Impaciencia educativa: por una educación paciente, coherente y planificada

domingo, 25 de septiembre de 2016
"La educación es un proceso de tiempos larguísimos, que necesita paciencia, coherencia, planificación a largo plazo. Se trata de una revolución cultural respecto al mundo en el que se envejece y se muere incluso antes de crecer." Zygmunt Bauman en Peace Meeting Asis 2016

Aprendemos durante toda nuestra vida.
Gracias a la neurociencia sabemos que nuestro cerebro tiene una gran capacidad de aprendizaje durante toda la vida (plasticidad). Por eso, planteamos la necesidad de que todas las personas dispongamos de las habilidades, destrezas y competencias que nos permitan aprender constantemente y de manera cada vez más autónoma. A pesar de ello, en la escuela nos empeñamos en enseñar a nuestros alumnos y alumnas con urgencia, como si tuvieran que aprenderlo todo antes de acabar con su escolaridad.

Negar la importancia de los primeros años de vida en la estructuración mental y en la formación del carácter de las personas es tan absurdo como creer que en la edad adulta no somos capaces de crear nuevas conexiones cerebrales y nuevos aprendizajes tanto cognitivos como no cognitivos. Cuando esto sucede en la escuela, esta se convierte en una institución segregadora, que selecciona a unos alumnos discriminando a otros, en lugar de una institución inclusiva, que atiende las necesidades de aprendizaje de todos y cada uno de los alumnos y alumnas.

La escuela que selecciona excluye del sistema a muchas personas (a los que se etiqueta injustamente de "fracaso escolar") que con la atención educativa adecuada pueden aportar su talento a la sociedad y tener una vida más plena. Creo que todo educador debería pensar siempre que todos y cada uno de sus alumnos y alumnas tiene algo que aportar, uno o más talentos que desarrollar.

Dice Bauman, en la cita que encabeza este post, que la educación necesita paciencia, coherencia y planificación a largo plazo... que es justo lo contrario que se ofrece en la mayoría de nuestros centros educativos: la educación actual es impaciente, incoherente y a corto plazo:

-Es impaciente porque busca el efectismo de los resultados rápidos (que los niños y niñas empiecen a leer cuanto antes, que desde bien pequeños aprendan idiomas...), porque no deja espacios para la reflexión y el análisis y enseñamos como si todo lo que aprenden nuestros alumnos tuviese programada su fecha de caducidad.

-Es incoherente porque lo que se piensa y lo que se dice casi nunca coincide con lo que se hace. Se nos llena la boca de palabras y conceptos altisonantes, pero acabamos haciendo lo mismo una y otra vez, les evaluamos con los mismos exámenes, le enseñamos las mismas cosas y de la misma manera. Esta falta de coherencia conlleva falta de credibilidad en la institución escolar.

-Es a corto plazo porque buscamos el resultado inmediato, porque no damos a nuestros alumnos la posibilidad de que aprendan de sus errores. Nos preocupamos de una calificación numérica en lugar de comprobar si ha habido aprendizaje significativo y permanente.

En los tiempos que corren pedir que la educación sea paciente, coherente y a largo plazo es visto por algunos como un anacronismo, pero nada más lejos de la realidad: ¡es una verdadera revolución!

Los innovadores de la educación de hoy son los clásicos de mañana

domingo, 18 de septiembre de 2016
Photo credit: cathleen_nardi via Foter.com / CC BY-NC
Todo lo que hoy en día consideramos en el mundo de la educación como tradicional, clásico o desfasado en su momento supuso una innovación que cambió la manera de enseñar y de aprender.

Por ejemplo, el uso de las pizarras, sí esas que ahora se están sustituyendo por PDI, cambió los métodos de enseñanza de los maestros; del mismo modo que la aparición de los libros de texto enciclopédicos permitió el acceso al conocimiento a la mayoría de la población que no tenía esa posibilidad.

La verdad es que se podrían encontrar innumerables ejemplos. La causa es que el estado natural de la educación es la búsqueda constante de respuestas, de soluciones a las nuevas situaciones a las que debe enfrentarse. La sociedad cambia, la tecnología cambia, las personas cambian, y la educación debe cambiar con ellas.

El problema es que en la actualidad ese cambio se ha acelerado de una forma inimaginable hace tan solo unas décadas. Con lo que las innovaciones y los cambios dejan de serlo mucho más rápidamente. Eso produce una desagradable sensación de vértigo, una gran angustia vital, en un gran número de educadores (padres, madres, docentes...). Lo que era válido hace un año puede ser que ahora no lo sea tanto, lo que antes se proclamaba como la solución definitiva para mejorar la educación, ahora es tan solo una rémora que nos impide avanzar,

Como es posible que, por ejemplo, seamos incapaces de saber aprovechar las ventajas y las opciones que nos ofrecen las TIC para enseñar y para aprender... el temor a los nuevo, a salir de la zona de confort, impide en muchas ocasiones nuestra posibilidad de mejorar.

Por todo lo dicho es indispensable que los educadores seamos siempre aprendices, Deberíamos tener como máxima: mis posibilidades de éxito aumentan en cada intento. Así perderíamos el miedo al cambio y al error.

Pablo Neruda escribió: "Acepta la dificultad de edificarte a ti mismo y el valor de empezar corrigiéndote. El triunfo del verdadero hombre surge de las cenizas de su error.". Los educadores debemos edificar nuestro quehacer diario de las cenizas de nuestros errores. Errores que son inevitables porque las necesidades cambian y seguirán cambiando de forma cada vez más rápida.

Debemos permitir que nuestros alumnos asuman riesgos, que se enfrenten a desafíos de la vida real para que su aprendizaje también surja de las cenizas de sus errores... esa es la única forma de que sean adultos autónomos, críticos y creativos.
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3 cuestiones incómodas sobre el cambio en educación

domingo, 11 de septiembre de 2016
"El pesimista se queja del viento; el optimista espera que cambie; el realista ajusta las velas." William Arthur Ward

Todos coincidimos con el diagnóstico: la educación está enferma. En cambio, nos cuesta ponernos de acuerdo sobre cuál es el tratamiento adecuado para su curación.

Tenemos un lío tan grande en el mundo educativo que se ha formado un gran nudo, del que algunos tiran de uno de los cabos en una dirección y otros tiran del otro cabo en la dirección contraria. Consecuencia: el nudo se aprieta cada vez más con lo que es más difícil deshacerlo.

Esto es causa de conflictos. Woodrow Wilson, vigésimo octavo presidente de los Estados Unidos, decía: "Si usted desea hacer enemigos, intente cambiar algo"... expresión con la que cualquier persona innovadora se sentirá plenamente identificada.

En mi opinión, la tarea de transformar la educación para adaptarla a las circunstancias del mundo actual es tan compleja y complicada como necesaria e ineludible. Pero, ¿ese cambio se está gestionando de manera adecuada? ¿Estamos haciendo lo adecuado para conseguirlo?

A continuación, me gustaría comentar 3 cuestiones sobre cómo se está produciendo el cambio de paradigma en la educación, cuya respuesta puede resultar incómoda para algunos pero que, sin duda, no podemos dejar de plantearnos.

1. ¿Estamos realmente preparados para el cambio de paradigma educativo?

Mayoritariamente no. Ni la sociedad en general, ni un buen número de docentes, ni la mayoría de las familias ni de los alumnos están preparados para el cambio. El peso de la tradición es tan grande que es muy complicado para algunos ver una educación escolar sin asignaturas, sin exámenes, sin competitividad entre iguales por lo que la mayoría de experiencias innovadoras suelen verse con mucho recelo.

No es menos cierto que hay un número cada vez mayor de entusiastas que sí que están preparados para el cambio en educación. Del contagio de su entusiasmo y de su capacidad para hacer pedagogía sobre la innovación educativa depende gran parte del éxito. 

2. ¿El cambio debe venir impuesto por un cambio en la legislación educativa?

Si esperamos que el cambio venga impuesto desde arriba con un cambio de legislación, nunca llegaremos a ver esa transformación. El cambio vendrá impuesto desde abajo, desde las aulas. La difusión y promoción de prácticas educativas innovadoras de éxito es básica.

Desde la administración educativa el cambio en la educación viene marcado por los intereses de una asociación privada como es la OCDE y sus pruebas de evaluación a nivel mundial... ¿Es ese el camino a seguir?

3. ¿Evaluamos adecuadamente los resultados de las prácticas educativas innovadoras?

¿Todo lo nuevo es mejor? No todas las prácticas educativas innovadoras obtienen mejores resultados que las tradicionales, y eso es algo que parece que no tenemos demasiado presente. Debemos evaluar adecuadamente todas las practicas innovadoras para comprobar que producen una mejora en el proceso de aprendizaje de los alumnos, sino no tienen sentido. Tan peligroso como el inmovilismo es el cambiar por cambiar.

El cambio de paradigma educativo es necesario e imparable, pero para conseguirlo debemos ir paso a paso y evaluando concienzudamente los resultados de las nuevas prácticas. Solo así convenceremos de su bondad a aquellos que ven a la Nueva educación como una amenaza.
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Aprendices involuntarios, alumnos desmotivados

domingo, 4 de septiembre de 2016
 www.lumaxart.com/
"Hemos de pensar no solo ofrecer una formación superficial de uno o dos días y luego desearles suerte, sino estimular redes cooperativas realmente sólidas que transformen la cultura de una escuela mediante la colaboración continua, la asunción de riesgos y la innovación a diario." Daniel Goleman: Triple Focus.

Ser o no ser, eso es la educación. Una de las características que define al ser humano es nuestra capacidad infinita de aprendizaje. Nuestro cerebro tiene una plasticidad ilimitada, está preparado para aprender indefinidamente. Esto es lo que nos permite sobrevivir, adaptarnos a los cambios y superar los retos y desafíos a los que nos enfrentamos. Esta capacidad de aprendizaje está muy condicionada por el tipo de educación que recibimos. El problema surge cuando la escuela ignora este hecho.

En la escuela actual, el aprendizaje está cautivo por el aprobado. El sistema educativo se ha ido desvirtuando paso a paso, casi sin percatarnos, pero de forma constante. Resultado: los alumnos ya no aprenden, aprueban. Al mismo tiempo se les pretende enseñar muchas y muy diversas cosas, cuantas más mejor, por lo que todo se trata de manera muy superficial, sin profundizar en causas, efectos, consecuencias, relaciones... Además todo se enseña de forma atomizada como si las matemáticas, la geografía, la lengua no tuvieran relación entre . Pero la realidad es compleja y, casi siempre, los problemas a los que debemos enfrentarnos las personas suelen necesitar de los saberes y las competencias de más de una disciplina.

Ante esta situación, deberíamos ofrecer a los alumnos la posibilidad de que aprendan asumiendo riesgos. Es obvio que, en la escuela, deberíamos aprender a equivocarnos lo menos posible, pero nunca deberíamos aceptar que el miedo al error paralice (física e intelectualmente) a nuestros alumnos. En la escuela, como en la vida, deberíamos asumir riesgos, deberíamos marcarnos objetivos que nos motiven y luchar por ellos sin descanso. Puede que no sea fácil alcanzar esos objetivos pero, tan importante como alcanzarlos, es no dejar de intentarlo nunca. Como actitud, hay que desterrar de nuestras aulas el "no puedo hacerlo" y el "porque lo digo yo".

Si no retamos a nuestros alumnos y se lo damos todo hecho o les facilitamos demasiado las cosas, de manera que alcancen sus metas sin esfuerzo, no les hacemos ningún favor... eso es "pan para hoy y hambre para mañana." Hay que permitir que se esfuercen, hay que motivarles y aprovechar esa motivación. Hay que conseguir que nuestros alumnos sean personas resilientes, solidarias y responsables... que lleguen a ser autónomos en su aprendizaje. Tristemente, educamos teniendo como valores de referencia el egoísmo, la obediencia ciega y la competitividad cuando deberíamos perseguir la generosidad, el espíritu crítico y la cooperación.

Nuestras aulas deberían estar llenas de aprendices "voluntarios", que disfrutan con el viaje interminable de aprender, y no de aprendices "involuntarios", que sufren para conseguir aprobar. Con el paso de los años, los niños que no asumen riesgo se conviertan en adultos temerosos, sumisos, apocados, poco creativos y nada emprendedores. ¿Es eso lo que queremos conseguir?
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