Necesitamos una escuela emocionante y emocional

domingo, 22 de octubre de 2017
Ayer, sábado 21 de octubre, tuve el privilegio de participar en el Odite Working Day (#odite) y compartir conocimientos, experiencias y opiniones con un buen número de docentes. Hice una presentación en formato Pecha Kucha y dinamice una sesión de cocreación para elaborar material de educación emocional. Lo que viene a continuación son algunas reflexiones que me planteo sobre este tema.


Una escuela basada en el miedo (a la mala nota, al castigo, al fracaso, a la decepción…) no puede generar el clima adecuado para el aprendizaje.

En cambio, una escuela basada en el placer por el aprendizaje y la curiosidad innata de los alumnos y alumnas puede sentar las bases para que estos puedan aprender de forma autónoma a lo largo de toda su vida.

Y es que es una realidad evidente (aunque algunos se empeñen en negarla) que los alumnos y alumnas que son emocionalmente inteligentes y, consecuentemente, socialmente competentes no solo se sienten mejor consigo mismo y con los demás, sino que también incrementan su rendimiento en lo referente a la adquisición de los conocimientos propios de las diferentes asignaturas que marca el currículo.

Por este motivo, me parece una banalidad plantear la existencia de una contraposición entre contenidos y emociones. Ambos son igualmente importantes y se complementan y refuerzan. No es por casualidad que cognición y emoción se encuentran en la misma área de nuestro cerebro.

Para que construir una escuela que se sustente en la emoción y en lo emocional, hay cinco grupos de competencias socio-emocionales que deben estar siempre presente en nuestras aulas:

1. Autoconciencia
2. Autogestión
3. Conciencia social
4. Habilidades de relación
5. Toma de decisiones

Trabajar estas competencias (junto con un alto nivel de exigencia en cuanto al nivel de los contenidos que se trabajan en clase) nos ha de permitir la mejora de los resultados académicos de nuestros alumnos y alumnas, y aumentar de forma considerable sus posibilidades de éxito futuro en la vida y en el ámbito laboral. También ha de producir una mejora en la convivencia (¡qué falta que hace estos días!) al saber gestionar nuestras emociones y al aceptar y entender las de los demás.

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