Mostrando entradas con la etiqueta valores. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta valores. Mostrar todas las entradas

Educar sin miedo

domingo, 24 de febrero de 2019
"La educación ayuda a la persona a aprender a ser lo que es capaz de ser." Hesíodo

Una de las características más definitoria del ser humano es nuestra diversidad. Tenemos culturas y religiones distintas, opiniones diferentes, ideologías políticas en ocasiones contrapuestas y, por tanto, hay tantas maneras de entender el mundo como personas habitan el planeta.

Puede que esta sea una de las causas por las que es tan complicado ponernos de acuerdo sobre cuál es la mejor manera de educar. Porque para decidir cómo hay que educar a nuestros niños y niñas, lo primero que hay que plantearse es cuál es el propósito de la educación. Y esta no es una decisión nimia ya que los niños y las niñas son lo más importante que tiene una sociedad porque ellos son los protectores de los sueños de la misma y los garantes de su buen funcionamiento futuro. Por este motivo debemos educarlos sin miedo.

Si entendemos el mundo como un lugar competitivo donde el más fuerte se impone sobre el débil educaremos a nuestros niños y niñas de forma selectiva, procurando que cada uno ellos intenten ser el mejor de manera individual, algo así como una competición deportiva sin fin.

En cambio, si creemos en un mundo en el que todos tenemos cabida, donde todos colaboramos, educaremos a nuestros niños y niñas de manera inclusiva, sin excluir a nadie. El objetivo es que cada persona sin excepción alcance lo mejor de sí misma.

Y entre estas dos maneras extremas de entender el mundo hay muchas otras que se diferencias en matices, pero que implican otras formas de entender el propósito de la educación.

Por todo lo explicado es por lo que la mayoría de las discusiones sobre si una metodología didáctica es adecuada o no, si utilizamos libros de texto o no, si damos clases magistrales o no... tienen más que ver sobre cómo entendemos el mundo y no sobre las bondades o deficiencias de las metodologías mismas. Y aquí radica la dificultad para que nos pongamos de acuerdo sobre cuál es la mejor manera de educar.

Por eso es tan importante educar sin miedo, porque nuestras generaciones futuras serán en buena parte el resultado de la manera como les hemos educado e interactuarán en el mundo con los valores que les hayamos transmitido. Aquí radica el valor de la docencia y la importancia sin parangón de la educación.

6 dudas sobre la educación actual

domingo, 16 de diciembre de 2018
Es más importante abrir una puerta a la curiosidad de los niños que darles toda la información.” César Bona

El mundo ha cambiado mucho en muy poco tiempo. Además, todo parece indicar que seguirá transformándose a un ritmo cada vez más acelerado. Por eso sorprende que la educación, el arma más poderosa que tenemos para disfrutar de una vida plena, apenas haya experimentado cambios significativos en sus aspectos más esenciales. Las múltiples reformas del sistema educativo solo han conseguido transformar aspectos formales y secundarios.

Ante esta situación se escuchan cada vez más voces que demandan una educación que dé una respuesta real a las necesidades del mundo de incertidumbre en el que vivimos. Al mismo tiempo, se está produciendo un movimiento contrario, pues se alzan otras voces que consideran que esta trasformación es innecesaria e incluso perjudicial, por lo que insisten en abordar las exigencias del siglo XXI con el paradigma educativo del siglo XX. Afortunadamente, este movimiento de contrarreforma educativa no tiene la suficiente fuerza como para impedir la transformación radical de los procesos de enseñanza/aprendizaje que se dan en nuestros centros.

Algunos de los postulados que propugna la nueva educación generan dudas y críticas entre las personas que tienen un punto de vista más tradicional. A continuación, trataremos de dar respuesta a las 6 dudas y críticas más habituales:

1. ¿Se pueden trabajar las emociones en la escuela?

La neurociencia ha demostrado que los aspectos emocionales están relacionados con el rendimiento académico y con el bienestar personal: la amígdala y el hipocampo, que son las estructuras cerebrales responsables de la memoria a largo plazo, están situadas en el área emocional del cerebro.

La tolerancia a la frustración y la “resiliencia” son aspectos que deben trabajarse en clase, no solo para que los alumnos sean capaces de gestionar sus emociones, sino para que los conocimientos que adquieran sean relevantes y significativos.

2. ¿Se pueden trabajar los valores en la escuela?

La crisis de valores es uno de los grandes problemas que tiene el mundo actual. La escuela, junto a la familia, es un espacio privilegiado para transmitir los valores que están aceptados por todos y contemplados en la Declaración Universal de Derechos Humanos.

Una de las consecuencias más importantes de la incorporación de la enseñanza por competencias en las escuelas es la superación del concepto de instrucción incorporando también la formación del carácter. Esto supone la necesidad de trasmitir unos valores que permitan educar en el siglo XXI.

3. ¿Se puede enseñar a ser creativo?

Según Ken Robinson, la creatividad se aprende igual que se aprende a leer. En un mundo cambiante, donde la información se genera y se transmite a velocidades de vértigo, la escuela no puede limitarse a transmitir conocimientos, sino que también debe crearlos y compartirlos.

La respuesta divergente, la búsqueda de nuevas preguntas y nuevas respuestas, la iniciativa emprendedora… son habilidades básicas imprescindibles en nuestra sociedad.

4. ¿Se puede enseñar a pensar?

La escuela tradicional dedica mucho tiempo y esfuerzo a memorizar datos y conceptos que más tarde somos incapaces de recordar. Por eso, no siempre aprobar un examen es lo mismo que adquirir un aprendizaje.

En un mundo donde la información es líquida, la nueva educación debe proporcionar a los alumnos las herramientas, las destrezas y las competencias que les permitan tener un pensamiento crítico. No se trata exclusivamente de saber cosas sino de saber qué hacer con ellas.

5. ¿Se debe escuchar a los alumnos?

Los alumnos deben ser los protagonistas principales en la construcción del conocimiento. Para ello es necesario escucharles, conocer sus inquietudes, sus gustos, sus motivaciones y partir de ellas. Deben tener una participación activa y responsable en el funcionamiento de la escuela.

Las escuelas deben ser lugares a los que los alumnos estén deseando ir porque disfrutan aprendiendo y participando activamente.

6. ¿Competir o compartir?

Las personas podemos ser competentes sin tener que ser necesariamente competitivas. La competitividad no tiene por qué ser un valor negativo, pero cuando el sistema educativo se basa exclusivamente en ella no posibilita la cooperación ni la solidaridad.

En el mundo actual, ser capaz de trabajar colaborativamente es una habilidad cada vez más demandada en cualquier ámbito.

La educación ha empezado una trasformación que es imparable y necesaria para dotar a las personas de las herramientas que les permitan aprender autónomamente durante toda su vida y así ser capaces de adaptarse a los retos desconocidos que les deparará el futuro. Estas herramientas incluyen un alto nivel en el aprendizaje de los contenidos de las distintas materias curriculares, pero no exclusivamente. Se trata de saber muchas cosas, pero con sentido, entendiéndolas y sabiendo aplicarlas en situaciones reales. La educación necesita de otras habilidades y destrezas para empoderar a los alumnos y alumnas ante la incertidumbre de un mundo cambiante.
LEER MÁS...

10 cosas que todos tus alumnos y alumnas merecen

domingo, 23 de septiembre de 2018
"El sistema educativo se tendría que construir pensando en el desarrollo de los niños." Richard Gerver

Qué y cómo aprender en la escuela es una cuestión clave para el desarrollo de las generaciones futuras y es motivo de múltiples y variadas reflexiones en todo tipo de contextos. A diario, gracias a la magia de las redes sociales y al trabajo incansable de miles de profesionales de la educación, podemos leer, debatir, compartir y comentar muchas experiencias y teorías educativas, con las que no siempre se está de acuerdo, pero que nos enriquecen.

Hoy os propongo algo distinto. Más allá de las grandes metodologías didácticas, os propongo pensar en esas cosas que no cuestan mucho y dan resultados fantásticos. En esos pequeños detalles que muchas veces pasan desapercibidos y pueden hacer que el clima de aprendizaje en el aula sea el adecuado, que la actitud de los alumnos y alumnas para el aprendizaje sea la más propicia para alcanzarlo, que la relación docente/alumno sea fluida y respetuosa.

Dice Juanjo Vergara (@juanjovergara) que los alumnos, y nosotros mismos, aprendemos porque queremos, cuando sentimos la necesidad de conocer. Os propongo 10 cosas que todos los alumnos y alumnas merecen y que ningún docente debería dejar de darles para facilitar que sientan esa necesidad de conocer:

1. Confianza, que se crea en ellos. Todo alumno merece que el docente crea en él, que lo trate como si tuviera el potencial necesario para hacer cosas maravillosas. Solo así un alumno puede alcanzar su máximo talento y tener la oportunidad de perseguir sus sueños.

2. Ser escuchados. En general, a los niños y niñas se le oye mucho, pero se les escucha poco. Es hora de que tengan voz, que se tengan en cuenta sus necesidades, sus intereses, sus motivaciones.

3. Participar activamente. Si lo que se propone en el aula parte de sus intereses, los alumnos y alumnas deben ser partícipes de la organización y la realización de las actividades que se llevan a cabo.

4. Recibir sonrisas. Todos los alumnos y alumnas debería recibir, al menos, una sonrisa en cada clase. Crear un clima afectivo y alegre facilita un ambiente propicio para aprender y para convivir.

5. Escuchar cosas amables y constructivas. Dirigirse a los alumnos y alumnas con un lenguaje positivo, que destaque lo bueno y que no estigmatice con negatividad, también es un elemento imprescindible para un buen ambiente de aprendizaje y de convivencia.

6. Ser mirados a los ojos. Un alumno que siente la mirada de su profesor, siente a su vez que es participe de lo que está sucediendo en el aula. Además, si la mirada es el espejo del alma, el contacto visual facilita la conexión a nivel emocional.

7. Saciar su curiosidad y creatividad. La actividad de los docentes debe ir encaminada a que los alumnos y alumnas aprovechen su curiosidad para aprender y su creatividad para tener una mirada disruptiva.

8. Permitir que aprendan de sus errores. No es bueno que a los alumnos y alumnas se les ponga todo fácil "para que no se frustren". Debe permitirse que pierdan el miedo a equivocarse, a probar cosas nuevas, a hacer las cosas a su manera.

9. Inclusión. Es obligación de todo docente que se haga todo lo posible para evitar la exclusión del sistema del cualquier alumno o alumna. Que no se les seleccione con criterios arbitrarios debería ser un objetivo prioritario en la escuela del siglo XXI.

10. Aprender más allá de aprobar. Como conclusión, todos los alumnos y alumnas merecen que se les enseñe más allá de aprobar, que su paso por la escuela les proporcione los conocimientos, las destrezas y las habilidades necesarias para tener éxito (a todos los niveles) en la vida.
LEER MÁS...

Abrazos en clase: educar con afectividad y con efectividad

domingo, 3 de diciembre de 2017
No comparto en absoluto la afirmación de que se educa en casa y se aprende en la escuela. 

Hoy en día se educa en la familia, pero también en la escuela. Y estoy convencido de que se aprende en la escuela y en la familia (y gracias a los medios de comunicación, a la facilidad del acceso a la información...). No ser consciente de ello es un grave perjuicio para los niños y los jóvenes, pero también para la escuela y las familias.

La clave está en la cooperación y la coordinación entre familia y escuela. Ya va siendo hora de que todos rememos en la misma dirección, que todos demos los mismos "mensajes", que todos entendamos y compartamos que hay algunos valores que son indispensables para sobrevivir en el mundo actual.

La tolerancia, la cooperación, la responsabilidad, la transparencia, el entusiasmo son algunos de esos valores que, además de en la familia, deben tener cabida en la escuela. Por eso es necesario educar en nuestras escuelas con afectividad y efectividad.

Los alumnos y alumnas de nuestras escuelas tienen que "abrazar" los contenidos de las distintas materias. Queremos que salgan de la escuela con el máximo nivel de conocimientos posibles. Pero los alumnos también tienen que "abrazar" las destrezas, las habilidades y las competencias que les permitirán tener una vida plena.

Pero, aunque algunos todavía sean reticentes a creerlo, los alumnos y las alumnas deben ser ellos mismo abrazados, en sentido literal y figurado. Es cierto que los abrazos no sustituyen a las ecuaciones, a las fórmulas matemáticas, a las definiciones de conceptos, a las reglas ortográficas..., eso es cierto, pero sin duda ayudan a que todo esto se entienda mejor, se asimile más y se interiorice de forma significativa de modo que sean capaz de utilizarlos durante toda su vida.

Aunque te cueste entenderlo, los abrazos no se dan solo con los brazos, no es solo acercan nuestros corazones para que latan uno junto a otro. Los abrazos también se dan con la mirada, preguntando cómo te encuentras, qué te preocupa, cómo te sientes, qué te pasa... Y de ese tipo de abrazos los docentes tenemos que darlos todos los días, en todo momento.

Sí, una de las funciones de los docentes es dar abrazos (de los reales y de los figurados). Puede que esto sea una pequeña parte de la solución para mejorar la educación en nuestras escuelas, pero es muy necesaria.
LEER MÁS...

Educar en la esperanza y la confianza

domingo, 7 de mayo de 2017
Educar es mostrar que hay sol tras los nubarrones.
"Educar es guiar a los estudiantes en su viaje personal hacia modos más veraces de ver el mundo y de estar en él." Parker J. Palmer: El coraje de enseñar. Editorial Sirio

El mundo actual, con su inconsistencia e incertidumbre, provoca desconcierto y nos hace sentir pequeños e insignificantes porque no hay referentes estables ni objetivos claros que perseguir. Nos sentimos superados por las circunstancias y es fácil caer en la frustración y el desánimo, esto les sucede especialmente a los más jóvenes.

La falta de algo estable a lo que aferrarse tiene consecuencias negativas en nuestra manera de entender la educación y, por tanto, de entender y afrontar la vida. Por eso, la educación que ofrecemos a los niños y jóvenes debe tener como propósito ayudarles a no desencantarse ante los retos de la vida, a no empequeñecerse ante ellos, sino dotarles de las herramientas que les permitan enfrentarse con garantías de éxito. La educación debe ayudarles a buscar su "elemento" (en el sentido que propone Ken Robinson), a perseguir sus sueños... y no rendirse nunca; y no debe ser un elemento de exclusión y discriminación.

Nuestros alumnos necesitan tener la certeza de que el esfuerzo que están realizando en sus estudios tiene una incidencia significativa en sus vidas a todos los niveles: en lo intelectual, en lo emocional y en lo espiritual. Educar, en este sentido, necesita de dos elementos imprescindibles: esperanza y confianza.

Esperanza porque sin ella no hay presente ni futuro. Tener esperanza significa tener expectativas de que se van a conseguir nuestros propósitos. La esperanza es más fuerte que el miedo y nos permite perseguir nuestros sueños. La esperanza nos hace perseverantes, entusiastas y resilientes, nos da fuerzas para no caer en el desánimo ni la frustración.

Confianza porque hay una correlación elevada entre ella y el aprendizaje. Cuando se tiene confianza en uno mismo y cuando se recibe la confianza de los demás en nuestras posibilidades es más fácil encontrar la forma de alcanzar nuestros objetivos. La falta de confianza es el primer paso para fracasar, en cambio, si hay confianza el error es un paso más hacia el éxito.

Este tipo de educación basada en la esperanza y en la confianza solo es posible en una escuela inclusiva y no selectiva, que no excluye a nadie.
LEER MÁS...

La educación como paracaídas: educación y libertad

lunes, 7 de septiembre de 2015
Los seres humanos, según Sartre, estamos condenados a ser libres. ¡Bendita condena!, aunque ser libre (como todo gran poder) conlleva una gran responsabilidad: la libertad no consiste en hacer lo primero que se nos pasa por la cabeza, sino, que para ejercerla, siempre hay que valorar el efecto de nuestras acciones en los demás.

Al tener la capacidad de tomar nuestras propias decisiones, el libre albedrío convierte nuestra existencia en una especie de salto al vacío, pues siempre corremos el riesgo de errar, siempre sentimos la angustia de la incertidumbre... y la educación es el paracaídas que nos permite tomar tierra sin estrellarnos.

Todos sabemos que un paracaídas es una gran pieza de tela que frena la velocidad de la caída. Este aparato dispone de algunos elementos que permiten dirigirlo para ir en una u otra dirección y, además (esto es fundamental para la educación), tiene un dispositivo de emergencia por si el paracaídas principal falla. Así es (o debería ser) la educación.

Educar es hacer libre a las personas. La educación nos hace libres porque nos proporciona las herramientas necesarias para tomar las decisiones que nos parecen adecuadas en cualquier momento y lugar, y nos dota de los mecanismos necesarios para valorar las consecuencias de nuestros actos. Por ello es tan importante que la educación sea un valor universal y esté al alcance de todos.

Para que estas herramientas sean válidas, la educación debe tener en cuenta ciertos valores. Porque como escribió Julio Cortázar en Rayuela:

"La melancolía de una vida demasiado corta para tantas bibliotecas. Cuando creés que has aprehendido plenamente cualquier cosa, la cosa lo mismo que un iceberg tiene un pedacito por fuera y te lo muestra, y el resto enorme está más allá de tu límite."

El conocimiento es inabarcable y cambiante, por ello, es necesario que la educación transmita unos valores que sean permanentes, que no estén sujetos al devenir propio de nuestros días, que tengan una validez universal y sean el motor que mueva el mundo.

Una educación que solo tiene como objetivo la apropiación (memorización y aplicación) de contenidos es del todo insuficiente. Por muy importante que se considere (y lo es) formar en cuatro disciplinas fundamentales (STEM: ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas), sin una transmisión de valores adecuada es como si para jugar al ajedrez enseñáramos solo las reglas básicas: posición de las fichas en el tablero, cuáles son sus movimientos, qué es un enroque... Para convertirnos en buenos jugadores de ajedrez es imprescindible enseñar jugadas, estrategia, cómo prever los movimientos del contrincantes, aprender de las derrotas...

Y es que, parafraseando a Einstein, la educación es como un paracaídas... solo funciona si se abre.
LEER MÁS...

¡Comprometidos!... con la educación

lunes, 22 de junio de 2015
Es verano (en España) y durante algo más de dos meses las aulas permanecerán cerradas por vacaciones. Las escuelas e institutos se vacían de alumnos pero no de trabajo... los docentes (al menos la mayoría de ellos) aprovechan para formarse, para reciclarse, para hacer balance del curso y para preparar el próximo.

Cierran las aulas pero la educación no hace vacaciones, porque no solo educa la escuela sino que también educan la familia, los amigos, los medios de comunicación, las redes sociales... la “curiosa” lista de tareas para el verano de un profesor italiano de la que estos días la redes sociales y la prensa se hacen eco es una hermosa muestra de ello. 

Porque la educación es cosa de todos, porque se educa en todo momento y en cualquier lugar, todos y cada uno de nosotros debemos estar comprometidos con ella. Padres, abuelos, docentes, monitores de tiempo libre, políticos, psicólogos, deportistas, payasos, cantantes, ingenieros, peluqueros... debemos adquirir el compromiso de tener un comportamiento, una actitud, una manera de hacer y de ser que esté en consonancia con la manera adecuada de educar a nuestros niños y jóvenes.

Lo primero que deberíamos hacer es consensuar unos valores fundamentales basado en los derechos humanos y el respeto a las personas que nos sirvan de guía en todos y cada uno de nuestros actos y acciones. Yo propongo estos 10 valores: flexibilidad, curiosidad, autonomía, emprendimiento, creatividad, tolerancia, cooperación, responsabilidad, transparencia y entusiasmo.

También es necesario que nos comprometamos a dialogar, es decir, que seamos capaces de hablar y escuchar, que aprendamos a debatir siendo capaces de argumentar nuestras opiniones y de escuchar respetuosamente las de los demás. Debatir no es lo que lo que hacen los políticos y menos aún lo que hacen los tertulianos de las televisiones... eso como mucho es discutir o polemizar. El diálogo es la base para una buena convivencia.

Muy relacionado con el punto anterior, debemos ser capaces de proponer, de convencer con argumentos, en lugar de imponer. Tenemos que dejar a un lado el “porque lo digo yo” ya que con este argumento se consigue casi siempre el efecto contrario al deseado. Lo que se impone por la fuerza de la autoridad suele causar rechazo.

Nuestro compromiso con la educación pasa por innovar en todos los aspectos de la vida, es decir, por la búsqueda constante e incansable de nuevas maneras de afrontar los retos, los problemas. La capacidad de afrontar los cambios es una necesidad básica en nuestros días, donde nada permanece donde todo parece estar programado para convertirse en obsoleto en poco tiempo. Por ello, las personas comprometidas con la educación deben ser capaces de crear nuevas ideas, nuevos objetos más allá de lo establecido.

Compartir (en todos los sentidos), más que competir, debería ser el sustento de nuestros actos. No solo compartir para que nadie viva en precario, sin lo necesario para una existencia digna, sino compartir ideas, experiencias. Colectivamente somos capaces de multiplicar nuestras capacidades individuales... ser conscientes de que vivimos en comunidad nos ayudará a comportarnos y a actuar de manera más ecuánime y equitativa.

Estar comprometidos con la educación es ser conscientes de que nuestro ejemplo es un modelo para los demás, de que todos y cada uno de nuestros actos tienen una consecuencia. La escuela es un espacio privilegiado para educar pero no el único, la educación es cosa de todos.
LEER MÁS...

Aprobar o aprender, esa es la cuestión

lunes, 1 de junio de 2015
¿Es lo mismo aprobar que aprender? Siempre he oído decir que las cosas importantes de la vida no se aprenden en la escuela y llevo mucho tiempo esperando que deje de ser cierto. Lo mismo sucede con la universidad... se dice que se aprende más en el bar de la facultad, compartiendo conversaciones y debates con los compañeros que en la mayoría de las aulas. Y lo triste es que posiblemente sea verdad.

Esto sucede porque en realidad los sistemas educativos están pensados para que los alumnos aprueben no para que aprendan. Es decir, la escuela y la universidad tienen como objetivo que los alumnos se preparen para sacar la mejor nota posible en unos exámenes, que solo consiguen medir el grado de memorización de lo que el profesor ha explicado, y así demuestren ser mejores que sus compañeros.

Y es que no es lo mismo aprobar que aprender. Aprobar no demuestra necesariamente que se ha aprendido, ni suspender demuestra que no se haya adquirido aprendizaje. Memorizar datos, cifras y definiciones para luego recitarlas, solo demuestra tener una buena capacidad mnemotécnica pero no es síntoma de aprendizaje alguno. Ese contenido que se introduce en la cabeza de los alumnos debe servir para algo: resolver problemas, plantear preguntas, crear cosas, dar respuesta a dudas, saciar la curiosidad... debe ser un contenido capaz de ser aplicado en distintos contextos y situaciones. Y eso es lo que deberían hacer los centros educativos en cualquier nivel.

El peligro de la educación de nuestros días es que se convierta en una preparación para aprobar unas pruebas externas, eso sería limitar el desarrollo de los alumnos y limitar la función de la educación. Si dejamos que la educación que impartimos en nuestras escuelas esté dirigida exclusivamente a mejorar nuestros resultados en las pruebas de evaluación internacionales, estaremos cometiendo un error muy grave que pagarán las generaciones futuras.

Si no somos capaces de llenar la educación de valores y contenidos que sirvan realmente para que los alumnos lleven una vida plena y sepan adaptarse a cualquier situación nueva y puedan desarrollar al máximos sus talentos, sean estos cuales sean, lo que estaremos haciendo en nuestros centros educativos deberá dejar de llamarse educación para pasar a llamarse formación o "aprobación". Y es que tristemente muchos confunden la excelencia educativa con la habilidad de aprobar exámenes.

Nos irá mucho mejor cuando decidamos pasar del ¡Aprobad, si queréis ser algo en la vida! al ¡Aprended, si queréis vivir con plenitud!... Y esa es nuestra tarea: cambiar la educación para ayudar a nuestros alumnos a ser mejores personas.
LEER MÁS...

El educador inconformista

lunes, 29 de septiembre de 2014
¿Hasta qué punto podemos conformarnos con la realidad que nos ha tocado en suerte sin luchar por cambiarla hasta el límite de nuestras fuerzas? Creo que la respuesta que damos a esta pregunta muestra el tipo de educador que somos.

En la película Forrest Gump, el protagonista explica que, según su madre, "la vida es como una caja de bombones, nunca sabes qué te va a tocar." Aunque soy muy goloso y me encanta el chocolate, en mi opinión, esa frase es una verdad a medias porque presupone que es el azar el que dicta las opciones que tenemos las personas para cambiar nuestra vida.

Por ese motivo, prefiero pensar que la vida es como una partida de cartas; jugamos con los naipes que nos han tocado en suerte, pero, en función de eso, podemos establecer una estrategia (realizar descartes y cambiar cartas para mejorar nuestra mano, ir de farol...). Así, en función de nuestras decisiones y actuaciones, podemos decidir nuestro destino, al menos en parte, y que no quede todo en manos del azar.

Esto que hemos comentado para la vida en general, vale también cuando un docente empieza un nuevo curso o cuando unos padres tienen un hijo. Si la educación fuera un juego de naipes, en ocasiones, tendremos una “buena mano”, en otras, no tendremos buenas cartas... pero nuestra obligación es siempre jugar la mejor partida posible.

Así, la insatisfacción y el inconformismo son el estado natural de la educación: un educador insatisfecho debería ser la norma y no la excepción, como sucede muy a menudo. La autocomplacencia y el conformismo son los mayores enemigos de la educación.

La educación debe dar respuesta a los cambios de la sociedad, y estos se producen cada vez más deprisa. Una educación inconformista posibilita que la educación esté siempre alerta, siempre atenta a las necesidades emergentes de las personas y de la sociedad en cada momento. Por eso, la educación tiene que dejar de ser introspectiva y solitaria para ser extrovertida y colectiva.

Un educación inconformista facilita la adaptación al cambio, aumenta la tolerancia a la frustración, refuerza el trabajo colectivo, explica el conocimiento en relación con su aplicabilidad... valores fundamentales para vivir en nuestro tiempo.

Cuando alguien pretende educar, no tiene otra opción que ser inconformista. Intentar hacerlo desde el inmovilismo no es educar, es adiestrar.
LEER MÁS...

¿Por qué tengo que educar en valores además de enseñar matemáticas?

lunes, 18 de noviembre de 2013
Hay que tener valor para educar en valores.

En un post de hace algún tiempo hablé de la importancia de la educación en valores y expliqué los 10 valores que considero fundamentales para educar en las escuelas del siglo XXI. Hoy pretendo reflexionar sobre por qué, para qué y cómo educar en valores.

Aún hoy muchos docentes tienen miedo y reparo a educar en valores, sienten que su única labor es la de instruir a los alumnos, es decir, enseñarles contenidos de las distintas materias que marcan los currículos: matemáticas, física, literatura... Piensan que la educación en valores es responsabilidad exclusiva de las familias, que forman parte del ámbito privado de las personas.

Pero en el mundo de incertidumbre en el que vivimos donde los contenidos no son permanentes, donde la información se genera a velocidades de vértigo, donde el cambio y la innovación continuas son la clave del aprendizaje... ¿tiene sentido solo instruir a nuestros alumnos?

En una sociedad donde los valores están en crisis, donde se persigue el enriquecimiento fácil, el éxito vacío... ¿podemos permitirnos el lujo de no educar en valores a nuestros alumnos?

La educación debe tener como objetivo la formación integral de la persona, debe trabajar tanto el aspecto personal o individual como el social o colectivo. Esa es función tanto de la familia como de la escuela. Por ello es muy importante que los centros educativos sean coherentes en los valores que trabajen y que las familias los conozcan y los compartan. No hay nada más "neurótico" para un niño (o para un joven) que recibir mensajes contradictorios, en lo que se refiere a valores, entre la escuela y la familia: en el colegio me dicen que eso está bien, en casa me dicen que está mal.

El otro día escuché decir al filósofo Francesc Torralba, en una jornada sobre El deporte como motor de valores organizada por la Fundació Bofill, que los valores se transmiten con continuidad, ejemplaridad y en actividades humanas. Educar en valores tiene que ser un trabajo constante, tiene que ser vivencial (de valores no se habla, se actúa), tienen que haber una coherencia total entre lo que se hace y el cómo se hace (no puedo estar hablando del respeto a los demás, mientras grito a mis alumnos para que se callen) y, lo que me parece aún más importante, el trabajo en valores debe ser intencional (programado, evaluado...).

La educación en sí misma no es garante de una transmisión adecuada de valores, es más, según cómo se actúe pueden transmitirse contravalores. Pero la educación es un medio privilegiado para formar personas que respeten los valores humanos, es decir, aquellos que hemos aceptado como válidos por acuerdo el conjunto de los hombres y mujeres. Durante mucho tiempo la educación en valores ha estado muy vinculada a la enseñanza religiosa, hoy es absolutamente necesario que todos eduquemos en valores para conseguir una sociedad más equitativa, más justa, más respetuosa... una sociedad mejor.
LEER MÁS...
Con la tecnología de Blogger.
Subir