El uso de las órdenes, acompañadas en demasiadas ocasiones de gritos, ha sido (¡y es aún hoy!) una constante en la educación escolar.
El docente, a imagen y semejanza de un militar, se dirige a los alumnos mediante el imperativo para "mandarles" una tarea, para mantener una disciplina en clase consistente en silencio y quietud: un buen grito hace callar, momentáneamente, al más rebelde de los alumnos.
El miedo al castigo (antaño físico) y la violencia verbal son elementos a desterrar en una escuela en la que debemos sustituir la competencia por la solidaridad. Para ello debemos empezar a sugerir y no a ordenar, a proponer y no a imponer. Es mucho mejor que los alumnos nos respeten por admiración, más que por temor.
Debemos cambiar el concepto de disciplina que impera en nuestras aulas. Debemos dejar de temer al ruido que provocan alumnos trabajando en pequeños grupos, debemos dejar de temer al movimiento en el aula. Aunque sea difícil de aceptar... de algún modo debemos dejar entrar el caos en la escuela. La educación que tiene como objetivo el compartir el saber no puede basarse en la quietud y el silencio, en la pasividad absoluta.
En la educación que viene, esa que se está imponiendo poco a poco, el docente ya no es el depositario del saber, el transmisor de la verdad absoluta. El docente es el guía que acompaña y no el "jefe que manda", por tanto, el lenguaje que utilice no puede ser imperativo ni impositivo sino asertivo y amable. El objetivo no es que sea obedecido, sino seguido como ejemplo.
¿ERES DOCENTE MOSCA O DOCENTE ABEJA?
Hace 2 días
Me ha gustado mucho tu entrada y la lucidez con que afrontas el tema escolar, estoy plenamente de acuerdo en que lo que debe variar en nuestra escuela es la relación profesor alumno y la que se basa emocionalmente en el miedo, sea como que sea que este se provoca, no consigue su objetivo, porque el miedo provoca una focalización tal de la atención en el peligro que impide abrirse a otras realidades, algo que es imprscindible si se quiere aprender: hay que "ver" todas las posibilidades, hay que poder pensar.
ResponderEliminarBuena entrada.
ResponderEliminarSin embargo, creo necesario precisar que no es lo mismo la tarea cooperativa y el trabajo en pequeños grupos que obligar al grupo a soportar esa actitud que muchas veces sufrimos, del alumno divagante que no es capaz de mantener el interés en nada que se le proponga más allá de dos o tres minutos y se levanta para pasear entre las mesas, incordiando de manera indiscriminada a todos los demás.
Es, a fin de cuentas, cuestión de modales, de educación (que, a mi modo de ver, no es buena o mala, más bien es o no es).
Una vez más, queda en evidencia que los maestros y profesores somos coeducadores, los colaboradores necesarios e imprescindibles de los verdaderos educadores, que son (somos) los padres.
De acuerdo contigo Santiago. La colaboración entre familia y docentes es imprescindible. Gracias por el aporte.
ResponderEliminarComo en muchas otras cosas “in medio este virtus”. Trabajo con niños, adolescentes y jóvenes desde hace 19 años y estoy convencido que es necesario educar para el mundo real. En el mundo real hay jefes que aunque ejerzan inteligente y razonablemente la autoridad no dejan de “mandar” aunque ellos digan que “sugieren”. Desde luego que la letra no entra ni con sangre ni a voces, pero no podemos obviar que además del modo indicativo y subjuntivo existe el modo imperativo. No creo en el educador que sólo es un “jefe que manda” pero el educador que ejerce de “compadre” que reiteradamente apela únicamente a la bondad y al ejemplo personal me genera muchas dudas porque lo veo en quienes trabajan junto a mi. Y lo que dice Santiago hay que ponerlo en placa de bronce: familias que son pensiones de alojamiento, alimentación y lavado de ropa (y algo de cariño y cuidado) de unos hijos donde los padres no están todo lo presentes que debieran y los hijos requieren, y donde no existen límites claros que trasladan al colegio toda la labor necesaria (y algo ingrata) de establecer límites en sus hijos… Con estos hijos/alumnos el profesor que únicamente permeaa bondad se encontrará con que esos alumnos lo mirarán como a un extraterrestre.
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