Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, la sinceridad es "Sencillez, veracidad, modo de expresarse libre de fingimiento". ¿Existe una definición mejor de la labor docente?
En el mundo actual, donde las relaciones (entre las personas o entre colectivos) son muy complejas, la sinceridad no es un valor demasiado apreciado. La complejidad, la mentira, el modo de expresarse más conveniente a nuestros intereses marcan el día a día de las relaciones sociales.
El fruto de la falta de sinceridad en la sociedad actual es: corrupción política, búsqueda del éxito fugaz y del enriquecimiento fácil, aumento de las desigualdades sociales, deseo de aparentar lo que no se es y, lo que es aún peor, millones de jóvenes sin estudio ni trabajo.
Por este motivo, hoy quiero reivindicar el valor de la sinceridad en la educación. La sinceridad genera confianza y esto es fundamental en las relaciones que se establecen en los procesos de enseñanza/aprendizaje. Hay que ser sincero con los demás (alumnos, compañeros de claustro, familias...) pero sobre todo hay que ser sincero con uno mismo: es la única manera de desarrollar adecuadamente nuestra labor profesional.
Debemos tener siempre presente que "Mejor que con palabras la sinceridad se muestra con acciones." (William Shakespeare). Por este motivo los docentes no solo deben decir la verdad sino también actuar conforme a ella. El docente que tiene siempre presentes las necesidades de los alumnos como motor para su labor es un docente sincero y los vínculos que se crean entre docente y discente son mucho más fuertes.
"Con el tiempo es mejor una verdad dolorosa que una mentira útil." (Baltasar Gracián). Yo no creo, como pretenden algunos, que todos los niños puedan ser Einstein, ni falta que hace. Orientar adecuadamente a los alumnos en base al tipo de inteligencia en el que demuestran más capacidad, es una tarea fundamental en la educación del siglo XXI. Si educamos con sinceridad evitaremos falsas expectativas que solo pueden acabar en frustración y, en consecuencia, reduciremos el absentismo y el "fracaso" escolar: educaremos personas más felices y capaces de participar críticamente en su entorno social.
Estoy convencido de que una educación basada en la sinceridad mejora los resultados educativos de nuestros alumnos y nos ayuda a desarrollar de manera más rica nuestra labor docente... lo creo sinceramente.
Querer y no poder.
Hace 4 días
No puede haber "caído" en mejor momento tu comentario de hoy... En uno de mis tuits expresaba algo así: "cuando el mandato está en contra de lo que uno piensa, uno se siente mal... siente que está estafando a alguien"
ResponderEliminarUna amiga me dijo: empezando por estafarse a uno mismo...
Y si... pero hay veces en que no tenemos opción: desde el sistema educativo, pasando por los directivos y terminando en los padres (y aqui es lógico que los alumnos quieran lo mismo) a nadie le interesa si aprenden... solo que aprueben... Y es la peor falta de sinceridad: porque lo primero lleva a lo segundo... al revés, no.
Por eso en este tiempo de balances, siento que vamos para atrás, lamentablemente...
Es triste, pero las mayores mentiras del sistema educativo se construyen en torno al sistema de calificaciones ...
EliminarNo podemos dejar de luchar cada día por hacer que la sinceridad y la honestidad sean el motor que nos mueve.
EliminarExcelente artículo.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con tus aportaciones. En los centros vivimos en ocasiones mucha falta de sinceridad, prevalece el quedar bien con las familias, las estadísticas, los compañeros y también para no complicarnos la vida.
Creo que hay que tener mayor sentido de la responsabilidad y respeto hacia nuestro trabajo. Creo que mucha parte del profesorado está muy desilusionado y desmotivado.
Por ello te doy las gracias por hacerme mirar el futuro con ilusión.