No solo hay que educar distinto, hay que educar mejor

domingo, 26 de febrero de 2017
"Lo que se le dé a los niños, los niños darán a la sociedad." Karl Menninger

El mundo de la educación está lleno de buenas intenciones, pero nos juzgan por nuestros resultados no por nuestros propósitos, aunque a veces parece que lo olvidemos. Es por ello que no solo debemos educar de una manera distinta a como se ha hecho tradicionalmente, sino mejor.

Las dificultades ante las que nos enfrentamos para educar mejor, es decir, para dotar a las personas de las herramientas que les permitan tener un aprendizaje autónomo y perdurable en el tiempo, son múltiples y variadas. La primera de ellas tiene que ver con la gran cantidad de contenidos innecesarios, inútiles, obsoletos y desfasados que pretendemos enseñarles.

No somos conscientes de los tratos que llegamos a acumular en nuestras casas, en nuestros trasteros guardados en cajas sin clasificar, hasta que tenemos que organizar una mudanza o tenemos que hacer una limpieza a fondo por obras o algo parecido. Guardamos todas esas cosas porque les tenemos afecto, por si acaso algún día las necesitamos (cosa que nunca sucede)... en general, nos cuesta despegarnos de nuestraspropiedades. Pues algo parecido ocurre con los contenidos que se establecen en el currículo y que nos "obligan" a enseñar en la escuela. Son contenidos que han ido acumulándose con el paso del tiempo, se han ido añadiendo nuevos, pero no se han desechado los que han quedado desfasados.

También sucede lo mismo con nuestra forma de enseñar, con nuestra práctica educativa. Incluso aquellos que innovan de forma evidente suelen conservar maneras de hacer que proceden de metodologías obsoletas.

Por todo ello, propongo que de tanto en tanto, dediquemos un tiempo para hacer limpieza, para reflexionar y detectar qué enseñamos que ya no tenga sentido y cómo lo hacemos.

También es interesante saber ordenar, clasificar todo lo que hacemos en cajas diferentes. con sus etiquetas, que nos permitan acceder a ello de manera más fácil. Solo así seremos conscientes de que son cosas útiles, que cumplen con un objetivo o no.

Otra de las grandes dificultades a la que nos enfrentamos a la hora de educar mejor es el reparo que tenemos a evaluar y ser evaluados, y nuestra arraigada costumbre utilizar para ello casi exclusivamente exámenes. El propósito de la evaluación es detectar si estamos consiguiendo nuestros objetivos o no, e identificar qué tenemos que cambiar para conseguirlo. Para ello no solo tenemos que evaluar si se adquieren o no ciertos contenidos, sino el proceso como se llega a ellos. Hay que evaluar también las destrezas, habilidades y el grado de competencia que tenemos. La evaluación no debe tener como objetivo premiar, castigar o clasificar sino dirigir nuestra práctica educativa. Para saber si no solo educo de forma diferente, sino mejor, necesito evaluar constantemente lo que hago.

Por tanto, adelgazar de manera coherente el currículo y perder el miedo a evaluar y a ser evaluados de una manera constante y no puntual son dos de las cosas que nos permitirán educar mejor. Vamos a ello.

3 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. No puedo estar más en desacuerdo con algunas de las afirmaciones vertidas en este artículo. Discrepo totalmente en esa división que se hace entre contenidos útiles e inútiles. Ningún conocimiento es inútil, innecesario, desfasado u obsoleto. El hacer esa separación supone no tener conciencia de todos los conocimientos acumulados a lo largo de los siglos por los que nos han precedido y, gracias a los cuales, somos los que somos y hemos llegando adonde hemos llegado. Desde luego, me gustaría saber qué contenidos son los que el autor considera inútiles, innecesarios, etc. ¿O sea, que lo hay que hacer, según él, es desecharlos, efectivamente, como si fueran los trastos viejos del desván, y quedarnos solo con lo de anteayer o, mejor aún, con lo de ayer?
    Para mí esta filosofía de la enseñanza tiene un tufillo que no me está gustando nada. Me está recordando demasiado a Un mundo feliz, de Aldous Huxley, en el que la sociedad está organizada en castas, cada una de ellas con unas determinadas funciones asignadas en la sociedad. Evidentemente si lo útil, y la finalidad de la educación, es modelar en la escuela únicamente personas que puedan satisfacer las demandas del mundo empresarial, estaría de acuerdo, pero creo que no es, o no debería ser, esa la función de la escuela. La escuela no es una empresa, pero me está pareciendo que por ahí van los tiros: enseñar, al dictado de, entre otros, la OCDE, solo lo que sirve para las empresas de hoy y del futuro, que salgan de los centros de enseñanza personas con muy pocos conocimientos, muy dirigidos y orientados, como he dicho, a cubrir las necesidades de aquellas, es crear personas muy manejables y mano de obra barata. En otras palabras, la enseñanza se pone al servicio del sistema capitalista puro y duro, relegando a un muy segundo plano las facetas, a mi modo ver, principales que distinguen al ser humano de las máquinas, como, por ejemplo, el afán de saber sin buscar “utilidad”, el cultivo de la mente y el espíritu solo por el placer de hacerlo, la sensibilidad ante una obra de arte o un paisaje y la libertad de pensamiento y de dirigir el propio destino.
    Está claro que el saber por el saber, el conocimiento por el conocimiento ya no se lleva. Una verdadera pena.

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  3. Para educar mejor hay que evolucionar, y para evolucionar hay que dejar atrás conocimientos y sobretodo metodologías que ya no se adaptan a la sociedad en la que vivimos. Si el mundo evoluciona la educación no puede quedarse atrás. Ahora todo el conocimiento está en la red y el papel del profesor por tanto debe cambiar, ya no es el único que tiene el conocimiento. Más que enseñar lo que hay escrito en un libro, que debe seguir haciéndolo, creo que se debe enseñar a seleccionar la información, a comparar y a construir el conocimiento, en definitiva, a un aprendizaje autónomo siempre con la figura presente del docente.
    Asique vamos a ello, hagamos limpieza.

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