Estoy absolutamente convencido de que no hay ningún profesor, ni uno solo en cualquier lugar del mundo, que pretenda limitar voluntaria y conscientemente a alguno de sus alumnos. Creo que no hay un solo maestro que no quiera que sus alumnos alcancen el máximo desarrollo personal y social.
Aclarado este punto, me gustaría comentar que involuntariamente se producen situaciones en los procesos de enseñanza/aprendizaje que pueden llevar a resultados no deseados, pudiendo tener una influencia muy negativa en los alumnos.
A continuación, enumeraré cinco de estas situaciones educativas que pueden tener como nefasta consecuencia la frustración del alumno y, por tanto, incidir de una manera brutal en su educación:
1. Etiquetar a los alumnos suele provocar lo que se conoce como efecto pigmalión negativo, lo que puede provocar una autoestima baja. Deberíamos desterrar de la escuela (y también de la educación en el ámbito familiar) expresiones del tipo "No te enteras de nada...", "No sirves para nada...", "No sabes hacer nada...", "Nunca llegarás a nada...".
Es importante tener siempre presente que las expectativas que un docente tiene sobre sus alumnos suelen acabar cumpliéndose.
2. Impedir sistemáticamente a los alumnos desarrollar aquello que les gusta o aquello para lo que están especialmente dotados es otra de las formas de frustrar sus expectativas. Es importante recordar que existen distintos tipos de inteligencia y que no es conveniente valorar uno o dos tipos de forma preponderante. En la escuela, la inteligencia lógico-matemática y la lingüístico-verbal están especialmente sobrevaloradas, dejando de lado a los alumnos que destacan en cualquiera de los demás tipo de inteligencia.
3. Otra manera muy efectiva de desilusionar a un alumno es no hacerle partícipe activo de su aprendizaje, no permitirle ser generador de contenidos, en definitiva, no tratarlo como un sujeto responsable. Dar lecciones magistrales o "dictar" una lección son los caminos más fáciles para que a los alumnos les aburra la escuela y renieguen de su educación.
4. Muy relacionado con el punto anterior, no proporcionar a nuestros alumnos un aprendizaje significativo, es decir, pedirles que memoricen sin comprensión, que aprendan sin ningún tipo de emoción, les conduce inevitablemente a la desidia más absoluta.
5. No enseñarles a ser maleables, a adaptarse a situaciones cambiantes es otro de los caminos directos a la frustración. La educación tradicional tenía como objetivo "completar" al alumno para permitirle alcanzar una vida adulta plena. Ahora la educación debe prepararle para que sepa adaptarse a situaciones nuevas en un mundo lleno de incertidumbre.
Estas son cinco maneras fáciles de conducir a nuestros alumnos a la frustración más absoluta y a la desidia más profunda; es el camino más fácil para convertirles en jóvenes sin ilusión, sin esperanza; en adultos incompletos... y eso es algo que ningún educador debería permitir.
Totalmente de acuerdo Salvador. Y lo peor de todo esto es que seguimos cayendo en alguna de estas cuestiones. No siempre lo hacemos de manera voluntaria, pero debemos reconocer que, en numerosas ocasiones, nos vence el cansancio, la comodidad, el conformismo, la falta de ilusión, la "rutina" de una materia o de un sistema tradicional de enseñanza... No pretendo excusar ni justificar nada ni a nadie. Al contrario, quiero levantar la voz en favor de todos los educadores que reconocemos que en alguna ocasión hemos podido "frustrar" a nuestros alumnos con nuestras acciones, por acción u omisión, por exceso o por defecto, por ausencia o impaciencia, por desmotivación o desilusión... Lo importante, lo realmente importante es ser CONSCIENTE de estas situaciones, reconocer nuestro ánimo de mejora, y siempre... ¡siempre! pensar+sentir+creer+apostar+ser+estar+vivir... tener a los alumnos en el centro de nuestras inquietudes y preocupaciones. Tenemos y debemos pensar que podemos equivocarnos, que provocamos "frustraciones" consciente o inconscientemente en nuestros alumnos, pero tenemos que despertar en nosotros ese "aire educativo", un aire fresco... que nos lleve a poner la persona del ALUMNO en el CENTRO de nuestros intereses educativos. No quiero Salvador que suene a excusas, ni a remordimientos laxos de conciencia, ni a justificaciones baratas, porque estas frustraciones ¡están ahí! Pero no podemos menos que aprender a "levantarnos", confiar en las posibilidades de nuestros chavales, reconocer nuestros errores pedagógicos y, por supuesto, creernos que "estamos por ellos..." y "somos para ellos...". Personalmente, el día que pierda la PASIÓN POR EDUCAR... seguro, ¡segurísimo! acabaré frustrándome y frustrando a mis alumnos. Espero que todos los que nos sentimos educadores estemos vacunados contra nuestras debilidades y amenazas, y seamos capaces de ver en los alumnos UN FUTURO APASIONANTE. Concedámonos la posibilidad de LEVANTARNOS y CREERNOS capaces de mejorar. ¡Nos lo merecemos! Un abrazo.
ResponderEliminarMe gusta tu reflexión. Voy a usarlo en una de las reuniones de claustro de inicio de curso.
ResponderEliminarSiempre volvemos a lo mismo: para que esto se entienda, deben pasar años y generaciones... Los hijos de nuestros actuales alumnos/as tendrán una mejor enseñanza ya que vendrán de padres que disfrutaron en el aula.
ResponderEliminarSentarse frente a un libro, hacer ejercicios y corregirlos no SIGNIFICA que aprendan...es más de lo mismo, es bulimia, no sirve, es desfase...
Hay tanto que cambiar (sobretodo mentalidades)... Camino largo nos espera.
Siempre volvemos a lo mismo: para que esto se entienda, deben pasar años y generaciones... Los hijos de nuestros actuales alumnos/as tendrán una mejor enseñanza ya que vendrán de padres que disfrutaron en el aula.
ResponderEliminarSentarse frente a un libro, hacer ejercicios y corregirlos no SIGNIFICA que aprendan...es más de lo mismo, es bulimia, no sirve, es desfase...
Hay tanto que cambiar (sobretodo mentalidades)... Camino largo nos espera.