Mi lista de "despropósitos" para el 2015

miércoles, 31 de diciembre de 2014
Por estas fechas es habitual hacer listas bienintencionadas de propósitos para el nuevo año. Se trata de una especie de catarsis que tiene la intención de transformar nuestros hábitos y comportamientos para mejorar en nuestra vida, en nuestro trabajo... Lo que sucede en realidad es que estas listas no suelen cumplirse nunca. Con lo que no solo son una pérdida de tiempo, sino que también son causa de frustración.

Por este motivo he decidido hacer una lista de despropósitos para el 2015... igual consigo que no se cumplan y, de este modo, consigo cambiar algunas cosas y ser un poco mejor cada día:

1. Seguir haciendo lo mismo cada día. Me siento a gusto en mi zona de confort y no tengo ninguna necesidad de complicarme la vida. Mi objetivo es estar tranquilo, vivir sin sobresaltos.

2. No probar nada nuevo. Lo que ha funcionado siempre, seguro que sigue funcionando ahora. Aunque el mundo y la sociedad cambien a una velocidad cada vez mayor, yo no tengo ninguna necesidad de hacer nada distinto. ¡Que el mundo se adapte a mi!

3. Ya sé todo lo que debo saber (que para eso estudié en la universidad). Ya estudié cuando tenía que hacerlo y ahora toca vivir de rentas. No hace falta aprender nada nuevo. La formación continua es una patraña y una pérdida de tiempo innecesaria.

4. No compartir nada. Lo que tengo y lo que sé es para mi y para nadie más. Compartir no me aporta nada. ¡Tengo que ser cada día más egoista!

5. Dejar de creer en utopías y ser más materialista. Ya es hora de dejar de soñar, hay que ser realista y dejar de creer que la educación sirve para transformar el mundo.

Tengo la esperanza de que al hacer esta lista de despropósitos se consiga el efecto contrario y se cumpla de verdad aquello de "año nuevo, vida nueva" porque, al menos en el mundo de la educación, es muy necesario.

P.D.: Mis mejores deseos (personales y educativos) para el nuevo año.

El Blog de Salvaroj os desea Felices Fiestas y buen 2015

lunes, 22 de diciembre de 2014
En este año que acaba, gracias a tod@s los que semana a semana dedicáis un instante de vuestra vida a compartir mis reflexiones sobre educación, El Blog de Salvaroj se ha hecho un poco más grande. Nos han dado una bonita peonza de plata en los premios Espiral Edublogs, hemos ido a Catar a participar en WISE 2014 y, lo que es más importante, hemos hecho un montón de nuevos amigos.

A tod@s los que compartís lo que escribo, a los que lo comentáis, a los que lo criticáis, a los que me motiváis para seguir escribiendo, a los que siempre estáis ahí (aunque sea en silencio):

FELICES FIESTAS Y QUE EN EL AÑO 2015 SE CUMPLAN TODOS VUESTROS DESEOS, LOS PERSONALES Y LOS EDUCATIVOS.


La tarjeta de este año es obra de Laura Pérez Febrero (@scraperalimoner) que, a parte de ser una gran "scrapera" y autora del blog Scraperalimonera, es la persona que inspira cada minuto de mi existencia y a la que le robo mucho tiempo para poder mantener activo mi blog.
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8 citas para entender la educación

sábado, 20 de diciembre de 2014

Para entender cómo es la educación que necesitamos es necesario saber lo que dicen los “grandes” pensadores de nuestro tiempo. Sus palabras son las estrellas que deberían indicarnos el camino. Aquí te presento algunas citas que, como un GPS, te ayudarán a no perderte en tu viaje educativo:

Zygmunt Bauman: “Olvidar por completo y con rapidez la información obsoleta y las costumbres añejas puede ser más importante para el éxito futuro que memorizar jugadas pasadas y construir estrategias basadas en un aprendizaje previo.” 

Richard Gerver: “En la actualidad, la capacidad para cambiar, a todos los niveles,  es tan fundamental para nuestra supervivencia y prosperidad como nuestra capacidad de respirar.” 

Roger Schank: “Cuando la materia que se enseña no tiene nada que ver con los objetivos reales  de los estudiantes, se olvidará por completo.” 

Ken Robinson: “(…) si no estás preparado para equivocarte, nunca te ocurrirá nada original.” 

Roger Schank: "El aprendizaje para toda la vida no es tanto la continua adquisición de conocimiento, sino la mejora de nuestra habilidad para realizar esos procesos por medio de la adquisición y el análisis de las experiencias aportadas." 

Paul Tough: [...] lo más importante para el desarrollo de un niño no es la cantidad de información que se consigue meter en su cerebro durante sus primeros años. Lo crucial es si somos capaces de ayudarles a desarrollar un conjunto diverso de cualidades entre las que se incluyen la perseverancia, el autocontrol, la curiosidad, la meticulosidad, la resolución y la autoconfianza.” 

Nuccio Ordine: "A menudo se olvida que un buen profesor es ante todo un infatigable estudiante."

María Montessori: “La mayor señal del éxito de un profesor es poder decir: Ahora los niños trabajan como si yo no existiera.”
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5 consejos para que un docente sea un buen comunicador

lunes, 15 de diciembre de 2014
" [...] un entorno que contenga principalmente estímulos predecibles o repetidos, como el caso de algunas aulas, provoca un descenso en el interés del cerebro por el mundo externo y que se vuelque hacia dentro para buscar nuevas sensaciones." David A. Sousa: Neurociencia educativa. Mente, cerebro y educación. Madrid, Narcea, 2014.

Tradicionalmente las aulas de las escuelas se han diseñado más para favorecer la disciplina que el aprendizaje. Siguiendo los principios del Panóptico de Bentham, en las aulas todo quedaba bajo la permanente mirada inquisitiva y controladora del docente. Hace algunos años solo se movía el mobiliario de las clases para evitar que los alumnos copiaran durante los exámenes. ¡Qué barbaridad!

Esta disposición de las aulas, a modo de auditorio, también posibilitaba que los profesores se limitaran a hablar ante su "público" mientras que este tomaba apuntes de todo lo que decía o de lo que eran capaces de intuir que era importante. El docente era un conferenciante incontinente y el alumno un receptor pasivo de su sabiduría.

Es cierto que un profesor es, en realidad, un comunicador. Un docente transmite constantemente a sus alumnos ideas, opiniones, consejos, experiencias, valoraciones... pero, lo que es realmente importante es cómo transmite esa información y, a su vez, cómo la procesa el alumno.

Para que el mensaje del docente llegue de manera efectiva a sus alumnos debe cumplir algunos requisitos. Estas son algunas de las características que, a mi juicio, debe tener toda interacción entre profesores y estudiantes:

1. ¡Sorpréndeles! Saber de antemano lo que va a pasar en clase es muy poco motivante y excesivamente aburrido. Para que los alumnos estén receptivos debemos despertar su interés, mantenerlos siempre atentos. La sorpresa, lo inesperado, tiene un alto valor didáctico.

2. Empatiza con ellos. Ponte en su lugar, adapta lo que haces en función de lo que ellos te transmitan. En otras palabras, "lee" la clase, evalúa constantemente si lo que estás haciendo cumple con su objetivo... y si no lo cumple, ten la capacidad de proponer algo distinto. Los alumnos no deben adaptarse a ti, sino tú a ellos.

3. No les aburras. Sé creativo, rompe con la rutina, sonríe, emociónales... No se trata de convertir las clases en un espectáculo de humor o de teatro, sino de no permitir que la rutina y el desencanto se apoderen de tus alumnos. 

4. Rétales. No pretendas darles todo hecho. Lánzales retos, deja que ellos también sean creadores activos de contenidos. Provócales, posibilita que se despierte su curiosidad y utilízala para que su aprendizaje sea significativo.

5. Escúchales. Para poder hacer todo lo dicho anteriormente, es necesario que escuches a tus alumnos, que les des voz, que tengan una parte de responsabilidad en su aprendizaje. Escúchales de forma activa, que ellos perciban que sus opiniones y peticiones tienen incidencia en las clases.

Un consejo extra: utiliza todos los medios que estén a tu alcance para comunicarte con tus alumnos. Los vídeos, los videojuegos, las redes sociales son herramientas imprescindibles para conseguirlo y, por supuesto, no tengas miedo en transformar la estructura de tu aula cada vez que lo consideres necesario.
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El extraño caso de los padres y madres que vuelven a la escuela

lunes, 8 de diciembre de 2014
“La forma más directa y eficaz de matar el asombro de un niño es darle todo lo que quiere, sin ni siquiera darle la oportunidad de desearlo.” Catherine L’Ecuyer: Educar en el asombro.

Los niños que lo tienen todo, que no conocen límites, que consiguen lo que quieren sin esfuerzo, cuando sean mayores serán “adultos kleenex”.

Me explico. Hace un tiempo todo el mundo usaba pañuelos de tela, que una vez usados se lavaban y podían utilizarse tantas veces como se quisiera. Ahora todos utilizamos pañuelos de papel desechables (o kleenex, pues se conocen por su nombre comercial), que son de un solo uso. Un “adulto kleenex” es aquel que es incapaz de adaptarse a situaciones nuevas, que tiene una baja tolerancia a frustración, que no es capaz de formarse permanentemente y que, por tanto, no es capaz de alcanzar el éxito en un mundo cada más inestable.

Un niño consentido y sobreprotegido será un adulto incapaz, será un adulto que se enfrentará al mundo con angustia, con dudas, con problemas de socialización y de autoestima.

Uno de los síntomas más claros de los padres y madres que sobreprotegen a sus hijos es cuando parece que han vuelto a la escuela y se encargan de hacer las tareas escolares de sus hijos. Bajo la excusa de ayudarles, les sustituyen siendo ellos los que acaban haciendo los deberes, siendo ellos los que buscan la información que necesitan para realizar sus trabajos académicos e incluso se los redactan. No dejar que tus hijos sean responsables de sus tareas, sean responsables ante sus obligaciones tiene un efecto perverso, totalmente contrario al que se persigue.

Un niño no debe ser el reflejo de los sueños inalcanzados de sus padres. Los padres (y los educadores en general) deberíamos tener como objetivo que nuestros hijos y alumnos sean capaces de aprender por sí mismos, de solucionar problemas de manera autónoma.

Para conseguir este objetivo es fundamental que padres y docentes trabajen conjuntamente. Los padres deben reconocer y autorizar ante sus hijos la labor de maestros y profesores. Y los docentes deben contar con los padres para establecer los objetivos y las estrategias de aprendizaje de la escuela. El fin último de la educación es que los niños tengan la capacidad de asumir responsabilidades.
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¿Por qué fracasan en la escuela alumnos con un buen cociente intelectual?

lunes, 1 de diciembre de 2014

[...] lo más importante para el desarrollo de un niño no es la cantidad de información que se consigue meter en su cerebro durante sus primeros años. Lo crucial es si somos capaces de ayudarles a desarrollar un conjunto diverso de cualidades entre las que se incluyen la perseverancia, el autocontrol, la curiosidad, la meticulosidad, la resolución y la autoconfianza.” Paul Tough: Cómo triunfan los niños. Determinación, curiosidad y el poder del carácter. Madrid, Ediciones Palabra, 2014.

En el post anterior, Adelgazar el currículo para engordar el aprendizaje, comenté la necesidad de seleccionar mejor los conceptos e informaciones que deben enseñarse en nuestras escuelas para dejar espacio a la imaginación y a la creatividad, que son elementos fundamentales para un aprendizaje significativo.

Hoy me gustaría ir un poco más allá e intentar dar respuesta a estas cuestiones: ¿Por qué fracasan en la escuela alumnos con un cociente intelectual alto? ¿Por qué no tienen éxito en la vida personas con un alto nivel de formación académica?

Descubrí a Paul Tough durante una de las sesiones plenarias de WISE 2014. Me llamó poderosamente la atención su teoría de que los rasgos de personalidad, eso que llamamos carácter, tienen una incidencia fundamental en el éxito, ya sea escolar o vital, de las personas. Me interesó tanto que al día siguiente de llegar de Catar fui a la librería a comprar su libro Cómo triunfan los niños... Su lectura ha merecido la pena: la recomiendo.

A partir de la descripción y el análisis de diferentes experiencias de éxito académico, Tough nos invita a desarrollar en nuestros alumnos hábitos de conducta adecuados más que conseguir alcanzar objetivos intelectuales. Propone 7 destrezas para predecir el éxito en la vida: determinación, autocontrol, entusiasmo, inteligencia social, gratitud, optimismo y curiosidad. Está convencido de que estas destrezas pueden ser evaluadas y que, además, el perfil “intelectual” de los alumnos debería ir acompañado de su perfil de "personalidad". Afirma que el perfil de personalidad es un indicador más efectivo para predecir el éxito que el perfil intelectual.

En su opinión, para el éxito en la vida es más importante tener un alto nivel de tolerancia a la frustración que un alto coeficiente intelectual. Esta idea choca frontalmente con la creencia que predomina en la gran mayoría de nuestras escuelas de que la inteligencia es la clave del éxito. Pero todos conocemos casos de niños con altas capacidades que fracasan en la escuela, entre otras razones, porque no tienen perseverancia, autoconfianza ni meticulosidad. Pequeños monstruos tiranos que usan su "inteligencia" para imponer su voluntad a los adultos que les rodean (padres, docentes...) y que reaccionan airadamente cada vez que no consiguen lo que quieren en el momento en el que lo quieren.

Los alumnos que aprenden a ser meticulosos tienen más posibilidades de éxito en la vida que aquellos que llenan su cabeza de datos e informaciones. La meticulosidad es la cualidad que nos permite esforzarnos para hacer o conseguir algo sin esperar una recompensa inmediata... lo que hace que sea una cualidad fundamental para un buen desarrollo de las personas.

Tough también afirma que los profesores que muestran afecto a sus alumnos obtienen mejores resultados que aquellos que permanecen distantes. Y que hay que preparar a los alumnos para afrontar eficazmente las situaciones de estrés a las que se ven sometidas en las escuelas (suspender un examen, hacer los deberes a tiempo...).

Sé que muchos pensarán que el carácter es algo innato, pero no lo es. Se puede aprender a regular las emociones, a tener una mayor tolerancia a la frustración, a ser optimista... y, además, resulta que estos aprendizaje son más efectivos para tener éxito en la vida que la ciencia infusa del conocimiento erudito que se enseña en la mayoría de las escuelas.
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Adelgazar el currículo para engordar el aprendizaje

lunes, 24 de noviembre de 2014
"[...] procuro no cargar mi memoria con datos que puedo encontrar en cualquier manual, ya que el gran valor de la educación no consiste en atiborrarse de datos, sino en preparar el cerebro para pensar por su propia cuenta y así llegar a conocer algo que no figure en los libros." Albert Einstein

Me disgusta escuchar que "la escuela es un lugar de estudio pero no de aprendizaje", que "la escuela mata la creatividad"... En mi opinión, es justo al contrario: la escuela es un lugar privilegiado para aprender creativamente.

Ahora bien, lo que sucede es que el inmovilismo de las metodologías tradicionales y el enquilosamiento de las leyes educativas son dos lastres demasiado pesados que, en demasiadas ocasiones, imposibilitan a la escuela cumplir con su verdadera función.

Aunque todavía hay muchos docentes y pedagogos que no comparten esta idea, aprender no es memorizar y reproducir datos e ideas. Aprender tiene que ver con la capacidad de entender y asimilar contenidos, con saber aplicarlos para resolver problemas. Tradicionalmente se ha relacionado la excelencia de un alumno con su erudición, proclamando que sin esfuerzo y sacrificio no es posible el aprendizaje. Pero estoy convencido de que la excelencia de un alumno tiene que ver con su capacidad de analizar situaciones problemáticas y proponer soluciones creativas y personales aplicando aquello que ha aprendido en el aula. Esto también requiere de esfuerzo, sin duda, pero cuando el esfuerzo es motivador es causa de disfrute y no de sufrimiento.

Si alguien cree que por no tener que memorizar datos, fechas, fórmulas y lugares nuestros alumnos son menos inteligentes, está totalmente equivocado. Es mucho más difícil y complejo enseñar a un alumno a tener pensamiento crítico, a tener una inteligencia práctica (o ejecutiva, en terminología de José Antonio Marina), que llenar su cabeza con datos enciclopédicos que, como mucho, son útiles para participar en concursos televisivos. En este sentido, en muchas escuela se evalúa a los alumnos para premiarlos o castigarlos, cuando en realidad la evaluación debería servir para detectar lo que funciona y lo que no funciona en el proceso de enseñanza/aprendizaje para poder que sea efectivo.

En alguna ocasión he escuchado que los sistemas educativos deben ser muy exigentes, pues a mayor nivel de exigencia, mejores resultados se obtienen. ¡Qué peligro tiene esa afirmación! Eso hace que los currículos sean cada vez más y más desmesurados, estableciendo como estándares de aprendizaje (aquello que deben saber todos los alumnos de un cierto nivel educativo) unos contenidos excesivos que son inalcanzable para una buena parte del alumnado, lo que implica su exclusión del sistema.

Por supuesto que tiene que haber un cierto nivel de exigencia, ¡faltaría más! No se trata de que los alumnos no tengan que hacer ningún tipo de esfuerzo para aprender. Se trata de que ese esfuerzo no sea doloroso sino gozoso. No hay sensación más agradable que la que obtiene un niño cuando aprende algo... solo hay que mirar la expresión de alegría que se refleja en su cara.

Einstein, al que ya he citado al principio del post, decía que "la imaginación es más importante que el conocimiento".  Para que la imaginación y la creatividad tengan cabida en la escuela, es absolutamente necesario que adelgacemos los currículos. Solo así la escuela podrá cumplir con su verdadera función.
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Lo urgente y lo importante en la educación

lunes, 17 de noviembre de 2014
La paciencia y la constancia son dos valores en franca decadencia en nuestra sociedad de la incertidumbre y, por tanto, también en nuestra forma de educar.

Parece que tenemos prisa por conseguir que nuestros hijos y alumnos sean los más listos, los más preparados, los mejores en todo. Queremos que hagan deporte (y ganen), que aprendan idiomas, música, ballet... Queremos cualquier cosa en lugar de ser pacientes y permitirles que sean niños, es decir, que jueguen, que experimenten, que se aburran, que se equivoquen, que rían, que lloren...

Desde bien pequeños los "hiperestimulamos", les obligamos a quemar etapas, les entrenamos para que desarrollen sus habilidades más allá de su nivel de maduración... Les adiestramos para que sean "pequeños Einstein", cualquier cosa menos permitirles que sean niños.

La precipitación, la impaciencia y la inconstancia están acabando con la infancia porque no permiten que se establezcan unos cimientos sólidos que ayuden a que los aprendizajes futuros sean consistentes y estables. Estamos educando a gigantes con pies de barro con muy poca tolerancia a la frustración y muy poca capacidad de aprender autónomamente. Da la sensación de que nos da miedo que aprendan por sí solos, nos aterra soltarlos de la mano, cuando es la manera como tendrán que aprender durante el resto de su vida.

Por otro lado, si de verdad queremos innovar la educación, no valen prisas e impaciencias. Para que los cambios en nuestra forma de educar no sean solo "modificaciones" sino verdaderas "transformaciones" debemos ser perseverantes, tenaces, firmes e insistentes. Las cosas que se improvisan o se hacen deprisa pueden provocan cambios parciales y no permanentes; las cosas que se hacen con paciencia provocan cambios que perduran en el tiempo e inciden en la esencia misma del aprendizaje.

En esta sociedad inestable tenemos el deber de ofrecer una educación que tenga como base la paciencia y la constancia. Para que esa educación sea de calidad y los alumnos alcancen la excelencia no es obligatorio que sufran, el esfuerzo puede ir acompañado del gozo que produce el trabajo significativo y motivante.

Parafraseando a Mafalda, lo urgente y lo importante no siempre (casi nunca) coinciden en la educación de nuestros niños. Por tanto, despreocupémonos de lo urgente y ocupémonos de lo importante.



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La creatividad en el alma de la educación. Mi experiencia en WISE 2014

miércoles, 12 de noviembre de 2014
Hay ocasiones en las que uno se siente afortunado. Así me sentí los pasados días 4 a 6 de noviembre al asistir a WISE 2014, en Doha (Catar). Para aquellos que no la conozcan, la Cumbre Mundial para la Innovación en la Educación (WISE) es una plataforma internacional multisectorial que fomenta la innovación y la reflexión sobre el futuro de la educación. Bajo el lema: Imaginar, crear, aprender. La creatividad en el corazón de la educación, más de 1.500 personas, de unos 119 países, compartimos durante tres días ideas, vivencias y experiencias sobre educación.

 


Si me resultó estimulante escuchar a algunas de las figuras más prestigiosas de la pedagogía mundial (Tony Wagner, Paul Tough, James Paul Gee...), aún más enriquecedor fue conocer y compartir vivencias con personas que están llevando a cabo en sus países experiencias educativas increíbles.

Me resulta imposible intentar explicaros todo lo que sucedió en WISE: sesiones plenarias, debates, workshops, Meet-Ups, Time-Outs... por lo que os comentaré algunas de la ideas que más me han impactado y os haré un pequeño resumen del Meet-Up que conduje bajo el tema ¿Cómo la educación en valores puede hacer más creativa e innovadora la escuela del siglo XXI?

Una de las ideas que quiero destacar es que, para dar respuesta a las necesidades del mundo actual, la creatividad debe estar presente en la escuela. Me he permitido jugar con el lema de WISE para decir que la creatividad debe estar presente en el "alma" de la educación, que me parece aún más transcendente que decir en el "corazón". Enseñar sin creatividad no es educar sino adiestrar, amaestrar, instruir...

En la escuela tradicional se piensa que la creatividad es para unos pocos, para aquellos con alma de artista. Pero nada más lejos de la realidad, todos los alumnos deben aprender a resolver problemas creativamente y tienen derecho (y necesidad) de equivocarse. El error ha sido, y es, castigado por las evaluaciones escolares.

La tendencia actual de la educación a seguir evaluaciones estandarizadas (PISA, PIRLSS...) conduce a una enseñanza dirigida a la aprobación de los test, a una enseñanza que deja fuera del sistema a una gran cantidad de alumnos que, en cambio, tienen "otros" talentos que se desaprovechan. En una educación creativa, los estudiantes deben explorar las ideas, deben ser capaces de desarrollar el pensamiento crítico y deben ser capaces de comunicar sus opiniones y conocimientos: son creadores de contenido más allá de ser meros consumidores.

En palabras de Alfredo Hernando (@alfredohernando), con quien compartí muchos y buenos momentos en WISE: "La creatividad es al siglo XXI lo que la Luna al siglo XX. Un sueño, una metáfora que acelera otros conceptos arrastrados en la inercia de su atracción."


En lo que se refiere al Meet-Up que tuve la oportunidad de conducir sobre cómo la educación en valores puede hacer más creativa la escuela, a partir de algunas de la ideas de uno de los post que escribí hace algún tiempo, 10 valores fundamentales para educar en el siglo XXI, establecimos un diálogo muy interesante donde las participantes (a las que podéis ver en la fotografía) explicaban sus experiencias y la situación de la educación en valores en sus respectivos países (Argentina, Colombia, Bolivia, Guatemala, Perú y Turquía). Todos los participantes coincidimos en destacar la importancia de los valores y las emociones en la educación para conseguir formar personas que puedan participar de la sociedad de forma activa y responsable. También comentamos que el aprendizaje significativo está muy relacionado con las emociones.

Con una organización impecable y unos recursos muy bien aprovechados, WISE es un referente único para innovar en educación. La experiencia que he vivido en WISE 2014 supone una inyección de entusiasmo y una recarga en mi ánimo por seguir colaborando, en la medida de mis posibilidades, por construir una educación que dé repuesta a las necesidades de nuestros tiempos.

En este enlace podéis ver las principales sesiones de WISE 2014.
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La educación indigesta

lunes, 20 de octubre de 2014
La alimentación es una de las metáforas que más utilizo cuando hablo o escribo sobre qué es y cómo funciona la educación. En una colaboración que hice hace algún tiempo en el Blog de Tiching decía que “Igual que la comida, la educación debe ser sana y sabrosa a la vez, es decir, debe satisfacer nuestras necesidades básicas y conseguir que disfrutemos, porque si no nos ayuda a crecer como personas y no nos emociona, no cumple con su principal cometido.” 

Una buena educación, como una alimentación sana, hace que nos desarrollemos adecuadamente. Por eso, cada día que pasa me reafirmo en lo adecuado de esta comparación. Igual que sucede cuando uno se alimenta exclusivamente de fast food, estoy convencido de que el conocimiento que uno adquiere mecánicamente y no pone en práctica o no lo comparte con los demás, es conocimiento perdido; y que las horas que se dedican al estudio para engullir, es decir, memorizar sin digerir datos y conceptos (eso que algunos confunden erróneamente con el  esfuerzo y el sacrificio), es tiempo perdido. Me explico...

Aún con el riesgo de parecer escatológico (pido disculpas de antemano si alguien puede sentirse molesto), me gustaría señalar que al igual que pasa con nuestro sistema digestivo, cuando aprendemos también desechamos (defecamos) todo aquello que no somos capaces de asimilar correctamente. Nuestro cerebro, esa máquina maravillosa, tiene la capacidad de conservar aquello que le es significativo y de descartar, a corto y medio plazo, todo aquello que no le aporta nada.

Cuando lo que desecha nuestro cerebro es mucho más de lo que asimila, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que la educación que estamos proporcionando a ese alumno es una verdadera “mierda” (en sentido literal...).

Si al cerebro de nuestros alumnos no le damos una educación variada y equilibrada y, por ejemplo, lo alimentamos solo con aquello que les gusta a los alumnos, tampoco estamos ofreciéndole una educación adecuada. Aunque no les guste la verdura, tienen que comerla; aunque no les guste alguna asignatura, tienen que estudiarla.

Cuidemos la dieta educativa de nuestros alumnos. Ofrezcámosles una educación digerible, que les permita crecer como personas, que les permita aprender siempre en cualquier lugar, tiempo o contexto... y, si es posible, disfrutar con ello.
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Malala: la educación puede cambiar el mundo

martes, 14 de octubre de 2014
“Un niño, un profesor, un libro y un lápiz pueden cambiar el mundo.” Malala Yousafzai ante la Asamblea General de Naciones Unidas

Interpreto la reciente concesión del premio Nobel de la Paz a Malala Yousafzai como una muestra de la importancia que tiene la educación como herramienta para cambiar el mundo, para hacerlo cada día un poco mejor. Sé que, en los últimos días, este tema se ha tratado en toda la prensa mundial y desde diferentes puntos de vista, pero no me resisto a reflexionar sobre el significado de este galardón y el valor de un referente como Malala.

En primer lugar, creo que el premio se ha concedido en un momento clave por dos motivos muy distintos:
1. Por la creciente persecución que sufren las niñas que asisten a la escuela por parte de los radicales islámicos.
2. Por las políticas de muchos gobiernos liberales de los países occidentales que pretenden convertir la escuela, exclusivamente, en una “máquina de fabricar trabajadores” al servicio de la economía.

En segundo lugar, Malala es el símbolo de la lucha por una educación universal, pero de una educación que fomenta el espíritu crítico, de una educación cuyo fin último es la autonomía de las personas, es decir, que puedan desarrollar su potencialidad como individuos y, a su vez, tengan la oportunidad de aportar su talento a la sociedad. La educación escolar debe ser la herramienta que posibilite la igualdad de oportunidades para que todos y todas podamos participar activamente de la sociedad en la que vivimos.

La enseñanza debe ir mucho más allá de “recordar” unos contenidos, la escuela debe ser mucho más que el lugar donde “entretener” a los niños mientras sus padres trabajan.

Para que el aprendizaje sea significativo debe partir de las experiencias previas, debe tener una intencionalidad y unos objetivo claros y debe responder a algún tipo de necesidad. Así debería ser la educación que se imparte en nuestras escuelas.

No es tan importante llenar de datos y conceptos la cabeza de nuestros alumnos como enseñarles qué pueden hacer con ellos. Si la labor docente se limita exclusivamente a la transmisión de información para que el alumno la recuerde, el docente puede ser perfectamente sustituido por una máquina, por la tecnología. El docente aporta un plus que los ordenadores no pueden dar.

Si un educador (docente, director de escuela, padre, madre...) no está totalmente convencido de que su labor es de vital importancia para toda la sociedad, difícilmente podrá cumplir bien con su cometido.

Estoy convencido de que Malala estaría de acuerdo en partir este premio en millones de trocitos minúsculos y compartirlo con todos los docentes que trabajan cada día para cambiar el mundo.
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¿Por qué no somos capaces de hacer que la escuela despierte la curiosidad de los alumnos?

lunes, 6 de octubre de 2014
Uno de los principales problemas de la educación escolar es que, a causa de la imperiosa necesidad de cumplir con un currículo cada vez más cerrado, oferta a los alumnos algo que ni han demandado ni tienen interés alguno por conocer.

Esta es la causa por la que gran parte del esfuerzo y de la energía de los docentes se pierde en conseguir motivar a los alumnos y en mostrarles que lo que van a aprender es de alguna utilidad para ellos. Lo que no deja de ser paradójico porque la curiosidad (el asombro del que habla Catherine L'Ecuyer) es una de las características más definitorias de los niños y adolescentes y el verdadero motor del aprendizaje. ¿Cuál es entonces el problema? ¿Por qué no somos capaces de hacer que la escuela despierte la curiosidad de los alumnos?

La situación es aún más grave pues lo que se enseña se hace de manera uniforme e incuestionable. Esto provoca que la educación escolar se base en verbos como memorizar, obedecer, creer, repetir... cuando en realidad debería basarse en verbos como comprender, cuestionar, explorar, crear, elegir...

Pero en realidad cualquier docente sabe que la diversidad de maneras de aprender que hay en su aula es igual al número de alumnos que la forman. Hay tantas posibles maneras de aprender como alumnos hay en clase. Por eso, según Howard Gardner, las inteligencias múltiples pueden mejorar la comprensión del estudiante: 
-Ofreciendo unas vías de acceso eficaces.
-Ofreciendo unas analogías adecuadas.
-Ofreciendo múltiples representaciones de las ideas esenciales.

Debemos desterrar definitivamente expresiones del lenguaje docente como: “es el/la más inteligente de clase”, “no es capaz de aprender nada”... ya que hay distintas formas de abordar el aprendizaje y, además, responden a una visión estática de la educación cuando, en realidad, la educación es un proceso dinámico en continuo movimiento.

El estado natural de la educación debería ser el movimiento. Al igual que pasa con nuestro planeta, La Tierra, la educación debería basarse en dos tipos de movimiento:
-De rotación: Relacionado con la metacognición, con la reflexión de la práctica educativa como tal. Es la revisión constante de las prácticas y los supuestos educativos, la reflexión sobre la tarea de enseñar y sus consecuencias.
-De traslación: Debería girar en torno a los cambios del mundo en que vivimos y las necesidades que tienen la sociedad y las personas. Se trata de moverse al ritmo de los cambios, de tener la capacidad de detectarlos rápidamente y adaptarse a ellos.

Sabemos que tenemos que cambiar la educación para que dé respuesta a las necesidades del mundo actual, tenemos los conocimientos sobre cómo hacerlo, podemos hacer una escuela del asombro que guste a los alumnos porque despierta su curiosidad... pero nos quedamos siempre en el plano teórico, en la dialéctica. Por eso, llevamos tanto tiempo dando vueltas sobre lo mismo que estamos todos mareados. Debemos dejar de girar para conseguir avanzar y producir cambios.
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El educador inconformista

lunes, 29 de septiembre de 2014
¿Hasta qué punto podemos conformarnos con la realidad que nos ha tocado en suerte sin luchar por cambiarla hasta el límite de nuestras fuerzas? Creo que la respuesta que damos a esta pregunta muestra el tipo de educador que somos.

En la película Forrest Gump, el protagonista explica que, según su madre, "la vida es como una caja de bombones, nunca sabes qué te va a tocar." Aunque soy muy goloso y me encanta el chocolate, en mi opinión, esa frase es una verdad a medias porque presupone que es el azar el que dicta las opciones que tenemos las personas para cambiar nuestra vida.

Por ese motivo, prefiero pensar que la vida es como una partida de cartas; jugamos con los naipes que nos han tocado en suerte, pero, en función de eso, podemos establecer una estrategia (realizar descartes y cambiar cartas para mejorar nuestra mano, ir de farol...). Así, en función de nuestras decisiones y actuaciones, podemos decidir nuestro destino, al menos en parte, y que no quede todo en manos del azar.

Esto que hemos comentado para la vida en general, vale también cuando un docente empieza un nuevo curso o cuando unos padres tienen un hijo. Si la educación fuera un juego de naipes, en ocasiones, tendremos una “buena mano”, en otras, no tendremos buenas cartas... pero nuestra obligación es siempre jugar la mejor partida posible.

Así, la insatisfacción y el inconformismo son el estado natural de la educación: un educador insatisfecho debería ser la norma y no la excepción, como sucede muy a menudo. La autocomplacencia y el conformismo son los mayores enemigos de la educación.

La educación debe dar respuesta a los cambios de la sociedad, y estos se producen cada vez más deprisa. Una educación inconformista posibilita que la educación esté siempre alerta, siempre atenta a las necesidades emergentes de las personas y de la sociedad en cada momento. Por eso, la educación tiene que dejar de ser introspectiva y solitaria para ser extrovertida y colectiva.

Un educación inconformista facilita la adaptación al cambio, aumenta la tolerancia a la frustración, refuerza el trabajo colectivo, explica el conocimiento en relación con su aplicabilidad... valores fundamentales para vivir en nuestro tiempo.

Cuando alguien pretende educar, no tiene otra opción que ser inconformista. Intentar hacerlo desde el inmovilismo no es educar, es adiestrar.
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5 mentiras sobre innovación educativa

lunes, 22 de septiembre de 2014
En ocasiones, para conseguir que la comunidad educativa reaccione, despierte o, simplemente, se cuestione el statu quo de la educación de nuestros días, tenemos tendencia a la hipérbole.

Los mensajes extremistas y demagógicos (en ocasiones apocalípticos) provocan reacciones emocionales que dan lugar respuestas viscerales que pretenden arrasar con todo lo establecido sin una reflexión previa y objetiva de la realidad. Seguramente, por este motivo tienen éxito los escritos que, por ejemplo, contienen en su título el verbo “matar”, como Las escuelas matan la creatividad de Ken Robison o Matar al libro de texto de Enrique Dans.

Pero, en realidad, para innovar no siempre es necesario, o no siempre es lo más efectivo, arrasar con todo lo existente y construir algo radicalmente distinto. En general, los cambios son más eficaces cuando se hacen partiendo de la base de lo existente, conservando los aspecto positivos y cambiando aquellos que no funcionan.

En este contexto es donde hay que entender mi reflexión de hoy. La radicalidad de algunos planteamientos provoca que se den por válidas ciertas afirmaciones que necesitan ser matizadas, explicadas y valoradas de manera objetiva. No siempre somos capaces de discernir los matices cuando nos dejamos llevar por las emociones más profundas. A continuación, voy a intentar desenmascarar las cinco mentiras más frecuentes cuando hablamos de innovación educativa y no nos detenemos a pensar ni analizar lo que realmente se está diciendo:

1. Hay que romper con el pasado/ Cualquier tiempo pasado fue mejor. Cualquiera de las dos afirmaciones me parece poco adecuada. Ni todo lo nuevo es mejor por el hecho de ser nuevo, ni cualquier cosa del pasado es la adecuada porque siempre se ha hecho así. Creo que, como educadores, es nuestra obligación evaluar, testar, analizar todos los recursos y métodos didácticos de lo que disponemos o podemos disponer para ver cuáles resultan adecuados, para quién lo son y en qué condiciones.

2. No hay que enseñar contenidos en la escuela. Muchas personas no parecen entender que plantear un enfoque mucho más competencial de la educación en nuestras escuelas no es sinónimo de vaciar de contenidos las enseñanzas escolares. Nada más lejos de la realidad, pues no se puede ser hábil en destrezas y habilidades sino se tienen bien adquiridos los conceptos. El cambio radica en que no se debe llenar de datos la cabeza de nuestros alumnos sin darles a estos un sentido practico, sin que se entienda su relación con la resolución de situaciones problemáticas.

3. Las TIC hacen a los alumnos más individualistas. Bien al contrario, las TIC facilitan el trabajo colaborativo, el intercambio de información y experiencias con personas cercanas y con personas que viven en otros países. Las TIC eliminan las barreras de la distancia, por eso, facilitan la socialización de los alumnos.

4. Los alumnos deben hacer lo que les apetezca en todo momento. En demasiadas ocasiones se acusa a los innovadores de la educación de no fomentar la cultura del esfuerzo entre los estudiantes. Pero nada está más lejos de la realidad. Sin esfuerzo no hay aprendizaje. Pero esfuerzo no es sinónimo de sufrimiento. Cuando uno trabaja en algo que le interesa, cuando está motivado, el esfuerzo no implica sufrimiento sino placer. Los alumnos no deben hacer lo que quieran, pero tampoco es necesario que aprendan "con sangre".

5. Los profesores no tienen autoridad y han perdido parte de su importancia en la formación escolar. Esta es, en mi opinión, la mentira más dolorosa sobre la educación actual. Nunca en la historia el papel de los docentes ha sido tan importante porque nunca en la historia ha habido la necesidad de guiar, de orientar, de ayudar a los alumnos ante el inmenso océano de información que se maneja en el mundo actual. Un mundo que además ya no es permanente, sino que es cambiante. Que el profesor no sea ya el poseedor de todo el conocimiento no implica, como algunos creen, que su labor no sea importante... sino todo lo contrario.

Innovar es el único camino que podemos seguir los educadores para que nuestros alumnos sean mejores personas y participen de manera crítica y activa de la sociedad... pero innovar nada tiene que ver con la demagogia ni el radicalismo. Innovar es lo que hacen cada día miles de educadores en sus aulas.
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¿De qué color ves tú la educación?

lunes, 15 de septiembre de 2014
El color es un medio para influir directamente en el alma. El color es la tecla. La vista es el macillo. El alma es un piano con muchas cuerdas. El artista es el mando que, tocando esta o aquella tecla, hace vibrar el alma de manera que puede influir en ella directamente.”   Wasily Kandinsky 


La pregunta que da título al post es una cuestión más importante de lo que puede parecer a simple vista. El motivo es claro: el color con el que tú ves la educación es el color con el que tus alumnos (si eres profesor) o tus hijos (si eres padre) ven el mundo. En la cita de Kandinsky podríamos cambiar artista por educador.
 
Como suele pasar con casi todos los aspectos de la vida, en educación ni todo es de color negro (pesimismo absoluto) ni todo es de color rosa (optimismo inocente). En realidad, nadie debería tener una visión monocromática de la educación. Esta debería verse con colores distintos dependiendo del momento, del contexto y de las circunstancias.

En este sentido, sería interesante crear un “Pantone pedagógico” que nos permita tener una muestra de cada uno de los recursos didácticos de los que disponemos para ver cuál es el más adecuado para cada ocasión.

Todos sabemos que existen tres colores básicos (rojo, amarillo y azul) a partir de los cuales se pueden formar otros muchos colores, dependiendo de la manera e intensidad como se combinen. Si consideramos que los colores básicos de la educación son los cuatro pilares que enunciaba Delors en su informe para UNESCO (aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a convivir, aprender a ser), según cómo los combinemos obtendremos un tipo de educación u otro. Esta puede ir desde la más memorística y mecánica hasta la más competencial, creativa y crítica, pasando por un sinfín de matices.

Los diseñadores gráficos saben que hay colores que combinan muy bien y otros que nunca hay que juntarlos. Los educadores también deberíamos saberlo.

Son muchos los métodos didácticos relacionados con los colores que se aplican en nuestras aulas. Seguro que todos conocéis, y muchos aplicáis, el método de los seis sombreros para pensar de Edward de Bono. Es un método suficientemente conocido como para que no sea necesaria una explicación detallada, pero me gustaría recordar el significado y función de cada uno de los sombreros:
 
Azul: controla al resto de sombreros; marca los tiempos y el orden de los mismos.
Blanco: para pensar de manera objetiva y neutral.
Rojo: para expresar nuestros sentimientos.
Negro: para ser críticos y pensar por qué algo no podría salir bien.
Amarillo: para buscar los aspectos positivos sobre un determinado aspecto.
Verde: para incitar las posibilidades creativas. Está relacionado con el pensamiento divergente.

«Los 6 Sombreros para el Pensamiento» de TheWhiteHat

El método de los seis sombreros es muy valioso, pero hay otros muchos. Os invito a que, a través de los comentarios del blog, compartáis los recursos didácticos relacionados con los colores que utilizáis para que todos podamos aprender de ellos.
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