Yo, profesor: las 3 leyes de la docencia

lunes, 27 de mayo de 2013

En los años 40 del siglo XX, Isaac Asimov ideó las tres leyes de la robótica, como normas de conducta por las que se regían los robots protagonistas de sus historias de ciencia ficción.
Hoy, en pleno siglo XXI, me he dado cuenta de que, con pequeñas modificaciones, estas leyes pueden establecerse como fundamento de la labor docente:

1ª ley: Un docente no puede hacer daño a un alumno o, por inacción, permitir que un alumno sufra daño.
La prioridad máxima del docente es siempre el bien del alumno. Por ello no debe causarle ningún daño físico (no, el bofetón no tiene ningún efecto positivo educativamente hablando) ni tampoco debe de hacer nada que perjudique su pleno desarrollo como persona y como miembro de la sociedad en la que vive.
Tal y como se especifica en esta 1ª ley, el docente también está obligado a no hacer daño alguno al alumno por inacción, es decir, por falta de interés, por desidia, por falta de motivación o, lo que es peor aún, por falta de formación. Esto obliga a los docentes no solo a tener una buena predisposición para la enseñanza, sino a formarse de manera continua.
Es obligatorio que el docente sea entusiasta en su labor y esté atento a las necesidades cambiantes de su alumnos y se adapte a ellas y no al revés.

2ª ley: Un docente debe obedecer las “órdenes” dadas por los legisladores educativos, excepto si estas órdenes entran en conflicto con la 1ª ley.
Evidentemente, el docente debe seguir las normas marcadas en las leyes educativas vigentes porque sería caótico permitir que cada docente convierta su aula en una especie de reino de taifa donde haga lo que le venga en gana, sin control alguno.
Pero no es menos cierto que cuando las leyes educativas entran en conflicto con la 1ª ley de la docencia, es decir, no están pensadas para obtener el máximo bien del alumno, el docente tiene la obligación de mostrarse insumiso y actuar al margen de lo políticamente establecido en beneficio de sus alumnos dándoles la formación que les conviene para desarrollar al máximo su talento y participar activa y críticamente de la sociedad.

3ª ley: Un docente debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la 1ª o la 2ª ley.
Ante los graves ataques que sufre el personal docente, no solo en su autoridad moral y social sino también en su situación laboral (recortes en el sueldo y en los recursos disponibles para llevar a cabo su labor de manera adecuada), los docentes tienen la obligación de luchar por sus derechos y los de sus alumnos, de mostrar su indignación por la injusticia de la situación a la que se ven abocados.
Eso sí, en el ejercicio de este derecho no se puede entrar en conflicto con la 1ª ni con la 2ª ley, por lo debe vigilarse que los alumnos no se vean aún más perjudicados, porque ellos son el futuro de la sociedad y su educación es básica para que este mundo sea un poco mejor.

2 comentarios:

  1. Un docente puede ser victima de agresión por parte de un estudiante, o un padre de familia, ¿debe entonces primar el bien del estudiante, o el docente debe proteger su integridad física y moral por el bien de su propia familia? Creo que la tercera ley no está bien planteada o no aplica. En el caso de los robots llegar hasta la autodestrucción, bueno, al fin del acabo son máquinas. Pero nosotros somos personas.

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  2. La 1ª ley condiciona las otras dos. Esta 1ª ley tiene nombre y apellidos: nuestros alumnos. Todo cuanto decimos, hacemos, proponemos, soñamos y motivamos... lo hacemos pensando en ellos. ¿Alguien piensa que un maestro no actúa así, o que no tiene claro estos principios y convicciones? El alumno es el centro y el motor de nuestra acción educativa y docente, siendo conscientes de la existencia de otras dos leyes, pero ambas giran en torno a los propios alumnos, ¿o no? Considero que las tres leyes podrían resumirse en un frase que recoge el sentimiento, pasión educativa y entusiasmo del profesor: los alumnos, no sólo deben ser amados (=acompañados, motivados, atendidos, etc); ellos deben darse cuenta de que son amados por sus maestros. ¿Acaso no es esta una buena razón que sintetiza las tres leyes? ¿No podríamos estar hablando de un "3 en 1"? Si nuestros alumnos son lo más importante para nosotros, nunca iremos por nuestra cuenta, jamás antepondremos algo que niegue la respuesta a sus necesidades y siempre tendremos claro que ellos... "son el futuro". Por ellos tiene sentido todo lo que hacemos. No es una utopía, sino una realidad. El maestro del S.XXI no puede mostrarse pesimista ni derrotista, y mucho menos, ante sus alumnos. Al menos, ¡esta es mi experiencia! Gracias Salvador.

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