Un profesor que no enseña y un alumno que no aprende deberían ser tan extraños y absurdos "como un belga por soleares" (Joaquín Sabina: Así estoy yo sin ti); pero desgraciadamente son más habituales de lo deseable.
El futuro de la educación no debería verse "vacío como una isla sin Robinson, oscuro como un túnel sin tren expreso..." (Joaquín Sabina: Así estoy yo sin ti); sino que debería verse como el motor que permitirá navegar a las personas por el agitado océano de un mundo inestable. El futuro de la educación no debe estar al alcance de unos pocos, debe ser para todos y cada uno de los seres humanos que habitamos este frágil planeta.
La educación pública y de calidad está sufriendo un ataque neoliberal sin precedentes. Les asusta que todo el mundo pueda acceder a una escuela de calidad y que seamos personas con espíritu crítico: es más fácil manejar a ciudadanos sin formación y derrotados por la perspectiva de una vida vacía.
Bajo la excusa de una oportuna y sospechosa crisis económica, el capitalismo de los mercados está ganando la batalla al capitalismo social y está socavando de manera imparable el corazón mismo de los derechos sociales. Nos envían mensajes, nada sutiles, como que ahora debemos tener iniciativa emprendedora porque "papá-Estado" ya no está dispuesto a protegernos más.
Desde que la gran amenaza del capitalismo cayó junto con el muro de Berlín, ya no tienen la necesidad de invertir parte de sus beneficios en mantener contento a los ciudadanos, pues estos ya no corren el riesgo de caer bajo el influjo del demonio comunista.
Ante este ataque despiadado y salvaje, ¿podemos afirmar que la educación pública tal y como la conocemos hoy está muerta? Creo (o espero) que no. En estos momentos está herida, gravemente herida, pero depende de nosotros, de los ciudadanos y de los profesionales de la educación, de nuestra inteligencia y de nuestra capacidad de luchar contra la injusticia... que la escuela no muera y permanezca fuerte y sana para siempre.
Querer y no poder.
Hace 4 días
los profetas de las ecatombes , los fatalistas, los deprimidos mentalmente hacen mucho daño a la sociedad y nunca contruyen más bien destruyen.A trabajar que es lo nuestro.
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