Al igual que la magia de los libros de Harry Potter, la educación debe ser poderosa y transformadora a la vez. Es decir, debe dotarnos de las herramientas esenciales para la vida y, al mismo tiempo, encender la chispa de la curiosidad y la pasión. Si no nos ayuda a crecer como “brujos y brujas” competentes y no nos emociona, no cumple con su principal cometido.
Una de las grandes tareas del profesorado en el mundo mágico
de la enseñanza es aprender a crear combinaciones perfectas de sortilegios y
pociones para cada clase. Para planificar bien una sesión, o cualquier acto
educativo, por ejemplo, debemos mezclar un poco de Encantamiento de animación
(creatividad) con una buena dosis de Poción de la memoria (aprendizaje
significativo y competencial), aderezado con el toque justo de Poción de
la suerte o Felix Felicis (inteligencia emocional y actitud
emprendedora).
Con estos ingredientes mágicos, conseguiremos que nuestros
alumnos establezcan conexiones entre saberes, que se atrevan a lanzar un
Finite incantatem a lo convencional para dar respuestas creativas, que
no teman el fracaso (pues todo mago se equivoca), y que sean capaces de
adaptarse a situaciones cambiantes como un Metamorfomago.
Para ser un buen docente no es necesario ser Albus
Dumbledore. Pero sí que es conveniente tener su actitud para cuestionar los
límites de la magia y buscar nuevas fórmulas y conjuros. Los docentes deben
estar siempre dispuestos a replantearse su praxis, analizarla, evaluarla y ver
qué sortilegios dan mejores resultados y en qué situaciones.
Hay profesores que, por convicción o por desidia, deciden no
complicarse la vida y dan a sus alumnos solo aquello que les resulta fácil.
Pero no podemos limitarnos a practicar el Wingardium Leviosa una y otra
vez; debemos dominar todo el espectro de la magia de forma equilibrada. Lo
mismo sucede en nuestras aulas: no podemos usar un solo recurso, ya sea el
libro de texto o la pizarra. En la variedad de los hechizos y las pociones
reside la clave del éxito.
De lo que estoy convencido es de que una buena forma de
preparar una clase es plantearla como una Clase de pociones con una estructura
mágica:
|
Fase de la clase |
Analogía mágica |
Propósito educativo |
|
Elixires de apertura |
Poción estimulante |
Algo ligero, que motive y predisponga a nuestros alumnos
para el aprendizaje. |
|
El gran brebaje |
Poción multijugos |
Es el momento álgido, donde se realiza el trabajo del
contenido más básico y se asumen diferentes roles o perspectivas. |
|
Filtro complento |
Poción crecehuesos |
Algo más ligero, pero que complemente al brebaje
principal, consolidando el conocimiento. |
|
El toque final |
Poción de la paz |
Acabar con algo que deje buen sabor de boca, facilite la
asimilación de lo trabajado y promueva la reflexión tranquila. |
Pero quizás lo más importante que deben aprender los
docentes de los maestros de Pociones es que hay que educar activando todos los
sentidos mágicos con los que nuestros alumnos se relacionan con el mundo. En la
escuela tradicional se ha priorizado el oído (la lección magistral) y un poco
la vista (la pizarra), olvidando por completo el tacto (la experimentación), el
gusto (el disfrute del saber) y el olfato (la intuición). Si tuviéramos en
cuenta esto, posiblemente conseguiríamos hacer una educación mucho más rica y
con un fundamento mágico inquebrantable.


0 comments:
Publicar un comentario