que la escuela mata la creatividad... pero no es la escuela, es la sociedad y su falta de valores.

Además, la escuela no se ocupa en absoluto de los intereses de los alumnos, se centra exclusivamente en cumplir con un currículo obsoleto y carente de sentido. "Cuando la materia que se enseña no tiene nada que ver con los objetivos reales de los estudiantes, se olvidará por completo" (Roger Schank).

La escuela puede (y debe) fomentar la creatividad, potenciando los distintos talentos de nuestros alumnos. La escuela debe abrir mentes, debe fomentar el espíritu crítico, debe ser un mundo de posibilidades, debe ser multicolor y dejar de ser en blanco y negro. 

"¿Cuántos talentos he matado en la escuela?" Debería ser una pregunta que nos planteáramos todos los educadores y ser consecuentes con la respuesta. Ojalá todos pudiéramos contestar: ¡ninguno!
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La educación no es un deporte

miércoles, 5 de febrero de 2014
Desconozco el motivo, pero en muchas ocasiones tratamos la educación como si fuera una competición deportiva: hablamos de carrera universitaria, de ser el primero de la clase o de la promoción, hacemos rankings de centros educativos, universidades e incluso de países según los resultados obtenidos en PISA, PIRLS, TIMSS..., fijamos metas y objetivos educativos que hay que alcanzar, hablamos de cultura del esfuerzo del estudiante como si este tuviera que dedicar horas y horas al estudio como los deportistas al entreno... (y, además, los legisladores educativos, aunque siempre están en fuera de juego, no paran de meternos goles).

Para muchos educar es un deporte, pero creo que esta comparación es producto de una idea equivocada de la educación como medición o cuantificación numérica del aprendizaje, como si esta fuera una meta que una vez alcanzada ya se ha logrado el objetivo. Y nada más lejos de la realidad: la educación tiene principio pero no tiene fin, educar es un proceso inacabable, continuo y, la mayoría de las veces, difícilmente cuantificable en lo referente a su consecución.

Es sabido que, desafortunadamente, en el deporte de alta competición todo vale para ser el mejor: doping, trampas, engaños... Tengo la certeza de que una educación basada en rankings puede conducir a algo parecido a eso y la enseñanza en la escuela pueda acabar siendo exclusivamente "teaching to the text". Pero nuestros estudiantes no son deportistas de élite, no deberían sentir la presión de obtener los mejores resultados en forma de nota, deberían aprender para todos los aspectos su vida, para ser mejores personas, para ser mejores ciudadanos...

Aunque la educación no es un deporte, sí que existen algunos paralelismos interesantes entre ambos que me gustaría comentar. El primero es que siempre he pensado que existe una evidente similitud entre un docente y un saltador de altura. Aún venciendo a sus rivales, el saltador de altura acaba la competición cuando no consigue franquear el listón a una determinada altura, es decir, de alguna forma siempre acaba derrotado aún venciendo en la competición. La misma sensación tienen los docentes, pues por muy bien que vaya un curso siempre les queda la sensación de poder haber hecho un poco más, un poco mejor.

El segundo paralelismo que me gustaría comentar es este: imaginemos un atleta con unas condiciones innatas para ser un gran corredor de maratón (bajas pulsaciones, poca masa de grasa corporal...), si queremos convertirlo en un velocista, nuestro propósito será un fracaso seguro hagamos lo que hagamos. Pues lo mismo sucede en las aulas. Es fundamental potenciar los talentos individuales, personalizar la educación y ahora tenemos las herramientas idóneas para que ello sea posible: tablets, ordenadores, internet...

Para finalizar, también me gusta el símil del docente como entrenador. Un entrenador ayuda a su atleta, le da pautas y estrategias a seguir... pero es el deportista quien se enfrenta solo a la competición. Así el docente prepara, guía, orienta... pero es el alumno quien debe enfrentarse por sí solo a la vida.  

Lo que tengo muy claro es que si la educación fuera un deporte no sería individual sino de equipo y que educar no es participar en una competición para conseguir llegar a lo más alto del podio... el objetivo de la educación es que todos los alumnos ganen.
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