"El aprendizaje para toda la vida no es tanto la continua adquisición de conocimiento, sino la mejora de nuestra habilidad para realizar esos procesos por medio de la adquisición y el análisis de las experiencias aportadas." Roger SCHANK
La sociedad ya no demanda a los colegios que sean los garantes de la transmisión de conocimiento porque el acceso a la información (al saber) se ha facilitado de un modo impensable hace apenas unos años. Pero, aún así, muchos miembros de la comunidad educativa insisten en ello, manteniendo una enseñanza basada en la repetición y en la memorización y un sistema de evaluación que castiga el error y premia la recitación mecánica de conceptos.
La escuela es (debería ser) mucho más que números y palabras... aunque los sistemas educativos y sus múltiples reformas se empeñen en insistir en lo contrario. Experiencias sobre las inteligencias múltiples de Gardner (como las del Colegio Montserrat de Barcelona) demuestran que es posible abordar la enseñanza desde otros puntos de vista. La creciente importancia de la educación en valores y de la educación emocional dota a la escuela (junto con las familias) de una función social ineludible.
Todo lo que he comentado hasta ahora es una reflexión previa al verdadero objetivo de este post, que es reflexionar sobre una cuestión que debería plantearse todo docente:
¿Qué debo hacer cuando sé que mi alumno (alumna) es brillante aunque su expediente académico insista en mostrar lo contrario?
Ken Robinson en su obra El Elemento presenta una ingente cantidad de ejemplos de personas que, a pesar de no destacar en la escuela, han acabado triunfando en diferentes facetas, como es el caso de Matt Groening (creador de Los Simpson y Futurama) o Paul MacCartney (The Beatles). Estas personas empezaron a desarrollar sus talentos al dejar la enseñanza formal, pues no encontraron en ella los estímulos necesarios.
Como es razonable en un docente, la respuesta a esta cuestión no puede ser animar a estos alumnos a abandonar la institución escolar. Lo que se debe hacer es proponer cambios en la rígida estructura académica, innovar con proyectos que integren distintos tipos de habilidades y competencias, facilitarles el acceso a otros conocimientos a partir de sus talentos..., en definitiva, situar la creatividad en la cúspide de la educación escolar.
No todos los alumnos pueden (ni deben) ser científicos, abogados, matemáticos o profesores. También debe haber poetas, pintores, músicos, actores... ¡soñadores! Cambiemos la escuela para que esto sea posible.
LA BUENA EDUCACIÓN, SIMPLEMENTE, DEBE SER VERDAD
Hace 1 semana
Felicidades, Salvador, por esa peonza que está al caer... Enhorabuena por tu buen trabajo y por compartirlo...
ResponderEliminarHola,
ResponderEliminarMe gustaría ponerme en contacto contigo. Me puedes pasar tu email, por favor?
Muchas Gracias
Mi mail de contacto es salvaroj@hotmail.com
EliminarMuy bien Salva, de nuevo, completamente de acuerdo. :)
ResponderEliminarGracias Noelia
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