La educación como arte de sortilegios y pociones de Harry Potter

miércoles, 3 de diciembre de 2025


Al igual que la magia de los libros de Harry Potter, la educación debe ser poderosa y transformadora a la vez. Es decir, debe dotarnos de las herramientas esenciales para la vida y, al mismo tiempo, encender la chispa de la curiosidad y la pasión. Si no nos ayuda a crecer como “brujos y brujas” competentes y no nos emociona, no cumple con su principal cometido.

 

Una de las grandes tareas del profesorado en el mundo mágico de la enseñanza es aprender a crear combinaciones perfectas de sortilegios y pociones para cada clase. Para planificar bien una sesión, o cualquier acto educativo, por ejemplo, debemos mezclar un poco de Encantamiento de animación (creatividad) con una buena dosis de Poción de la memoria (aprendizaje significativo y competencial), aderezado con el toque justo de Poción de la suerte o Felix Felicis (inteligencia emocional y actitud emprendedora).

 

Con estos ingredientes mágicos, conseguiremos que nuestros alumnos establezcan conexiones entre saberes, que se atrevan a lanzar un Finite incantatem a lo convencional para dar respuestas creativas, que no teman el fracaso (pues todo mago se equivoca), y que sean capaces de adaptarse a situaciones cambiantes como un Metamorfomago.

 

Para ser un buen docente no es necesario ser Albus Dumbledore. Pero sí que es conveniente tener su actitud para cuestionar los límites de la magia y buscar nuevas fórmulas y conjuros. Los docentes deben estar siempre dispuestos a replantearse su praxis, analizarla, evaluarla y ver qué sortilegios dan mejores resultados y en qué situaciones.

 

Hay profesores que, por convicción o por desidia, deciden no complicarse la vida y dan a sus alumnos solo aquello que les resulta fácil. Pero no podemos limitarnos a practicar el Wingardium Leviosa una y otra vez; debemos dominar todo el espectro de la magia de forma equilibrada. Lo mismo sucede en nuestras aulas: no podemos usar un solo recurso, ya sea el libro de texto o la pizarra. En la variedad de los hechizos y las pociones reside la clave del éxito.

 

De lo que estoy convencido es de que una buena forma de preparar una clase es plantearla como una Clase de pociones con una estructura mágica:

 

Fase de la clase

Analogía mágica

Propósito educativo

Elixires de apertura

Poción estimulante

Algo ligero, que motive y predisponga a nuestros alumnos para el aprendizaje.

El gran brebaje

Poción multijugos

Es el momento álgido, donde se realiza el trabajo del contenido más básico y se asumen diferentes roles o perspectivas.

Filtro complento

Poción crecehuesos

Algo más ligero, pero que complemente al brebaje principal, consolidando el conocimiento.

El toque final

Poción de la paz

Acabar con algo que deje buen sabor de boca, facilite la asimilación de lo trabajado y promueva la reflexión tranquila.

 

Pero quizás lo más importante que deben aprender los docentes de los maestros de Pociones es que hay que educar activando todos los sentidos mágicos con los que nuestros alumnos se relacionan con el mundo. En la escuela tradicional se ha priorizado el oído (la lección magistral) y un poco la vista (la pizarra), olvidando por completo el tacto (la experimentación), el gusto (el disfrute del saber) y el olfato (la intuición). Si tuviéramos en cuenta esto, posiblemente conseguiríamos hacer una educación mucho más rica y con un fundamento mágico inquebrantable.

 

El verdadero arte de la enseñanza reside en ser un maestro de encantamientos que sabe cuándo lanzar un hechizo y cuándo preparar un filtro, transformando el aula en un auténtico Caldero de conocimiento.

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