Aquiles,
llamado "el de los pies ligeros", decide salir a competir en una
carrera contra una tortuga. Ya que corre mucho más rápido que ella, le da una
gran ventaja inicial. “Aquiles comienza a correr hacia la tortuga, la tortuga
comienza a correr en la misma dirección que Aquiles. (…) a pesar de que Aquiles
corre mucho más aprisa que la tortuga, no podrá nunca cogerla. Cuando Aquiles
alcanza el puesto donde estaba la tortuga cuando Aquiles comenzó a correr, la
tortuga ha recorrido un poco desde ese punto. Aquiles, por tanto, ha de
alcanzar el punto donde está ahora la tortuga; y cuando alcanza ese punto, la
tortuga desde luego se ha movido a otro punto (…) y así continuará hasta el
infinito.”
Aunque es
una argumentación aparentemente lógica, es una paradoja porque la experiencia
nos dice que Aquiles sí que alcanza a la tortuga.
Pero en
el caso de la educación lo que dice Zenón es exactamente lo que sucede. Cuando se
alcanza un objetivo, ya han cambiado las condiciones sociales, las necesidades,
la tecnología, las personas… de modo que, aún alcanzado el objetivo, ya se ha
planteado inevitablemente otro nuevo y así hasta el infinito. Por ese motivo la
educación no puede ser más que un proceso, un camino cuyo objeto es no
detenerse nunca, no dejar nunca de caminar. Las personas que se detienen pierden
el tren que nos conduce por la vida...
Por
tanto, la educación es un objetivo inalcanzable y ahí reside su grandeza. El
aprendizaje es necesariamente permanente, continuo, porque vivimos en un mundo
de incertidumbre.
Las
personas y la sociedad no son inmutables sino cambiantes, por tanto, la
educación también lo es, por mucho que nos resistamos a creerlo pues para
muchos supone abandonar la seguridad de lo estable para adentrarse en el caos
de lo cambiante.
Hasta que
no entendamos que esto es así, no será posible cambiar el paradigma educativo
para que responda a las necesidades del mundo actual y de las personas que
vivimos en él.
El texto
de la paradoja de Aquiles y la tortuga está extraído de la página 21 de:
Hartnack,
Justus: Breve historia de la Filosofía.
Ed. Cátedra, Madrid, 1982.
Como siempre... ¡genial! Esta concepción de la educación debe ser un leitmotiv para todos los que somos y nos sentimos educadores. La conjugación "Yo educo, tú educas, él educa, NOSOTROS educamos..." recobra un sentido especial cada día en el escenario educativo de nuestras aulas. En este ejercicio mágico, apasionante, "increíble", las formas verbales se conjugan con un nuevo lenguaje y una ilusionante finalidad, tocadas por el deseo y descubrimiento de nuestros alumnos: "TÚ ME AYUDAS (EDUCAS) en este hermoso camino de SER FELIZ". En estos maravillosos años de "historia personal" educativa siempre he tenido claro y espero no olvidarlo cada día cuando piso el "olimpo" o "tierra sagrada" (en positivo...) del aula o patio..., que mis alumnos son, también, unos grandes MAESTROS. Ellos me enseñan a ser mejor educador, mejor maestro, mejor persona... En un punto concreto de sueños y proyectos de futuro nos encontramos y compartimos lo mejor de nosotros. Sin duda alguna, somos nosotros los afortunados por descubrir en cada uno de nuestros alumnosellos sus grandes e inmensos talentos y tesoros. A su vez, ellos reconocerán en nosotros a personas (=maestros de vida) que apuestan decididamente por su "realidad", por su persona, por su vida, por su futuro. Aprendamos de nuestros alumnos. Moriremos con el "traje de madera" y seguiremos aprendiendo y educándonos, inmersos en un irrefrenable proceso de autoaprendizaje y coaprendizaje. Perdamos el miedo a aprender y descubramos el placer inagotable de poder decir, con la sinceridad y humildad que debe caracterizar a todo educador: "sólo sé que no sé nada... ¿me enseñas?".
ResponderEliminarGracias, como siempre, por el comentario Agustín. Con estos comentarios mi blog se convierte en "nuestro" blog. Me quedo con tú frase final: ¡Genial!
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