“Un niño, un profesor, un libro y un lápiz pueden cambiar el mundo.” Malala Yousafzai ante la Asamblea General de Naciones Unidas
Interpreto la reciente concesión del premio Nobel de la Paz a Malala Yousafzai como una muestra de la importancia que tiene la educación como herramienta para cambiar el mundo, para hacerlo cada día un poco mejor. Sé que, en los últimos días, este tema se ha tratado en toda la prensa mundial y desde diferentes puntos de vista, pero no me resisto a reflexionar sobre el significado de este galardón y el valor de un referente como Malala.
En primer lugar, creo que el premio se ha concedido en un momento clave por dos motivos muy distintos:
1. Por la creciente persecución que sufren las niñas que asisten a la escuela por parte de los radicales islámicos.
2. Por las políticas de muchos gobiernos liberales de los países occidentales que pretenden convertir la escuela, exclusivamente, en una “máquina de fabricar trabajadores” al servicio de la economía.
En segundo lugar, Malala es el símbolo de la lucha por una educación universal, pero de una educación que fomenta el espíritu crítico, de una educación cuyo fin último es la autonomía de las personas, es decir, que puedan desarrollar su potencialidad como individuos y, a su vez, tengan la oportunidad de aportar su talento a la sociedad. La educación escolar debe ser la herramienta que posibilite la igualdad de oportunidades para que todos y todas podamos participar activamente de la sociedad en la que vivimos.
La enseñanza debe ir mucho más allá de “recordar” unos contenidos, la escuela debe ser mucho más que el lugar donde “entretener” a los niños mientras sus padres trabajan.
Para que el aprendizaje sea significativo debe partir de las experiencias previas, debe tener una intencionalidad y unos objetivo claros y debe responder a algún tipo de necesidad. Así debería ser la educación que se imparte en nuestras escuelas.
No es tan importante llenar de datos y conceptos la cabeza de nuestros alumnos como enseñarles qué pueden hacer con ellos. Si la labor docente se limita exclusivamente a la transmisión de información para que el alumno la recuerde, el docente puede ser perfectamente sustituido por una máquina, por la tecnología. El docente aporta un plus que los ordenadores no pueden dar.
Si un educador (docente, director de escuela, padre, madre...) no está totalmente convencido de que su labor es de vital importancia para toda la sociedad, difícilmente podrá cumplir bien con su cometido.
Estoy convencido de que Malala estaría de acuerdo en partir este premio en millones de trocitos minúsculos y compartirlo con todos los docentes que trabajan cada día para cambiar el mundo.
Querer y no poder.
Hace 4 días
Malala cree totalmente en eso de que la educación transforma el mundo, ojalá muchos docentes creyeran en sus palabras. Esta adolescente es un ejemplo de vida para la educación y hay que repetirlo todos los días, en las escuelas, en la sociedad, en las familias... Saludos, Salvador.
ResponderEliminarYo también aporté algo de Malala en mi blog, por si le quieres echar un vistazo http://blogs.zemos98.org/lacolinadeperalias/2014/10/11/17-frases-y-17-anos-malala-premio-nobel-de-la-paz/